El aumento de armas de fuego vinculadas a la marihuana debilita el frágil equilibrio de la Font de la Pólvora de Girona

El negocio cada vez más lucrativo de la marihuana y la proximidad con la frontera francesa ha hecho que varios grupos de crimen organizado de Toulouse, Perpiñán o Marsella compren la droga en Girona para distribuirla por Europa. El aumento de plantaciones de marihuana conlleva armas de fuego, cada vez más habituales y de mayor potencia, para protegerlas de los vuelcos (robos entre clanes). Y algunas pistolas incluso se intercambian por droga, como el oro. Esta situación ha afectado de lleno a la Font de la Pólvora de Girona, considerado uno de los barrios más conflictivos de Cataluña, donde hace años algunos de sus habitantes cambiaron el negocio de la chatarra por el tráfico de drogas. Según la policía, aunque solo una pequeña parte trafica, una parte nada desdeñable del barrio vive directa o indirectamente de ello. Y quienes no lo hacen, callan para evitarse problemas.

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 El barrio ha vivido un doble asesinato, tiroteos y problemas de orden público en los últimos meses  

El negocio cada vez más lucrativo de la marihuana y la proximidad con la frontera francesa ha hecho que varios grupos de crimen organizado de Toulouse, Perpiñán o Marsella compren la droga en Girona para distribuirla por Europa. El aumento de plantaciones de marihuana conlleva armas de fuego, cada vez más habituales y de mayor potencia, para protegerlas de los vuelcos (robos entre clanes). Y algunas pistolas incluso se intercambian por droga, como el oro. Esta situación ha afectado de lleno a la Font de la Pólvora de Girona, considerado uno de los barrios más conflictivos de Cataluña, donde hace años algunos de sus habitantes cambiaron el negocio de la chatarra por el tráfico de drogas. Según la policía, aunque solo una pequeña parte trafica, una parte nada desdeñable del barrio vive directa o indirectamente de ello. Y quienes no lo hacen, callan para evitarse problemas.

El nivel de violencia de las mafias vinculadas a la marihuana en Francia, donde existen barrios en los que la policía ni siquiera puede entrar, es mayor que en España. A los investigadores les preocupa que los jóvenes de la Font copien ese tipo de comportamientos. Que la mafia marsellesa, con la que mantienen vínculos cada vez más estrechos, se convierta en su referente, y señalan ya las primeras señales: más tráfico de marihuana, más armas, más violencia y más tiroteos. “Antes podían acabar a golpes o navajazos, ahora los tiros están a la orden del día”, aseguran.

Un ejemplo del vínculo de la mafia marsellesa con la Font de la Pólvora es el doble asesinato con una AK-47 (un arma de guerra) la pasada verbena de Sant Joan. Una de las reacciones de la familia de los dos muertos fue arrasar las propiedades de los atacantes. Solo dos meses después, en agosto, el rapero marsellés So La Zone grabó en el barrio un videoclip en el que canta mientras recrea el secuestro y ejecución a tiros de un hombre sobre las cenizas de lo quemado en la venganza de los asesinatos. En las imágenes, aparecen armas largas, una exhibición de fuerza que preocupó a la policía por las posibles vinculaciones entre clanes de la Font y Marsella.

Desde entonces, se han producido más conflictos de orden público en el barrio, como el destrozo del centro cívico, que acabó con la policía apedreada, o un tiroteo el pasado 5 de abril, que investigan los Mossos d’Esquadra. “Antes solo los cabecillas tenían armas, ahora es generalizado. En los registros, rara vez aparecía una, ahora en una plantación debes buscar el arma, porque seguro que está”, afirma un policía.

La Font de la Pólvora, considerado por la policía como uno de los barrios más conflictivos de Cataluña, recibe su nombre porque se construyó en torno a una fuente de aguas mineromedicinales bajo los antiguos polvorines. Desde que nació, es una zona con problemas socioconómicos. En los años 70, el Ministerio de la Vivienda construyó 500 pisos para alojar las olas migratorias de Extremadura, Murcia y Andalucía. Las 5.000 personas que estaban en chabolas fueron reubicadas en la Font de la Pólvora, Mas Ramada y Vila-roja, en edificios de mala calidad y sin planeamiento urbanístico.

Durante muchos años, en la Font se vivía sobre todo de la venta en mercados ambulantes y de chatarra. En los 80, algunos pasaron a vender drogas y se convirtió en una zona sin normas de urbanidad que la policía evitaba. Desde la crisis de 2008, proliferaron cultivos indoor de marihuana, defraudación eléctrica, cortes de luz y quejas.

Endesa alertó entonces de que “los grandes consumos por marihuana con la red pinchada la sobrecargan y se producen cortes o incendios”. Pidió más implicación para resolver la situación, “síntoma de una problemática social, no la causa”, y auguró que “más potencia no era la solución”. La auditoría externa encargada por el Consistorio concluyó en 2022 que el fraude eléctrico se situaba en el 45%, lo que llevaba al límite a la red. Endesa invirtió 130.000 euros en nuevas líneas y puso otro centro transformador. Los cortes cesaron, pero han vuelto, con un consumo que multiplica por seis el habitual.

Tras los altercados de las últimas semanas, el Consistorio anunció el Plan Integral de Girona Este (no es el primero) a cargo de un técnico, que deberá desarrollarlo y seguir su evolución. El pasado 10 de abril, la policía local y los Mossos se desplegaron en la zona, en un operativo para controlar personas, vehículos, espacios comunes de los edificios y detectar delitos e infracciones administrativas. Se acompañó a la brigada municipal con dos retroexcavadoras a retirar desechos de calles y plazas y a Endesa a inspeccionar conexiones. El 56% de los pisos controlados por los agentes tenía la red pinchada. También retiraron tres coches abandonados y denunciaron 2 barbacoas en la vía pública.

La principal reivindicación del barrio es la limpieza, y que la policía acuda cuando se la necesita. En corrillos improvisados en la calle, los vecinos piden ayuda para la zona. “Mi barrio es el mejor”, dice una joven. “Hay sentimiento y orgullo de comunidad, respeto y mucha vida en la calle”, destaca uno de sus pastores evangélicos, que mantiene que en la Font “hay gente buena y mala, como en todas partes”. No se sienten marginados, pero creen que “se les margina”. “Los de la limpieza pasan una vez a la semana, y no hacen mantenimiento”, se quejan. El Ayuntamiento asegura que a la Font se le da el mismo trato que a cualquier otro barrio, aunque allí se acumula la basura y los desperdicios. “Los niños juegan con ratas, están acostumbrados”, lamenta un vecino, y una madre critica que el parque solo tiene un columpio. Pero cuando les pusieron una mesa de ping-pong alguien la acabó usando de barbacoa, lamentan algunos, sobre la evolución del barrio.

La idiosincrasia de la Font la hace diferente y peculiar. La voluntad de los vecinos, del Ayuntamiento y de la policía es desescalar la tensión de las últimas semanas. A pesar de que la figura tradicional del patriarca ya no existe, tres representantes se reunieron con los Mossos para llegar a “acuerdos”. Tienen claro que la apertura del barrio al resto de la ciudad y a sus normas de convivencia necesita la implicación de sus vecinos y que no será fácil, ni rápido.

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