Cada vez que Ranin Alzeriei, de 24 años, ve desde Deir al Balah, en el centro de Gaza, la estela de cajas negras que caen con paracaídas desde la cola de un avión, piensa en lo afortunados que son quienes lo tripulan: “Ellos vuelven tranquilamente a sus países, mientras nosotros morimos todos los días”, cuenta a través de WhatsApp. Esta escena se ha hecho común en los últimos días. Desde el pasado domingo, cuando Israel anunció “pausas humanitarias” a sus operaciones militares, se reanudaron los vuelos que llevan ayuda humanitaria a Gaza para intentar contener el hambre que desgarra a la Franja. 159 personas, entre ellas 90 niños, han muerto de inanición desde octubre de 2023, según el Ministerio de Sanidad gazatí, en manos de Hamás.
La ONU y organizaciones humanitarias critican que la estrategia alivia la presión sobre Israel, pone en riesgo a la población local y profundiza su deshumanización
La ONU y organizaciones humanitarias critican que la estrategia alivia la presión sobre Israel, pone en riesgo a la población local y profundiza su deshumanización


Cada vez que Ranin Alzeriei, de 24 años, ve desde Deir al Balah, en el centro de Gaza, la estela de cajas negras que caen con paracaídas desde la cola de un avión, piensa en lo afortunados que son quienes lo tripulan: “Ellos vuelven tranquilamente a sus países, mientras nosotros morimos todos los días”, cuenta a través de WhatsApp. Esta escena se ha hecho común en los últimos días. Desde el pasado domingo, cuando Israel anunció “pausas humanitarias” a sus operaciones militares, se reanudaron los vuelos que llevan ayuda humanitaria a Gaza para intentar contener el hambre que desgarra a la Franja. 159 personas, entre ellas 90 niños, han muerto de inanición desde octubre de 2023, según el Ministerio de Sanidad gazatí, en manos de Hamás.
España, Alemania, el Reino Unido y Francia han anunciado que participarán de la estrategia, que ha sido criticada por la ONU y organizaciones humanitarias, por ser, según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA), una “ineficiente cortina de humo”. Médicos Sin Fronteras añade que este sistema “pone en riesgo a la población”. Gaza se muere de hambre y el mundo chapotea para reaccionar.
Juliette Touma, directora de Comunicaciones de la UNRWA, es enfática: la única manera de comenzar a enfrentar la crisis en Gaza es “inundarla con al menos 500 o 600 camiones al día cargados con comida y otros suministros básicos”. Es el número que entraba antes de la guerra, y durante el alto el fuego entre el 19 de enero y el 18 de marzo en la Franja. Los vuelos, dice, “son totalmente ineficientes”. La cantidad que puede transportar uno es mínima frente a un camión, por un costo mucho mayor. Cada vuelo, según Touma, con unas 10 toneladas, cuesta entre 200.000 dólares (170.000 euros) y 420.000 dólares. Un camión, por su parte, puede cargar hasta 25 toneladas y cuesta unos 2.500 dólares.
Según cifras de Israel, hasta este jueves se habían lanzado 175 plataformas (pallets) con ayuda. Cada plataforma transporta alrededor de 500 kilos, según datos del Ministerio de Defensa español, lo que supone el lanzamiento en cinco días de alrededor de 87,5 toneladas. Con 500 camiones con 20 toneladas que ingresen en un día, entran a la Franja 10.000 toneladas.
Los vuelos, agrega Touma, se utilizan en contextos donde no hay alternativa, donde la geografía o las condiciones del territorio impiden el acceso físico a un lugar, “pero en Gaza sí hay una alternativa, que es llevar cientos de camiones”.
“Despistar de lo importante”
Video desde Deir al Balah, centro de Gaza, grabado el miércoles 30 de julio por Ranin Alzeriei.
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Esa alternativa requiere de voluntad política y de la presión internacional a Israel. Las organizaciones temen que los lanzamientos acaparen la atención porque “dan la impresión de ser una solución, pero no lo son en lo más mínimo”, asegura Touma, y que se pierda de foco la presión. El responsable de la Unidad de Emergencias de Médicos Sin Fronteras, José Mas, afirma que los lanzamientos están “despistando de lo que verdaderamente importa, que es abrir los puntos fronterizos existentes y dejar que entren suficientes camiones”.
Mas dice que los lanzamientos “parecen gestos simbólicos. Es una ayuda humanitaria cosmética porque no es eficaz”. Añade que ya han permitido a Israel aliviar la presión internacional que venía creciendo a raíz de los escalofriantes informes de varias organizaciones y las imágenes insoportables de niños en los huesos. Ya lo advertía el director de la UNRWA, Phillipe Lazzarini, antes de que se reanudarán los vuelos. “Los lanzamientos aéreos no revertirán el hambre. Son caros, ineficientes y pueden incluso matar a civiles hambrientos. Es una distracción y una cortina de humo”, escribió en X, agregando que la UNRWA cuenta con 6.000 camiones preparados para entrar.
Los gobiernos europeos que han anunciado vuelos aseguran que con ello buscan “aliviar la hambruna inducida por Israel”, como manifestó el jueves el ministro de Exteriores español, José Manuel Albares, tras confirmar un envío este viernes de 12 toneladas de comida. “Es una gota en el océano”, reconoció también Albares, quien en todo caso insistió también en que la ayuda “debe entrar de forma regular, suficiente y segura”. El canciller alemán Friedrich Merz también lo admitió: “Es una contribución pequeña, pero envía un mensaje de que estamos allí”.

Pero los mensajes no alimentan. Reema Mahmoud, de 34 años, asegura por WhatsApp desde la Franja que “esa historia de los lanzamientos aéreos” es “la mayor mentira del mundo”. Ranin Alzeriei enfatiza: “Las personas están expuestas a la muerte cada vez que se lanzan esos cargamentos”.
No hay manera de controlar exactamente dónde caen, y con el 88% del territorio de la Franja declarado por Israel como zona de combate o evacuada, como afirma la ONU, la probabilidad de que caiga en el 12% restante —45 kilómetros cuadrados donde hoy habitan más de dos millones de personas— es ínfima. Eso obliga a los gazatíes a entrar en zonas activas de combate, donde las tropas israelíes prohíben el acceso. “Si la ayuda cae ahí”, dice Mas, “solo hay que hacer las matemáticas”.
“En MSF agradecemos toda iniciativa que busque aliviar necesidades tan brutales de la población gazatí”, agrega, pero insiste en los riesgos.
Desde la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, que coordina los vuelos con el Ministerio de Defensa, aseguran por correo que la operación ha sido coordinada “de manera muy estrecha con las Fuerzas Militares de Jordania y con la Organización Caritativa Hachemita, encargada de supervisar el ingreso de ayuda a través de ese país”. Argumentan que “los puntos de lanzamiento de la ayuda han sido acordados por las autoridades jordanas velando por que su ubicación no ponga en peligro a la población”.
Sin embargo, el coordinador de emergencias de MSF en Gaza, Jean Guy Vataux, advirtió el 28 de julio: “Es inevitable que haya heridos […] la gente se verá obligada a entrar en zonas militarizadas, arriesgando una vez más sus vidas por comida”. Las autoridades gazatíes aseguran que más de 1.300 personas han muerto buscando alimentos e insumos básicos desde el 27 de mayo, cuando comenzó a operar la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF en sus siglas en inglés), una organización privada respaldada por EE UU e Israel que ahora se encarga de la mayor parte del reparto de ayuda.
No se sabe dónde cae ni quién la recoge
Touma señala que al no saber dónde cae la ayuda, no se puede saber quién la recoge: “Podrían ser las milicias armadas palestinas como Hamás, lo que, según Israel, justificó retirar el reparto a la ONU y bloquear los suministros por casi tres meses. Tampoco se puede priorizar a las poblaciones más vulnerables, que, explica Más, es “básicamente toda la población gazatí en este momento”, pero con especial énfasis en los menores de cinco años y las mujeres embarazadas y lactantes, así como los adultos mayores.
El especialista explica que esta ayuda, así como la que reparte la GHF, refuerza la de “ley del más fuerte” que impera en el reparto de comida actualmente. “Esta ayuda es presa del que llegue primero al lugar y defenderse. La situación es tal que las personas cargan incluso cuchillos o armas de fuego”, asegura. No hay lugar, entonces, para las madres lactantes o embarazadas, los niños, los ancianos, los heridos, los enfermos. “No tienen ninguna posibilidad de acceder a este tipo de ayuda, incluso si les cae a un metro, sin hacerles daño”.

Lanzar cajas desde el cielo en un territorio donde dos millones de personas se mueren de hambre y donde un kilo de lentejas cuesta 23 dólares; un kilo de harina o arroz cuesta 30 y un kilo de azúcar cuesta 100, según la UNRWA, “no transmite una imagen de dignidad”, dice Mas. Y añade que la dignidad debe estar “en el corazón de la ayuda humanitaria”. Para Ranin Alzeriei, estas entregas son “una humillación”. Ella, y todos los entrevistados para este artículo, insisten en que hasta que “Israel no abra la escotilla” nada va a mejorar. “Todavía está maquinado y orquestado para que no se abra”, lamenta Mas.
Alzeriei, que es artista y en su obra ha retratado lo vivido en Gaza, incluyó entre sus últimos dibujos uno de los lanzamientos aéreos. Se ven cuatro cajas negras cayendo sobre una maraña de manos que se alzan desesperadas. “El miércoles murieron siete personas de hambre”, asegura. “Todos los días es lo mismo, la misma rutina lenta y mortal”, concluye.
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