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El 12 de septiembre, el Barcelona jugó un amistoso de pretemporada contra el Bàsquet Girona. El hecho no tendría nada de extraordinario si no fuera porque con el primer equipo del Barça debutó un joven de 2,10 de estatura. Tampoco eso sería nada llamativo en un deporte caracterizado por la aventajada talla de sus practicantes. Pero ese joven tenía sólo 13 años. Nacido en Burkina Faso, atendía por Mohamed Dabone y había sido fichado casi en la cuna por el Barcelona en 2022.
El Madrid reaccionó ante la amenaza de esa futura torre de destrucción masiva (¿de 2,30?) e importó de Mali, país fronterizo con Burkina Faso, a un antídoto de 2,07 de nombre Moussa Bala. No era tan alto como Dabone. Pero casi. Y, además, contaba únicamente 11 tiernos años. Dabone cumplirá 14 el martes. Y Bala, 12 el viernes.
Mali es una cantera de niños gigantes. El Barça dispone también, nacidos allí, de Sayon Keita, de 17 años y 2,14 (titular en Euroliga ante Maccabi y Dubai). Y de Abdrahamane Kone, de 16 y 2,08. Incluso aceptando que África y sus profundidades étnicas surten de ejemplares góticos al baloncesto mundial, cuesta aceptar que algunos de esos muchachitos tengan esa edad. La estatura no ofrece dudas. La edad, sí. Especialmente en el caso de Bala. Las facciones, la musculatura… no son las de una criaturita de 11 añitos, por muy desarrollado que esté. El África subsahariana, feraz especialmente en el atletismo, siempre ha suscitado sospechas respecto a la edad de sus deportistas.
Dabone y Bala no tienen nada que ver con los actuales Lamine Yamal, Franco Mastantuono y compañía. Ni siquiera con Max Dowman, del Arsenal, que en agosto debutó en la Premier con 15 años y 229 días y al que, se dice, pretende el Real Madrid. Ni con el último fenómeno con acné, el mexicano Gilberto Mora, también en el voraz radar blanco, que cumplió 17 años el martes y que, con 16 y 265 días, se convirtió, al ganar la Copa Oro, el equivalente norteamericano, centroamericano y caribeño de la Copa América, en el internacional absoluto más joven en levantar un título. Por delante de Lamine y Pelé, aunque éstos alzaron trofeos de mayor fuste.
Pelé, Messi, Lamine y demás estrellas juveniles eran o son adolescentes más o menos precoces. Dabone, Bala y los Dabone y Bala que puedan aparecer son niños. Literalmente. Lo mismo que un gigante mental, no físico, el argentino Faustino Oro (otro Oro en esta columna), el Messi del ajedrez, que el pasado día 14 cumplió 12 años. Fue Maestro Internacional con nueve y ya ha superado la primera norma para obtener el rango de Gran Maestro.
La Naturaleza se divierte creando especímenes humanos que son, a la vez, prodigiosos y anómalos, arrojados demasiado prematuramente a un entorno de cuyas dimensiones lógicas escapan. Con frecuencia no llegan a confirmar de adultos lo que prometían de menores.
El hoy les sonríe. Pero el futuro no les ofrece certezas. No les pertenece a ellos ni, por otra parte, a nadie. Es una página en blanco. Al igual que el camino, no existe de antemano. Se hace camino al andar. Y mientras andamos, vamos pisando, viviendo sólo el presente.
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