El saltador eleva el récord de mundo de pértiga hasta los 6.30 metros y promete más. Su incremento en la velocidad, la clave. Usó una innovación de Puma llamada «la garra». Leer El saltador eleva el récord de mundo de pértiga hasta los 6.30 metros y promete más. Su incremento en la velocidad, la clave. Usó una innovación de Puma llamada «la garra». Leer
Armand Duplantis llevaba más de dos horas de competición este lunes en el Mundial de Tokio cuando sacó una pequeña pieza negra de su mochila y la colocó en la puntera de una de sus zapatillas Puma. El gancho, el arpón o, como lo llama el saltador, el claw, la garra. Hace unos meses, Duplantis se enteró que su marca deportiva estaba desarrollando una innovación para una de sus estrellas, el vallista Karsten Warholm, y de inmediato pidió probarla. Era una extensión en forma de garfio de la placa de la suela de carbono que se colocaba en la punta y proporcionaba una mayor estabilidad en la batida. Si podía saltar con mayor seguridad, podía saltar a mayor velocidad; esa era la teoría. Y en la práctica el invento le encantó.
«Usaría la garra en todos los saltos, pero a veces me engancho las manos en la inversión del salto. Si algún día me veis con sangre es por eso», aseguraba ayer después de batir por decimocuarta vez su récord del mundo de salto de pértiga y dejarlo en 6.30 metros. Sería osado atribuir la plusmarca al nuevo gancho, pero su utilización confirma una máxima: Duplantis nunca tiene suficiente.
Pese a que ya hace más de cinco años que es el mejor saltador de la historia, el sueco formado en Estados Unidos continúa a la búsqueda de otro centímetro más, siempre otra más. «Sé que puedo llegar más alto», repetía en los pasillos del Estadio Olímpico de Tokio como había hecho antes tantísimas veces. Con su confianza y su motivación, ¿Dónde está su límite? Cuando superó a Serguei Bubka y Renaud Lavillenie, entrenadores, fisiológicos y hasta físicos colocaban el máximo humano donde ya está: en los 6.30 metros. Pero ahora no hay experto que se atreva a pronosticar. Quizá llegue a los 6.40 metros, quizá más.
El año pasado el investigador sueco Ather Gattami estableció en un estudio con Inteligencia Artifical que su máximo serían los 6.51 metros. Quién sabe. Lo único cierto es que este lunes, antes de su salto de 6.30 metros, el griego Emmanouil Karalis le obligó a saltar 6.15 metros, el antiguo récord de Bubka, y lo hizo con una suficiencia vergonzante.
«Él ha roto con todo lo establecido, ha puesto en duda todo lo que sabemos», admite Alberto Ruiz ‘Lobito’, finalista en pértiga en Los Ángeles 1984 y Barcelona 1992, ex plusmarquista español y actual responsable de la especialidad en el CAR de Sant Cugat que añade: «Desde la época de Bubka la pértiga se regía por unos parámetros, todo el mundo saltaba de una manera y él salta muy distinto. Así que no sabemos».
Si los saltos de Bubka se regían por su fuerza para doblar la pértiga al máximo, el estilo de Duplantis se basa en la velocidad con la que llega a caja y por eso todavía tiene margen de mejora. A las órdenes de su padre, Greg, que también fue atleta, el saltador se entrena como un sprinter, la mayoría de sus sesiones se centran en ser más rápido y a los 25 años no debe considerarse en su punto álgido. En 2020, cuando se convirtió en plusmarquista, aseguró que corría los 100 metros en 10.57 segundos; el año pasado, en un acto de Red Bull, ganó al propio Warholm en el hectómetro en 10.37 segundos. De ahí la progresión en sus marcas.
Hasta ahora cada temporada superaba su propio récord del mundo dos o tres veces, pero este 2025 ha ido más allá. Hasta cuatro veces se ha batido. Lo hizo en febrero, luego en junio -por primera vez en casa, en Estocolmo-, también en agosto y finalmente este lunes. «Cada record me da una motivación extra para buscar el siguiente. Creo que estoy en una posición privilegiada: cada vez que me supero, es un récord del mundo. Puedo centrarme en ser el mejor saltador posible», comentaba Duplantis, el hombre sin límites.
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