Sequía, apagones, calor y malestar: los iraníes sufren el deterioro de la vida cotidiana

La grave sequía, los frecuentes apagones y el calor extremo afectan profundamente la vida cotidiana en Irán. La falta de energía y agua llevó al Gobierno a declarar este miércoles día no laborable en prácticamente todo el país (28 de las 31 provincias, incluyendo la de Teherán). En varias provincias, las actividades se suspendieron por completo, mientras que en otras las oficinas redujeron su horario u optaron por el teletrabajo. Además, el Gobierno recomendó a la población aprovechar el fin de semana largo para trasladarse a las regiones del Caspio, donde aún se conservan mayores reservas de agua. Estas estrecheces coinciden con una intensa ola de calor que ha elevado las temperaturas por encima de los 40 grados en muchas ciudades, agravando la escasez de agua y electricidad y dificultando la vida cotidiana.

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 La falta de energía y agua lleva al Gobierno a declarar este miércoles día no laborable en una de las mayores crisis que recuerda el país, que se une al efecto de las sanciones internacionales  

La grave sequía, los frecuentes apagones y el calor extremo afectan profundamente la vida cotidiana en Irán. La falta de energía y agua llevó al Gobierno a declarar este miércoles día no laborable en prácticamente todo el país (28 de las 31 provincias, incluyendo la de Teherán). En varias provincias, las actividades se suspendieron por completo, mientras que en otras las oficinas redujeron su horario u optaron por el teletrabajo. Además, el Gobierno recomendó a la población aprovechar el fin de semana largo para trasladarse a las regiones del Caspio, donde aún se conservan mayores reservas de agua. Estas estrecheces coinciden con una intensa ola de calor que ha elevado las temperaturas por encima de los 40 grados en muchas ciudades, agravando la escasez de agua y electricidad y dificultando la vida cotidiana.

El presidente Masoud Pezeshkian achaca la gravedad de la crisis hídrica a las “decisiones erróneas del pasado”. Sin embargo, expertos locales señalan que la causa principal de la escasez de recursos que atraviesa Irán radica en una mala gestión interna y la falta de inversión sostenida en infraestructuras energéticas e hídricas.

Farbod, informático y padre de dos hijos en Teherán, resume con ironía esa rutina marcada por la incertidumbre y el malestar con la que conviven muchos iraníes. “Durante décadas se trajo agua de todas partes a la capital, y ahora que no queda, quieren trasladar a la gente donde aún la hay”, asegura en una videollamada. Su comentario refleja el escepticismo generalizado ante las soluciones de emergencia. Aún sacudidos por la reciente guerra con Israel, muchos temen ahora las consecuencias de una sequía cada vez más alarmante.

La ayuda israelí, entre la propaganda y la desconfianza

En pleno agravamiento de la crisis hídrica, las declaraciones en persa del ministro de Energía de Israel, Eli Cohen, en su cuenta de X, han desatado polémica. “Veo vuestro sufrimiento y sé que ni siquiera tenéis suficiente agua potable (…) El día que este régimen caiga, vuestra vida mejorará notablemente y podréis beneficiaros de las tecnologías hídricas israelíes”, ha afirmado, en un mensaje interpretado más como una maniobra propagandística que una oferta sincera.

Antes de estas palabras, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ya había acusado en repetidos vídeos con subtítulos en persa al régimen iraní de desatender las necesidades de su población y de financiar a grupos armados afines en Líbano, Siria, Yemen y Gaza, en lugar de invertir en el bienestar del pueblo iraní.

En Irán, sin embargo, este tipo de mensajes se reciben con escepticismo. Sara, profesora de inglés en Teherán, considera que “los israelíes harían mejor en preocuparse por la situación desesperada en Gaza antes de hablar de solidaridad con el pueblo iraní”. Aunque reconoce que el régimen iraní no ha invertido adecuadamente en infraestructuras básicas, insiste en que cualquier cambio real debe surgir desde dentro del país, y no como resultado de presiones o discursos externos.

Hundimientos del terreno

“En nuestra calle, el patio de uno de los edificios se hundió por completo en un socavón profundo, y los vecinos tuvieron que abandonar la vivienda”, relata un angustiado Peyman, contable y residente en Isfahán. Invirtió los ahorros de toda una vida en la compra de un piso que ahora ha perdido gran parte de su valor por estar ubicado en una zona afectada por el hundimiento del terreno. Añade, además, que los cortes de luz diarios de hasta cuatro horas agravan la situación, haciendo la vida prácticamente insostenible.

Los hundimientos progresivos del suelo, que afectan a barrios en Isfahán y Teherán, son una de las consecuencias más alarmantes del vaciado de los acuíferos subterráneos. A medida que se extrae más agua de la que se recarga, el terreno pierde su consistencia y acaba cediendo, con graves riesgos para las viviendas, las infraestructuras y la seguridad de la población.

“A veces el agua se corta hasta por 24 horas”, denuncia Simin, jubilada de la Oficina de Registro Civil y vecina de Hashtgerd, a 70 kilómetros al oeste de Teherán. Atribuye el problema a las sanciones internacionales. Saeid, estudiante de odontología en Karaj, capital de la provincia de Alborz, sufre cortes de agua de hasta seis horas y apagones diarios que a veces se extienden hasta ocho horas. Él no comparte la opinión con Simin y apunta a la mala gestión interna como la causa principal de la crisis.

Según la Organización Meteorológica del país, el actual ciclo —del que apenas quedan dos meses— podría ser uno de los más secos de los últimos 50 años. La precipitación acumulada no ha superado los 137 milímetros: una disminución cercana al 40%.

En este contexto de incertidumbre, algunos han depositado sus esperanzas en un giro diplomático por parte del Gobierno iraní, una mayor flexibilidad en sus posturas nucleares y una posible suspensión de las sanciones internacionales. Sin embargo, expertos como Kaveh Madani —exsubdirector de la Organización de Protección Ambiental de Irán y actual director del Instituto de la ONU para el Agua— han advertido que el país ha llegado a una “quiebra hídrica” y que el problema tiene raíces estructurales profundas que no podrán resolverse únicamente con alivios económicos.

Los acontecimientos de los últimos años —especialmente tras la firma del acuerdo nuclear (PAIC) en 2015— han demostrado que la liberación de miles de millones de dólares en fondos bloqueados tuvo un efecto adverso. El Gobierno ha continuado costosos proyectos de construcción de presas y trasvase de agua, mientras los niveles de los acuíferos seguían descendiendo y la subsidencia del suelo alcanzaba proporciones alarmantes.

Ahmad, empleado bancario en Teherán, cuenta cómo la permisividad estatal y la corrupción en la emisión de licencias agrícolas facilitaron la proliferación de pozos ilegales: “Con la excusa de generar empleo, el Gobierno ha ignorado el avance descontrolado de las perforaciones”.

Durante las últimas tres décadas, la Comandancia Khatam al-Anbiya, un conglomerado económico-militar controlado por la Guardia Revolucionaria, se ha consolidado como el mayor contratista estatal del país, llevando a cabo proyectos lucrativos de presas y trasvase. En este contexto, los controles ambientales se han reducido al mínimo. En las zonas afectadas, las protestas locales fueron sofocadas mediante presión policial.

La crisis del agua en Irán no es solo fruto del cambio climático ni de la escasez de recursos, sino también del legado de decisiones políticas que han dejado la tierra más sedienta y el futuro más incierto. Si no se corrige el rumbo, advierten los expertos, el país se encamina hacia un escenario marcado por migraciones ambientales, tensiones sociales y un aumento de la inestabilidad.

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