Diez recetas con las que Barcelona intenta gestionar el turismo masivo

Barcelona comenzó hace más de una década a tomar medidas para gestionar el turismo masivo. La primera fue el veto a nuevos pisos turísticos, impuesto por el exalcalde Xavier Trias en 2014, tras un verano de desmadre que tocó techo con la imagen de turistas desnudos en un supermercado del barrio de la Barceloneta. Desde entonces, se ha cortado el grifo a nuevos hoteles en el centro, se han cerrado pisos turísticos ilegales, se han tomado medidas para reducir el impacto de los visitantes en puntos muy masificados como la Sagrada Família o el Park Guell, y hay compromisos a futuro, como el cierre de terminales de cruceros o de los 10.000 pisos turísticos que tienen licencia. Esta misma semana, el Ayuntamiento ha prohibido la organización de las rutas de alcohol.

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Barcelona, 20/08/2024 -  España acaricia otro récord de turistas mientras se pregunta cuántos caben. En la imagen, turistas en la zona de la Sagrada Familia.
 Foto: Gianluca Battista La ciudad vetó nuevos hoteles, ha cerrado pisos turísticos ilegales y quiere prohibir los legales en 2028, además de cerrar terminales de cruceros  

Barcelona comenzó hace más de una década a tomar medidas para gestionar el turismo masivo. La primera fue el veto a nuevos pisos turísticos, impuesto por el exalcalde Xavier Trias en 2014, tras un verano de desmadre que tocó techo con la imagen de turistas desnudos en un supermercado del barrio de la Barceloneta. Desde entonces, se ha cortado el grifo a nuevos hoteles en el centro, se han cerrado pisos turísticos ilegales, se han tomado medidas para reducir el impacto de los visitantes en puntos muy masificados como la Sagrada Família o el Park Guell, y hay compromisos a futuro, como el cierre de terminales de cruceros o de los 10.000 pisos turísticos que tienen licencia. Esta misma semana, el Ayuntamiento ha prohibido la organización de las rutas de alcohol.

Pese a los esfuerzos, el número de visitantes no para de crecer, con el paréntesis de la pandemia, que mostró la dependencia que la ciudad y miles de trabajadores tienen del sector, y el turismo es la tercera preocupación entre los vecinos. En 2022, con la situación recuperando la normalidad poscovid, los turistas alojados en la ciudad fueron 23,1 millones y en 2024, 26,1 millones. Se sigue creciendo, pero a menor ritmo que antes de la pandemia. Por ejemplo, las pernoctaciones en hoteles cayeron ligeramente en 2024 respecto a 2023: 20,1 millones, un 0,1% menos, aunque gastaron más. Y los cruceristas crecieron solo un 2,4%, cuando en los años anteriores los aumentos fueron de más de dos dígitos.

Mientras, el discurso de que el turismo debe tener un límite, restringido hace una década a las primeras asociaciones vecinales que alertaron del impacto negativo del turismo masivo en los barrios y la vivienda, ha calado, se ha asumido por parte de cada vez más actores (las manifestaciones son convocadas por cada vez más entidades), hasta llegar a un consenso que alcanza a la alcaldía de la ciudad. “Barcelona ya no se concentra en la promoción turística ni en buscar visitantes”, aseguró Jaume Collboni hace unas semanas. Aquellas entidades que entonces pedían poner límites, ahora defienden el decrecimiento. Algunos expertos señalan a la desaceleración de las cifras para afirmar que a corto plazo la ciudad no crecerá en número de turistas. Y citan las medidas tomadas en la última década y las anunciadas para argumentarlas. Estas son las más relevantes.

La Rambla de Barcelona, atestada de turistas, este verano.

Veto a nuevos pisos turísticos y hoteles. La moratoria de nuevos pisos turísticos de Trias en 2014 tuvo prórrogas hasta 2017, cuando su sucesora, la ex alcaldesa Ada Colau, aprobó el PEUAT (Plan Especial Urbanístico de Alojamientos Turísticos). El plan no permite ni un piso turístico legal más que los 9.600 existentes (aunque en un vacío entre la primera y la segunda versión entraron licencias para unos 500), impide abrir hoteles en el centro y limita el crecimiento de oferta de alojamientos turísticos a los barrios periféricos.

La batalla contra Airbnb para cerrar la oferta ilegal. Colau también emprendió una guerra contra los pisos turísticos ilegales desplegando simultáneamente inspectores, habilitando una web para que los vecinos delataran oferta ilegal en sus barrios o peinando internet para localizar anuncios de pisos sin licencia en los portales vacacionales. Se han cerrado 6.000. Por su dimensión, Airbnb ha sido desde entonces requerida por el Ayuntamiento para que retire la oferta ilegal. Barcelona fue la primera ciudad del mundo que les multó y tras firmar una tregua tras una primera retirada, el actual alcalde Jaume Collboni acusa a la empresa de haberse relajado y dilatar la eliminación de pisos ilegales. Las relaciones vuelven a estar embarradas y el consistorio está pendiente de que Airbnb acepte un convenio por el que se comprometa a retirar anuncios en 48 horas y ceda datos a la ciudad.

La reducción de los grupos turísticos. Desde hace diez años el Ayuntamiento ha reducido la dimensión de los grupos turísticos en varios espacios o sectores. En 2015 fueron los grupos que visitan el mercado de La Boqueria, que no pueden superar las 15 personas, en la Rambla. Luego fue la recomendación de que los grupos de turistas no superen las 25 personas, o los de ciclistas las 16. O la prohibición de rutas de borrachera. En todos los casos, los vecinos siguen denunciando a menudo en las redes que estos límites se incumplen.

Creación de ocho Espacios de Gran Afluencia (EGA). El actual plan de turismo creó ocho áreas en las que poner el foco y tratar de gestionar la masificación: son los llamados Espacios de Gran Afluencia, ocho en total. Espacios donde el impacto de los visitantes es tremendo en la vida del entorno y donde se han comenzado a tomar medidas, que los vecinos ven insuficientes. Los dos primeros EGA donde se ha intervenido son la Sagrada Familia y el Park Güell.

Turismo Barcelona

El masificado entorno de la Sagrada Familia. La Sagrada Familia rozó el año pasado los 4,7 millones de visitantes (unas 15.000 al día) y se estima que 18 millones de personas visitan su entorno sin entrar en el templo. En el templo más famoso de la ciudad la intervención prevista por su condición de EGA es crear una plaza en el entorno, en la fachada de la calle de Marina. Hasta ahora, las anteriores medidas que se han tomado en el entorno han terminado con los turistas colonizando cada metro cuadrado que se gana de espacio peatonal.

Conflicto vecinal en el Park Güell. El año pasado fueron 4,4 millones los visitantes a este parque, una cifra lejos de los nueve millones de 2012, antes de que se impusiera el pago de entrada (con polémica entre los vecinos que acusan al Ayuntamiento de haberlo privatizado). En el parque de Gaudí el Ayuntamiento ha subido la entrada de 10 a 18 euros y el consistorio gastará 39 millones a renovar el interior y entorno. También está intentando ordenar los accesos, sin demasiado éxito, y hay protestas tanto de vecinos como de guías turísticos.

Planes de usos bienintencionados pero con agujeros. Los planes de usos, una herramienta urbanística que permite definir qué locales comerciales o servicios pueden abrirse en una zona delimitada, han sido un instrumento recurrente en la última década. El de mayor envergadura fue el de Ciutat Vella (que va por la segunda versión), el distrito del centro más presionado, donde no se pueden abrir negocios vinculados al turismo o al ocio. También se han redactado cuando abrió el remodelado mercado de Sant Antoni, o incluso en barrios que se han puesto al día (Sant Andreu) o con reformas de calado (superilla Eixample). Pero tienen agujeros: el más claro es el de Ciutat Vella, donde bajo un paraguas no vetado, como las floristerías o peluquerías, han proliferado decenas de tiendas vinculadas al cultivo del cannabis o salones de uñas. El cierre de estos locales no es sencillo, pero comienza a dar frutos.

Exprimir la fiscalidad turística. La ciudad ha convertido la fiscalidad turística en la segunda fuente de tributos para el Ayuntamiento, tras el Impuesto de Bienes Inmuebles. El Consistorio ha subido el precio de las entradas de recintos que controla (como el Park Güell), ha aumentado el tramo local de la tasa turística a determinados alojamientos o colectivos, como los cruceristas en tránsito, el aparcamiento a los autocares o el IBI a los hoteles de lujo y las instalaciones portuarias donde atracan los cruceros.

Alejar y cerrar terminales de cruceros. Esta es otra de las batallas que tiene periódicamente nuevas entregas. Si Colau alejó las terminales de cruceros de la ciudad (aunque podían crecer en número y albergar buques cada vez más grandes), ahora Collboni promete reducir las terminales existentes. Recién estrenada la nueva de MSC, entre otras opciones figura cerrar la que utilizaba antes esta empresa o no construir la que está pendiente.

Un comisionado para el sector. La medida más reciente tomada por el Ayuntamiento ha sido el nombramiento de un comisionado de Turismo, una figura para la que ha elegido al experto, asesor y profesor de la Universitat de Girona, José Antonio Donaire. Fue él quien hizo un estudio sobre cuántos turistas caben en Barcelona y qué capacidad tiene la ciudad para soportar más. Concluyó que en última instancia depende de decisiones políticas. Donaire tiene ahora el encargo de dar con la receta (o el menú con varios platos) para que Barcelona no muera de éxito.

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