Golpe de MasterChef 13 en su semifinal: lágrimas, tensión y una expulsión deseada

Masterchef 13 ya tiene a sus cuatro finalistas: Bea, Ana, Gabriela e Ismael. El talen t culinario vivió una de sus semifinales más tensas con lágrimas, el colapso de varios aspirantes y un final que se auguraba Leer Masterchef 13 ya tiene a sus cuatro finalistas: Bea, Ana, Gabriela e Ismael. El talen t culinario vivió una de sus semifinales más tensas con lágrimas, el colapso de varios aspirantes y un final que se auguraba Leer  

«Superada», «perdida», sobrepasada… La semifinal de Masterchef 13 fue un cúmulo de despropósitos, de estrés, de ansiedad, de descontrol, de tensión en cada una de las pruebas. Una semifinal en la que Masterchef elevó el nivel hasta casi convertirla en una final y en la que la expulsada de la noche, Elena, se vivo superada por tres pruebas en las que los nervios y la presión pudieron completamente con ella. Aviso: hubieran podido con cualquiera.

Si algo ha demostrado MasterChef 13 es que el nivel se puede subir que habrá quien llegue. Otros se quedarán atrás, la mayoría se quedará atrás y sólo los más fuertes, los más templados, los que más aguante y tensión soporten tocarán con la punta de los dedos la gloria de convertirse en ganadores de MasterChef. Elena no iba a ser uno de ellos. La «repescada» de esta edición volvió hace unas cuantas semanas a las cocinas de MasterChef con las pilas cargadas. Parecía que los días fuera del talent culianrio habían servido de revusilvo. Poco duró la alegría en la casa del pobre, pues Elena no pudo hacer frente ni a sus nervios, ni a sus límites -no tiene gusto ni olfato-, ni al nivel de los cuatro titanes (unos más que otros) que ya son finalistas de MasterChef 13: Bea, Ana, Gabriela e Ismael.

Lo que ocurrió anoche en la semifinal de MasterChef 13 fue la clara muestra de que Elena no estaba lista para llegar a la final. Pese a su esfuerzo, pese a que MasterChef era su gran sueño, pese a las ganas, pese a todo lo que puso de su parte se enfrentaba a tres titanes (a Ana saquémosla de la ecuación porque tampoco se explica muy bien que ella esté en la final). Gabriela, Bea e Ismael han demostrado que en MasterChef, más allá de la parte espectáculo, sobre todo lo que hay si uno quiere es evolución. Sin duda, de todos los aspirantes que entraron hace ahora tres meses, ellos son tres son la visibilidad de una evolución que hacía varias ediciones no se veía tan clar.

De hecho, en MasterChef han sido totalmente conscientes. Pocas veces se ha vivido una semifinal como la de anoche, y de tanto nivel. No es exagerado decir que la semifinal de MasterChef13 podría haber sido la final de alguna de las ediciones anteriores. Quitando que no hubo duelo final, las tres pruebas a las que se enfrentaron fueron de un nivel digno de una gran final. Elena no pudo con ninguna de las tres.

Se vio desbordada, colapsó en las tres, le superaron las tres y el resultado fue que Elena se quedó anoche a las puertas de la final de MasterChef. Si no se hubiera ido ella y se hubiera ido cualquiera de los otros cuatro, hoy se estaría hablando de tongo. Los cuatro finalistas -insisto, a Ana vamos a dejarla en stand by– son más que justos finalistas. Insisto, Elena no estaba preparada para una final que promete ser, después de lo visto anoche, una de las más apoteósicas de los últimos tiempos en MasterChef.

En la primera prueba de la noche, los cinco aspirantes tenían que replicar un impresionante plato de Pedro Subijana. Decir impresionante es quedarse corto. Un plato de tal nivel que incluso una de las elaboraciones se quedó en el limbo dada su complejidad y el cuidado con el que había que hacerlo para que los comensales pudiesen comerlo. Se trataba de un salmonete acompañado de un fiambre de percebes, mejillones, manitas de cerdo, etc. y de una leche de tigre muy particular y de un caldo con el higado del salmonete… En fin, que estamos hablando del plato de un tres estrellas Michelin. Como sería el plato que el propio Subijana llegó a decir que si lograban presentar algo, ya era todo un logro.

El jurado les dio la opción de consultar la receta en un libro gigante, con el paso a paso, pero tuvieron que sacrificar 20 minutos del cocinado a cambio de cinco minutos para leerla todos a la vez. Si querían consultarlo una segunda vez también podían, pero el precio a pagar era convertirse directamente en un delantal negro. La segunda opción sólo se le paso por la cabeza, que estuvo perdida desde el principio hasta el final del cocinado. No aceptó ser delantal negro, pero el resultado fue un despropósito. Fue la peor de la prueba y tampoco iba a mejorar en la de exteriores. Eso sí, si Elena lo hizo mal, lo de Ana fue también para echar de comer aparte. Muchos espectadores aplaudían anoche la expulsión de Elena, pero, en realidad, entre Elena y Ana, la diferencia estuvo en la prueba de eliminación, pues madre mía, madre mía, madre mía… la doble capitanía que hizo Ana.

MasterChef trasladó a los aspirantes a la Casa Grande de Fuencarral (Madrid), una edificación de los siglos XVI y XVII levantada con fines agrícolas y que se alza muy próxima al corazón financiero de la capital. Un entorno idóneo en el que los aspirantes se enfrentaron a un complejo menú, de cuatro platos, creado por el chef Mario Sandoval (dos estrellas Michelin), diseñado para armonizar con las propuestas de la Denominación de Origen Vinos de Madrid.

Ser finalista de MasterChef no es ninguna tontería, la fama cuesta, decían en la famosa serie de los 80, y ganar MasterChef, no te quiero contar. Es un privilegio que se consigue por méritos propios, por eso el veredicto de la prueba de exteriores fue individual. Eso sí, iba a ser una prueba de exteriores que cualquiera hubiera salido corriendo sin mirar atrás, pues el destino quiso que la doble capitanía recayera sobre Ana. Padre, hijo y Espíritu Santo. Lo de Ana es un caso especial. Es difícil explicar cómo ha logrado llegar a la semifinal, y no tecuento a la final. Es caótica, incontrolable, chillona, pero tiene algo que, aunque no lo parezca, en MasterChef es muy importante: es resolutivo. Esto lo que quiere decir es que muy perdida que se vea, por mucho descontrol y caos que tenga a su alrededor, ella sale adelante.

Vivir una doble capitanía de agradable no tiene absolutamente nada. Siempre se prepara la misma zapatiesta: un equipo empieza a llamar a la capitana, la capitana va, el otro equipo la llama más fuerte, la capitana va también, las elaboraciones se pierden, no sabes si está hablando de un menú, del otro o del menú del vecino de enfrente… Ana fue todo eso como capitana, pero con su capacidad para resolver. Se equivoca, corrige; se vuelve a equivocar, pues ya saldrá algo.

Sin embargo, esa forma de trabajar no siempre es bien recibido por los demás. Para Bea fue un auténtico suplicio. Se paso todo el cocinado intentando que Ana le explicase de una vez por todas cómo elaborar el primer plato de su menú. Imposible. Algo similar le sucedió a Elena con la diferencia que el colapso de Elena se debió a ella misma, a no poder más, a bloquearse igual que se había bloqueado en la primera prueba. Se hundió por completo pidiendo incluso poder llorar durante unos instantes para poder coger de nuevo aire y volver a empezar, pero era demasiado tarde. Mientras Ismael iba como un cohete y Gabriela intentaba recuperar un postre que tuvo que repetir ante las malas indicaciones de Ana, a Elena y a Bea se les desbordaron sus vasos.

Consciente el jurado de lo que había supuesto realizar un menú de dos estrellas Michelin, con una doble capitanía inmersa en el caso propio de Ana, no fueron demasiado duros. Eso sí, sólo Ismael se libró del delantal negro. Perdón, Ismael y Gabriela, pues la aspirante entregó el pin de inmunidad y se libró de la prueba de eliminación.

Ana, Bea y Elena, al foso. Las tres tenían que reproducri los platos que llevaron tres jóvenes chefs invitados, que están demostrando un gran talento al servicio de una nueva cocina emergente: Daniel López (dos Soles Repsol), Camila Ferraro (un Sol Repsol) y Miguel Caño (una estrella Michelin y dos Soles Repsol). Y, de nuevo, Elena colapsó. Se bloqueó, como se había bloqueado en las dos pruebas anteriores, y pagó la ansiedad de no llegar.

Bea, en un ejercicio de perseverancia, sufrió mucho con la receta de Miguel Caño, pero fue capaz de repetir la masa del pañuelo tantas veces como fueron necesarias hasta lograr una elaboración casi calcada a la del chef, que terminó ofreciéndole un hueco en su equipo: «Todos los componentes del plato los tiene. Me parece increíble que solo con verlo una vez lo hayas podido ejecutar. Así que estás invitada a unirte a nosotros». Ana, por su parte, optó por su versión más tranquila y concentrada y le dedicó el plato a su abuelo Pep, fallecido hace un año: «Era mi persona favorita».

Elena también fue capaz de lograr acercarse mucho a la elaboración del caldo gallego de Daniel López, pero los detalles fueron definitivos y no pudo superar el trabajo de Ana y Bea, teniendo que colgar el delantal por segunda vez. Eso sí, tras un emocionante agradecimiento, aseguró que se marchaba «orgullosa» por haber dado el cien por cien. Elena apostó por la victoria de Gabriela en MasterChef 13, pero… pero todavía queda el capítulo final por escribir.

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