Eduardo Tarragona fue un empresario que dirigió empresas como Muebles Tarragona y Expomobi en la segunda mitad del siglo XX. Además, fue un político que llegó a ser procurador de las Cortes franquistas. A partir de 1967, el régimen intentó disfrazarse de democracia (no lo consiguió) y convocó unas pseudoelecciones, en las que no podían participar todos los empadronados, para elegir a los llamados procuradores familiares (representaban un tercio de las Cortes; el resto los elegía Franco, la Iglesia, el Ejército, la Falange…). Tarragona se presentó como candidato en 1967 y ganó. Volvió a hacerlo en 1971, derrotando a Juan Antonio Samarach. Tarragona publicitó su candidatura con carteles en los que aparecía su rostro junto al imperativo: Vota Tarragona. Alternaba esa invitación (con pinta de orden) con eslóganes en los que se autoproclamaba como “la voz de los sin voz” o (en esta época del tardofranquismo incluso en catalán) el “que llama al pa, pa i al vi, vi”.
La antigua terminal exhibe aún carteles electorales de 1971 y anuncios de tiendas de muebles sobre los azulejos color “gris metro”

Eduardo Tarragona fue un empresario que dirigió empresas como Muebles Tarragona y Expomobi en la segunda mitad del siglo XX. Además, fue un político que llegó a ser procurador de las Cortes franquistas. A partir de 1967, el régimen intentó disfrazarse de democracia (no lo consiguió) y convocó unas pseudoelecciones, en las que no podían participar todos los empadronados, para elegir a los llamados procuradores familiares (representaban un tercio de las Cortes; el resto los elegía Franco, la Iglesia, el Ejército, la Falange…). Tarragona se presentó como candidato en 1967 y ganó. Volvió a hacerlo en 1971, derrotando a Juan Antonio Samarach. Tarragona publicitó su candidatura con carteles en los que aparecía su rostro junto al imperativo: Vota Tarragona. Alternaba esa invitación (con pinta de orden) con eslóganes en los que se autoproclamaba como “la voz de los sin voz” o (en esta época del tardofranquismo incluso en catalán) el “que llama al pa, pa i al vi, vi”.
Esos carteles electorales siguen colgados en una parte de Barcelona por la que pasan, a diario, miles de personas. Se encuentran en las marquesinas de la estación fantasma de Correos de la línea 4 del metro. Una estación está perdida en un túnel y que dejó de prestar servicio en 1972. La madrugada de este martes, 53 años después, Correos ha recibido de nuevo visitas aprovechando el centenario del servicio suburbano en la capital catalana. Los visitantes han podido ver un lugar congelado en el tiempo y sumido en la oscuridad.
La propaganda de Tarragona no es el único reclamo que se ve en las antiguas marquesinas de esta estación abandonada. “Visite muebles Asturias”, “Practique el Danone, lo más natural del mundo” o “Compre o no compre…visite Muebles la Fábrica” son algunos de los carteles que conserva esta estación, junto con varios letreros en rojo que destaca, en castellano, el nombre de la parada: Correos. Todo ello rodeado de unos azulejos antiguos pequeños y feos que, tal y como asegura la trabajadora del suburbano Júlia Buxeda, recibían el nombre de “gris metro”. Una estación fantasma situada en mitad de las vías, en el tramo que existe entre la parada de Jaume I y Barceloneta; justo debajo de la sede de Correos (de ahí el nombre), en la parte baja de Via Laietana.
La historia de esta estación abandonada se remonta al 19 de diciembre de 1926, cuando la empresa Gran Metro inauguró —dos años después de la puesta en marcha del suburbano barcelonés— un segundo ramal desde la estación de Aragón (la actual paseo de Gràcia) hasta Jaume I pasando por Urquinaona. Posteriormente, ese segundo ramal se amplió, y en 1934 entró en funcionamiento la estación de Correos que era principio y final delínea. La estación estuvo en funcionamiento hasta 1972 y se suprimió al alargarse la L4 hasta Selva de Mar y comprobar que había muy poco espacio entre Jaume I y Barceloneta. Desde entonces, la estación duerme en un letargo del que despertó este martes, 53 años después de su cierre.
Metro de Barcelona ha programado una serie de visitas que comenzaron la pasada madrugada y seguirán el 21 y 22 de octubre y el 17,18 y 19 de noviembre (la entradas eran gratuitas, pero volaron en segundos una vez se anunció la iniciativa). Las visitas se llevan a cabo de madrugada porque Correos no tiene acceso desde la calle. Hay que caminar por el túnel desde la estación de Jaume I, el servicio de metro debe quedar suprimido y desconectada la tensión de la red.
Sólo la aventura de bajar, con mucha nocturnidad, a las vías del metro en busca de una estación congelada ya invade la nostalgia a unos curiosos primeros visitantes que, con toda seguridad, no vieron en funcionamiento la parada de Correos. La presidenta de Transportes Metropolitanos de Barcelona, Laia Bonet, también participó en la primera visita y recordó que es la primera vez que se abre esta estación al público. Bonet fue clara al mantener que no se abrirá mucho más ya que implica cortar la línea e incluso trasladar jornadas de mantenimiento de la misma. La presidenta de TMB recordó que durante este centenario del metro también se pueden visitar los talleres de Santa Eulàlia, la central eléctrica de Mercat Nou, el centro de control de Metro o la también estación fantasma Gaudí. Pero la de Gaudí es otro tipo de estación fantasma. Aquella sí que tiene acceso desde la calle y nunca entró en funcionamiento.
Cuando estaba en funcionamiento, la estación de Correos no era de las más agraciadas. Solo tenía un nivel porque estaba cerca del mar y sufría filtraciones. Tenía una vía y el conductor del metro salía del convoy y andaba hasta el lado contrario cuando llegaba a esta estación fin para retomar la marcha. La decoración era descuidada, con paredes rebozadas, hasta que en 1956 se optó por los azulejos gris metro. El único gran hito del que disfrutó esta estación en vida fue, que en 1946, fue la primera infraestructura pública de España en estar iluminada con los, entonces, modernos fluorescentes. Fue una especie de conejillo de indias de una iluminación que acabó extendiéndose.
Decenas de apasionados del Metro entornan a diario los ojos para intentar ver los anuncios y los azulejos de esta parada cuando el metro circula entre Jaume I y Barceloneta. La madrugada de este martes, solo unos cuantos elegidos pudieron comprobar, en el lugar, cómo la estación permanece igual que en 1972. El cartel de Eduardo Tarragona pidiendo el voto para aquellas cortes franquistas volverá, pronto, a quedar invvadido entre la oscuridad de una estación que seguirá dormida y aletargada en mitad de un túnel de la línea 4.
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