El ‘beige’ por bandera

Los museos de siglo XIX suenan. Sus relojes marcan el tiempo, dan las hora y, en silencio, hasta los segunderos se oyen.

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 Miss Beige lleva una década dándole la vuelta a eso de “calladita estás más guapa” y lo celebra con una exposición en el Museo Cerralbo  

Los museos de siglo XIX suenan. Sus relojes marcan el tiempo, dan las hora y, en silencio, hasta los segunderos se oyen.

Miss Beige no suena. Lleva el silencio por bandera (una de ellas). Pero su mirada y sus acciones gritan.

Inauguró Hay que saber estar, su exposición en el Museo Cerralbo, a los pocos días de tomar los Campos Elíseos, resultado de su performance Secretos de alcoba en el Instituto Cervantes de París. Probablemente, dos momentos que marcarán su 2025, año de su 10º aniversario. El francés, por la acción, por lo comunitario, por lo efímero, por performance pura, por la adrenalina. Unas semanas después, la artista aún lo recordaba con entusiasmo, agradecimiento y satisfacción, esa sensación de objetivo conseguido. Un objetivo que Ana Esmith no se marcó cuando creó a Miss Beige, pero que lleva logrando una década de maneras muy distinta con un elemento en común: estar. Y, precisamente, esto es lo que celebra en el Museo Cerralbo: estar. Y ella sabe hacerlo porque su presencia es poderosa. ¡Se nota, se siente, el beige está presente!

Lo está tras esa puerta traslúcida, de cristal labrado con flores, de casa de abuela, donde se intuye su silueta. Pero, ¿quién la intuye? Hay distintos códigos para hablar de Miss Beige, el avanzado, quienes la reconocen, aquellos que si digo “Benidorm”, automáticamente la ven con medio cuerpo dentro del agua paseando por el mar. “Duquesa de Alba”, y la reina Letizia la mira. “Martin Parr”, y ahí está ella al sol con los ojos cubiertos con esos protectores que parecen dos cucharillas unidas, una para cada ojo. “Pipas”, y escupe las cáscaras. “Hacienda”, y nos mira fijamente ante el logo de la Agencia Tributaria, tocada con una corona de rey de cartón. Estos son su ejército beige. Los que van a Hay que saber estar (se puede visitar hasta el 7 de septiembre) como fieles seguidores, para celebrarla, para divertirse. El humor es otra de sus banderas. Esperan su próxima acción. Reconocen las piezas expuestas y su significado. Son los que, de manera inesperada, la llevaron sobre la cama de su performance Secretos de alcoba desde el Instituto Cervantes de París hasta los Campos Elíseos y allí, frente a la tienda de Louis Vuitton bailaron Cómo ye?!, de Rodrigo Cuevas. Si Yayoi Kusama y sus colores pudieron; Miss Beige, también, y sin un euro de por medio. Ojalá martillos dentro de los bolsos de Louis Vuitton.

Miss Beige mira al espectador de 'Hay que saber estar', su exposición en el Museo Cerralbo con motivo de PhotoEspaña.

Luego está el código para niveles más bajos, quienes no reconocen su silueta tras una puerta traslúcida. Quienes no saben que Ana Esmith imaginó a Miss Beige un domingo por la tarde, “tiempo perfecto para la creatividad, parece que ese momento de la semana está permitido no producir”, cuenta la artista. Por un euro, se compró en el Rastro un vestido beige, anodino, el mejor para pasar desapercibida, nada llamativo ni favorecedor. Una capa de invisibilidad que le dio a Esmith el poder de construir un personaje que a partir de su insignificancia, hieratismo y silencio está llegando lejos. Está y sabe estar donde hay que estar. Le ha dado la vuelta al “calladita estás más guapa”. Solo su presencia señala, denuncia, pone el dedo en la llaga, sin necesidad de sacar el martillo del bolso (otra bandera). No necesita hablar, la rigurosidad y rigidez de su mirada dicen casi todo. Y si necesita una pequeña ayuda, la síntesis la acompaña. Metió el problema de la vivienda en un palacio de finales del siglo XIX con tres palabras: Derecho a techo, rezaba la pancarta que portó el día de la inauguración de la muestra en el Cerralbo. Y lo sigue gritando desde una de las vitrinas de la sala, la misma en la que hay una pegatina que dice Antifascista siempre, custodiada por una virgen.

En Hay que saber estar, una de las exposiciones de PhotoEspaña que transciende la fotografía, no solo se repasan las acciones de Miss Beige. ¿Qué sería de la performance sin la fotografía y lo que esta documenta? La muestra ha generado una serie de intervenciones en la casa de Enrique de Aguilera y Gamboa, XVII marqués de Cerralbo. Miss Beige, siempre dispuesta a tomar las calles, tomó hasta el techo de las estancias del palacio, se representa en una de sus decoraciones y anima al visitante a observarla de la mejor manera que se puede contemplar un techo: tumbados. Otra reivindicación: perder la horizontalidad en los museos, para suplicio de los vigilantes de sala. Todo ha quedado documentado en un magnífico álbum y en vídeos grabados como si fueran las cámaras de seguridad, donde se la ve limpiando con un plumero, colocando la figurita de unos novios entre otras figuras del museo, retocándose la melena ante un espejo, rezando en el oratorio cargando a la espalda la característica mochila amarilla en forma de cubo de Glovo! Imagen que recuerda, de lejos, algún rito de la iglesia de San Juan de Chamula, en Chiapas; y de cerca, una de las performances con más repercusión de Miss Beige, cuando, en 2020, se paseó por Arco con la mochila de Glovo! a la espalda. Es el mercado, que diría aquel.

La historia de cómo Ana Esmith consiguió esta mochila explica el mundo en que vivimos y por qué el arte debe de seguir mostrándolo, señalándolo y denunciándolo. Esmith compró la típica y reconocible mochila de Glovo! en Oviedo por Wallapop. Llegó al punto en el que había quedado con el vendedor y este no llegaba. Hacía poco se había bajado de un mercedes una señora que no cumplía con el modelo de alguien que vende una mochila de Glovo! por Wallapop (así somos). Esmith se impacientó al ver que el vendedor no llegaba, se puso a merodear por la zona y se dio cuenta de que, en el asiento de atrás del mercedes, estaba la mochila que esperaba. Supongo que ella tampoco es el prototipo de compradora de este tipo de bolsas (sí, así somos). Se dirigió a la mujer que había salido del coche y, efectivamente, ella era la vendedora. “Se la dejó un inmigrante en uno de los pisos que alquiló”, explicó.

Miss Beige, entre mochilas de Glovo! y bolsos de Louis Vuitton.

Dos mujeres observan una de las vitrinas de 'Hay que saber estar', donde se muestran algunas intervenciones de Miss Beige en el Museo Cerralbo.

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