En los pacientes que dejaron fumar, la tasa de deterioro fue de un 20% menor en la memoria y un 50% menor en la fluidez verbal. A largo plazo supone una mejor salud cognitiva Leer En los pacientes que dejaron fumar, la tasa de deterioro fue de un 20% menor en la memoria y un 50% menor en la fluidez verbal. A largo plazo supone una mejor salud cognitiva Leer
Abandonar el tabaquismo siempre es un paso a favor de la recuperación de las capacidades de nuestro organismo mermadas por su huella. «Dejar de fumar puede ayudar a las personas a mantener una mejor salud cognitiva a largo plazo, incluso cuando tenemos 50 años o más cuando abandonamos el hábito tabáquico», manifiesta Mikaela Bloomberg, del Instituto de Epidemiología y Atención de la Salud de la University College de Londres (UCL), en Reino Unido, y principal autora de un estudio, publicado en The Lancet Healthy Longevity, que han analizado y observado esta asociación.
Para llegar a estas conclusiones los investigadores han analizado datos de 9.436 personas de 40 años o más (edad promedio de 58 años) en 12 países, comparando los resultados de pruebas cognitivas de quienes dejaron de fumar con los de un grupo de control equivalente que mantuvo el hábito tabáquico.
Las observaciones indican que las puntuaciones cognitivas de quienes dejaron de fumar disminuyeron significativamente menos que las de sus homólogos fumadores en los seis años posteriores. En fluidez verbal, la tasa de deterioro se redujo aproximadamente a la mitad, mientras que en el caso de la memoria se redujo un 20%.
Dado que un deterioro cognitivo más lento se relaciona con un menor riesgo de demencia, estos hallazgos se suman a la creciente evidencia que sugiere que dejar de fumar podría ser una estrategia preventiva para la enfermedad. Sin embargo, se necesita más investigación para confirmarlo.
Según Bloomberg, los datos sugieren que abandonar el hábito tabáquico puede ayudar a las personas a mantener una mejor salud cognitiva a largo plazo, incluso cuando tenemos 50 años o más cuando dejamos de fumar. «Sabemos que dejar de fumar, incluso en etapas posteriores de la vida, suele ir acompañado de mejoras en la salud física y el bienestar. Parece que, también para nuestra salud cognitiva, nunca es demasiado tarde para dejarlo».
Este hallazgo es especialmente importante, según los autores, porque los fumadores de mediana edad y mayores tienen menos probabilidades de intentar dejar de fumar que los grupos más jóvenes, pero sufren desproporcionadamente los daños del tabaco. La evidencia de que dejar de fumar puede favorecer la salud cognitiva podría ofrecer una nueva motivación convincente para que este grupo intente dejar de fumar. «Además, mientras los responsables de las políticas se enfrentan a los desafíos del envejecimiento de la población, estos hallazgos proporcionan otra razón para invertir en el control del tabaco».
Los daños de fumar sobre la salud cerebral, se derivan, en parte, por la relación con la salud cardiovascular: daña los vasos sanguíneos que suministran oxígeno al cerebro. También se cree que afecta a la salud cognitiva al causar inflamación crónica y dañar directamente las células cerebrales mediante estrés oxidativo, debido a la creación de radicales libres.
Para el profesor Andrew Steptoe, del citado instituto de Londres, «un deterioro cognitivo más lento se relaciona con un menor riesgo de demencia. Estos hallazgos refuerzan la evidencia que sugiere que dejar de fumar podría ser una estrategia preventiva para la enfermedad. Sin embargo, se necesitarán más investigaciones que examinen específicamente la demencia para confirmarlo».
Investigaciones previas ya han detectado una mejora a corto plazo en la función cognitiva tras dejar de fumar. Sin embargo, se desconocía si esta mejora se mantenía a largo plazo, en particular cuando las personas dejaban de fumar en etapas posteriores de la vida.
Para responder a esta pregunta, el equipo de investigación analizó datos de tres estudios en curso -en Reino Unido, otros diez países europeos y Estados Unidos-, en los que un grupo representativo de participantes a nivel nacional respondía a encuestas cada dos años. Los estudios longitudinales fueron el Estudio Longitudinal Inglés sobre el Envejecimiento (ELSA), la Encuesta de Salud, Envejecimiento y Jubilación en Europa (SHARE) y el Estudio de Salud y Jubilación (HRS).
Se comparó a más de 4.700 participantes que dejaron de fumar con un número igual de personas que continuaron fumando. Ambos grupos se equipararon en función de sus puntuaciones cognitivas iniciales y otros factores como edad, sexo, nivel educativo y país de nacimiento.
El equipo de investigación descubrió que las puntuaciones de ambos grupos en las pruebas de memoria y fluidez verbal disminuyeron a un ritmo similar durante los seis años previos a que los participantes de un grupo dejaran de fumar. Estas trayectorias divergieron en los seis años posteriores a dejar de fumar.
En quienes dejaron de fumar, la tasa de deterioro fue aproximadamente un 20% menor en la memoria y un 50% menor en la fluidez verbal. En la práctica, esto significó que, con cada año de envejecimiento, quienes dejaron de fumar experimentaron entre tres y cuatro meses menos de deterioro de la memoria y seis meses menos de deterioro de la fluidez que quienes continuaron fumando.
Una de las posibles limitaciones se relaciona con el hecho de que se trató de un análisis observacional, por lo que podrían persistir diferencias no medidas entre los fumadores que dejaron de fumar y los que continúan fumando. Si bien las tendencias antes de dejar de fumar eran similares, el estudio no puede probar causa y efecto.
Sin embargo, el equipo de investigación señaló que sus hallazgos eran consistentes con estudios anteriores que mostraban que los adultos mayores de 65 años que dejan de fumar a principios o en la mediana edad tienen puntajes cognitivos comparables a los de quienes nunca fumaron, y que los ex fumadores y los que nunca fumaron tienen un riesgo similar de demencia una década o más después de dejar de fumar.
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