En plena Sierra de Tormantos, cerca de Piornal, en el norte de Extremadura, vive la escritora, etóloga y domadora de caballos Lucy Rees. Nació en Gales hace casi 82 años y estudió Zoología en la Universidad de Londres. Posteriormente, llevó a cabo un posgrado en Sussex y comenzó a domar caballos salvajes en las montañas galesas de Snowdonia. Tras viajar por medio mundo estudiando a los equinos, decidió asentarse en este lugar entre las comarcas del Valle del Jerte y la Vera por su orografía y las posibilidades que ofrecía a su idea.
Se trata de una iniciativa puesta en marcha por la galesa Lucy Rees en el norte de Cáceres, donde estudia el comportamiento de una población de equinos de la raza pottoka
En plena Sierra de Tormantos, cerca de Piornal, en el norte de Extremadura, vive la escritora, etóloga y domadora de caballos Lucy Rees. Nació en Gales hace casi 82 años y estudió Zoología en la Universidad de Londres. Posteriormente, llevó a cabo un posgrado en Sussex y comenzó a domar caballos salvajes en las montañas galesas de Snowdonia. Tras viajar por medio mundo estudiando a los equinos, decidió asentarse en este lugar entre las comarcas del Valle del Jerte y la Vera por su orografía y las posibilidades que ofrecía a su idea.
Rees vive en la localidad de Arroyomolinos de la Vera (Cáceres) y en la finca de un millar de hectáreas que alquiló desarrolla, desde hace 14 años, un proyecto único en Europa con una manada de caballos de la raza pottoka, naturales del País Vasco, los cuales viven en libertad en el monte. El objetivo es cambiar la forma de entender la relación del ser humano con estos animales, aprendiendo cómo se comportan en un ecosistema natural y desmontar los mitos sobre su domesticación. “Este proyecto nace de la necesidad de mostrar lo que realmente es un caballo. La mayoría de la gente cree saber, pero trabaja con ellos en condiciones antinaturales”, cuenta Lucy Rees a EL PAÍS.
Esta finca, a las afueras de la localidad más alta de Extremadura, se ha convertido en un laboratorio natural donde se estudia a los caballos sin montura ni fustas ni jinetes. “A los animales no se les toca, solo se les observa, ni siquiera yo, eso sería injusto. Viven en libertad desde que nacen”, cuenta la promotora de la idea.
El rewilding o “renaturalización” es el eje del proyecto de esta estudiosa de los animales, el cual cuenta con un doble objetivo: reconstruir un ecosistema sostenible y permitir que los caballos vuelvan a comportarse como lo harían en libertad, lejos del estrés de la vida domesticada. “Intentamos establecer un ecosistema más natural. Lo que vemos aquí no se parece en nada a lo que ocurre con los caballos en establos o en la competición. Ahí viven en una cárcel”, cuenta Rees.
En el proyecto participan entre de 40 a 60 caballos de la raza pottoka, una raza rústica, resistente y bien adaptada a la vida en el monte. Lejos del mito del caballo delicado, Rees asegura que sus animales tienen una salud “impresionante” y viven sin enfermedades ni tratamientos.
Entre los hallazgos más sorprendentes que su creadora destaca está desmontar la creencia de que los caballos viven en jerarquías de dominancia lideradas por un alfa. “No hay jerarquía, no hay jefes. Su organización es completamente anarquista. Cada uno tiene su rol y cooperan cuando hay un peligro real, como un depredador”, afirma.
La domadora asegura que este tipo de observaciones tienen una aplicación directa en cómo los humanos deberían repensar la doma y el trato animal. Para ella, muchas prácticas de adiestramiento actuales son “una forma de esclavitud basada en el dolor”.
Lucy Rees asegura que el camino para montar este proyecto en Extremadura fue largo, ya que antes de llegar a España trabajó durante años con caballos de competición, incluso al nivel de la élite. Pero su experiencia con animales “locos por vivir en condiciones antinaturales” la llevó a una ruptura total con el modelo tradicional. “Estamos enseñando a los niños que si un ser vivo no hace lo que tú quieres, hay que pegarle, es muy feo e injusto”, incide.
Un proyecto que busca innovar y romper con las normas establecidas para entender a los animales y que ha ganado reconocimiento a nivel internacional. “Personas de todo el mundo, desde Argentina hasta Alemania, viajan a Extremadura para asistir a los cursos que desarrollo en la finca”, explica Rees. Dice que uno de sus principales objetivos cuando imparte sus lecciones es que las personas aprendan a “usar los ojos de nuevo para observar, comprender y respetar al caballo en su esencia más pura”.
Un espacio en el norte de Extremadura que se puede visitar, aunque su propietaria informa de que los caballos que viven en total libertad no están para ser acariciados, montados ni alimentados. “No necesitan nada. Están bien así. Solo es necesario admirarlos, no tocarlos. Tocarles solo satisface el ego humano”, dice la etóloga.
En cuanto a los visitantes que se acercan a conocer cómo trabaja con los cerca de 60 caballos en libertad, cuenta que lo más impactante es ver cómo personas con décadas de experiencia, que trabajan en su día a día con caballos, descubren que, en realidad, nunca los habían visto de verdad. “Me dicen: llevo 20 años trabajando con caballos y ahora veo que no sabía nada”, cuenta Rees, la cual se siente feliz por lo conseguido. “Eso es muy fuerte, estamos cambiando cosas”.
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