Un informe que analiza los «indicadores vitales del planeta» subraya los riesgos de una posible reacción en cadena, que se inicie al alcanzar un punto de no retorno del calentamiento global Leer Un informe que analiza los «indicadores vitales del planeta» subraya los riesgos de una posible reacción en cadena, que se inicie al alcanzar un punto de no retorno del calentamiento global Leer
La crisis climática de la Tierra se acelera a un ritmo alarmante. Un nuevo informe publicado en la revista BioScience alerta de que el planeta se está acercando al caos climático a causa del calentamiento global. El documento, producto de una colaboración entre centros de investigación de varios países, revela que 22 de los 34 «indicadores vitales» han alcanzado niveles alarmantes y sin precedentes. Y que muchos de ellos no sólo no están mejorando, sino que siguen una tendencia negativa.
Con el término de «indicadores vitales» los autores hacen referencia a parámetros importantes sobre las actividades humanas y sus respuestas climáticas asociadas. Incluyendo el consumo de energía, las emisiones y concentraciones de gases de efecto invernadero (GEI), la evolución de las temperaturas globales, de las masas de hielo, las condiciones oceánicas y los patrones climáticos extremos. Y para ello se apoyan en datos globales del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).
Así, el análisis confirma que en 2024 el planeta experimentó su año más caluroso jamás registrado (y probablemente el más caluroso en al menos los últimos 125.000 años), marcando lo que los investigadores denominan una «escalada en la agitación climática». El informe subraya los riesgos de una posible reacción en cadena, que se inicie al alcanzarse un punto de no retorno del calentamiento global.
Entre sus consecuencias se incluiría un posible colapso de la Circulación de vuelco meridional del Atlántico. La perturbación de este flujo, que transporta hacia el norte agua cálida en las capas superiores del océano y aguas más frías y profundas hacia el sur, «podría desencadenar perturbaciones climáticas abruptas e irreversibles», según los autores. También cambios drásticos en los patrones meteorológicos de las regiones cercanas, entre ellos, la intensificación de las sequías y las inundaciones y la reducción de la productividad agrícola en regiones clave.
También recoge que los fenómenos meteorológicos extremos aumentaron notablemente en 2024 y 2025. Hasta agosto de este año, la temporada de incendios forestales de la Unión Europea ya era la más extensa jamás registrada, con más de un millón de hectáreas quemadas. La pérdida de cobertura arbórea relacionada con los incendios forestales ha alcanzado máximos históricos.
A pesar de esas graves amenazas que pesan sobre el planeta, los científicos hacen énfasis en que «las estrategias de mitigación del cambio climático existen, son rentables y se necesitan con urgencia. Desde la protección de los bosques y las energías renovables hasta las dietas ricas en vegetales, aún podemos limitar el calentamiento si actuamos con audacia y rapidez», insisten en el informe, que se publica a sólo unos días del comienzo de la COP30 en Brasil.
En este sentido, el documento explora los grupos de acciones de mayor impacto para el clima, que incluyen estrategias de descarbonización en diferentes sectores como la energía, la biodiversidad y el sistema alimentario mundial. En concreto, la rápida reducción de los combustibles fósiles supondría una de las mayores contribuciones a la mitigación del cambio climático. Las fuentes de energía renovables, por ejemplo, tienen el potencial de suministrar hasta el 70% de la electricidad mundial en 2050, según el informe.
«Existen estrategias de mitigación climática que son rentables y urgentemente necesarias; aún podemos limitar el calentamiento si actuamos con decisión y rapidez», afirma William Ripple, profesor de la Universidad Estatal de Oregón y coautor principal del trabajo. «Pero la ventana se está cerrando. Sin estrategias eficaces, nos enfrentaremos rápidamente a riesgos cada vez mayores que amenazan con desbordar los sistemas de paz, gobernanza y de salud pública y los ecosistemas. En resumen, nos encaminaríamos rápidamente hacia el caos provocado por el clima».
Otras estrategias destacadas en el informe incluyen la reducción del desperdicio alimentario, que representa aproximadamente entre el 8% y el 10% de las emisiones mundiales de GEI. También el cambio hacia dietas más ricas en vegetales, que pueden reducir sustancialmente las emisiones y que promueven a la vez la salud humana y la seguridad alimentaria.
Por otro lado, la protección y restauración de ecosistemas como bosques, humedales, manglares y turberas podría eliminar o evitar alrededor de 10 gigatoneladas de emisiones de dióxido de carbono al año para 2050. Eso equivale a ahorrar, aproximadamente, el 25% de las emisiones anuales actuales, además de favorecer la biodiversidad y la seguridad hídrica.
El informe señala que «el coste de mitigar el cambio climático es probablemente mucho menor que los daños económicos globales que podrían causar los impactos relacionados con el clima» y que cada fracción de grado de calentamiento evitado es importante para el bienestar humano y ecológico.
Incluso pequeñas reducciones en el aumento de la temperatura pueden disminuir significativamente el riesgo de fenómenos meteorológicos extremos, la pérdida de biodiversidad, la inseguridad alimentaria y del agua, así como los riesgos que plantea sobrepasar puntos de no retorno climáticos. «No es demasiado tarde para limitar el daño, incluso si no se alcanza el objetivo de mitigación de la temperatura establecido en el Acuerdo de París de 2015», subraya William Ripple.
Los autores hacen hincapié en que retrasar la acción climática supone mayores costes e impactos más graves, mientras que unas medidas rápidas y coordinadas pueden reportar beneficios inmediatos para las comunidades y los ecosistemas de todo el mundo.
Destacan el poder de la acción colectiva y señalan que movimientos ciudadanos no violentos y sostenidos, incluso a pequeña escala, pueden influir en normas y en las políticas públicas, lo que pone de relieve un camino fundamental a seguir en medio del estancamiento político y la crisis ecológica. «También necesitamos movimientos populares que defiendan una eliminación gradual y socialmente justa de los combustibles fósiles y la limitación de la influencia financiera y política de la industria de los hidrocarburos», concluye el científico.
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