El Caminho Português da Costa está disparado. No hay ruta jacobea que crezca más ni más rápido, en especial gracias a los extranjeros y en particular a los estadounidenses y alemanes, además de los portugueses y brasileños. Hasta el punto de amenazar, desde su tercer puesto, al que ocupa la segunda posición en el podio de los Caminos, el Portugués Central, otro fenómeno de masas al que ya solo le hace sombra el Camino Francés con toda su carga histórica, simbólica y mágica. La Oficina del Peregrino en Compostela lleva minuciosa cuenta: cerrado el balance de julio de 2025, el mes de Santiago, desde enero llegaron 295.011 viajeros por los 17 Caminos reconocidos. Por la ruta francesa arribaron 135.219 peregrinos; por la portuguesa que viene desde Lisboa a través del interior del país vecino, 56.020; y por la vía lusa de la costa, desde Oporto hasta atravesar la frontera líquida del Miño entre Caminha y A Guarda (Pontevedra), 48.871 caminantes y ciclistas (de los que solo 8.661 son españoles).
Cientos de viajeros diarios contratan botes para cruzar el río en la ruta jacobea por la costa. Las empresas compiten por ‘pescar’ peregrinos en medio de denuncias, amenazas e inspecciones
El Caminho Português da Costa está disparado. No hay ruta jacobea que crezca más ni más rápido, en especial gracias a los extranjeros y en particular a los estadounidenses y alemanes, además de los portugueses y brasileños. Hasta el punto de amenazar, desde su tercer puesto, al que ocupa la segunda posición en el podio de los Caminos, el Portugués Central, otro fenómeno de masas al que ya solo le hace sombra el Camino Francés con toda su carga histórica, simbólica y mágica. La Oficina del Peregrino en Compostela lleva minuciosa cuenta: cerrado el balance de julio de 2025, el mes de Santiago, desde enero llegaron 295.011 viajeros por los 17 Caminos reconocidos. Por la ruta francesa arribaron 135.219 peregrinos; por la portuguesa que viene desde Lisboa a través del interior del país vecino, 56.020; y por la vía lusa de la costa, desde Oporto hasta atravesar la frontera líquida del Miño entre Caminha y A Guarda (Pontevedra), 48.871 caminantes y ciclistas (de los que solo 8.661 son españoles).
La vía portuguesa litoral le pisa los talones a su hermana, con entre 300 y 400 viajeros por día y un crecimiento anual de casi el 20%; y todas esas personas necesitan atravesar la desembocadura del río al llegar a la raia, porque entre Caminha y A Guarda no hay puente internacional como los que existen en otras localidades fronterizas. El primer viaducto está en Vila Nova de Cerveira, a 12 kilómetros río adentro. Pero es que, además, el ferri de la Câmara Municipal de Caminha, que funcionaba desde 1995, se suspendió con la pandemia en 2020 y ya nunca pudo volver a trabajar. La Foz, el estuario donde muere el Miño, se fue llenando de toneladas de arena y sedimentos y los canales de navegación entre orillas se han vuelto impracticables para el ferri Santa Rita de Cassia.
Así que, ante un Camino que corre desbocado, desde hace cinco años proliferaron las barcas particulares y las empresas, sobre todo portuguesas. Veteranos pescadores de la zona se han reconvertido en taxistas de peregrinos, un negocio rentable entre los meses de marzo y noviembre, a razón de 6 euros el pasaje (siete para bicis, ocho para eléctricas), que solo es de ida y lleva 5 minutos.
La relación entre algunos de ellos ha ido enfangándose hasta convertirse en “guerra sucia”, explica uno de los empresarios a El País. Asegura que hay dos rivales en el negocio que están enturbiando un sector en auge en el que “hay para todos”. Y enumera amenazas, agresiones físicas y lesiones que acabaron en urgencias. Hace pocos años, uno de los barqueros llegó a “sacar una pistola”, cuenta. Guarda, como ejemplo del ambiente enrarecido, un vídeo que circuló en una red social en el que un navegante hablaba de “matar o morir” por “el pan” de su hija y concluía: “No es una amenaza, es un hecho”. La lucha por echar la caña al mayor número posible de peregrinos empieza a librarse etapas antes en el Camino, donde los barqueros despliegan a sus parientes para pescarlos.
Por su parte, Miguel Giráldez, gestor de Xacobeo Transfer, la única naviera gallega, respaldada por la Xunta, que opera en la zona, no se muerde la lengua. Define a estos empresarios como “piratas”, que ante la “vista gorda” de las autoridades “de este lado” desembarcan a los peregrinos “en playas” (en lugar de en el muelle) para no tener que declararlos y “no pagar tasas a Portos de Galicia”. “El día que haya un accidente será una desgracia”, avisa. “Esta gente no entiende la competencia”, protesta, “se puede hacer limpiamente, pero no. Actúan como si tuvieran patente de corso y usan mil artimañas. Llegan a acosar y a insultar a los peregrinos que no los contratan, y no sé cómo hacen, pero hasta logran engañar a algunos y venderles billetes aunque vengan con el pasaje comprado online en nuestra web”.

El 13 de julio, a raíz de unas denuncias, las autoridades portuguesas desplegaron sus barcos para acabar con lo que califican de “desmadre”. Inspeccionaron nueve embarcaciones pertenecientes a seis propietarios (una gallega, el resto, lusas). Detectaron 50 infracciones de diverso calado y las más graves acabaron con la suspensión temporal de la actividad de tres barcazas. El “operativo de control y fiscalización” del transporte de peregrinos fue dirigido por la Autoridade Marítima Nacional, con efectivos del Comando Local de la Policía Marítima de Caminha, la Câmara Municipal, la Autoridade de Segurança Alimentar, la Autoridade para as Condiçoes do Trabalho y la Guardia Nacional Republicana. Todos estos organismos repartieron multas y las barcas acabaron arreglando papeles. Además, la GNR anunció “puntos de control” a lo largo del Camino y retiró “publicidad y estructuras [de venta de billetes] no permitidas”.
No fue una simple inspección, sino un aviso a navegantes para un Camino que crece vertiginosamente y que en Galicia pasa por A Guarda, Oia, Baiona y Vigo hasta fundirse con el Central en Redondela (Pontevedra). La rivalidad entre unos y otros se palpa en los muelles de Caminha, donde se reparten críticas para todos. Hay empresarios que se quejan de que la policía no vigila si los marineros van “borrachos o drogados” y barqueros que aseguran que al llegar a Galicia los “funcionarios de la Xunta” les hacen fotos, a ellos y a los peregrinos. En Portugal, los taxistas del río no solo se quejan de los otros barqueros portugueses que asaltan a los viajeros con su publicidad, ofreciendo transporte, sino de la empresa española, Xacobeo Transfer, a la que critican por disponer de pantalán (en las dos orillas) y por su web, que permite reservar “¡hasta desde Japón!”, protestan. El 90% de los billetes de Xacobeo Transfer, dice Giráldez, se venden online. La empresa, con horarios fijados según las mareas, transporta una media de 120 peregrinos al día, “todos declarados”.
Los barcos portugueses no tienen horario: funcionan a demanda y el goteo es constante. Los billetes de Taxi Mar se compran en el aún llamado Bar do Ferri, cerca de donde la embarcación que cruzaba antiguamente pasajeros y coches ha permanecido varada cinco años. La semana pasada, sin embargo, el cascarón oxidado cruzó con dificultad a la orilla gallega para que un astillero “evalúe su viabilidad”, explica Rui Lages, presidente de la Cámara. Hay vecinos de Caminha que desconfían que acabará desguazándose, porque mientras los gobiernos de España y Portugal no se pongan de acuerdo para dragar el río, cada vez se vuelve más peligroso navegar y el ferri está condenado a ser un barco fantasma.
En el Bar do Ferri, los peregrinos toman cerveja artesanal do Avo [el abuelo] Fernando y descansan de la caminata bajo el sol. Se levantaron a las cinco de la mañana y es mediodía. Después, sin prisa, porque aquí todo fluye —el Camino y el río fluyen— se dirigen a la cala donde les aguarda Rui Magalhães. Taxi Mar es la empresa más fuerte al otro lado de la raia. Fue, en realidad, la primera que existió, como servicio de apoyo del ferri. Preguntado por la rivalidad existente, el barquero matiza: “No es guerra, es negocio”.
Magalhães, hoy barquero de peregrinos y antiguo pescador, se conoce el estuario “como la palma de la mano” y ha llegado a cruzar “con vientos de 100 kilómetros”. Es un veterano que carga y descarga en menos de nada a las alemanas Ulrika y Nina y a los californianos Matthew e Isaac. Y enseguida vuelve para llevarse al otro lado a la alicantina Cris García Sevilla, con seis Caminos en sus botas; a José Mari Canales y su hijo Joseba, de Durango (con tres) y al canario Andrés Ramírez (también con tres Caminos recorridos). Por primera vez, desde que salió de su casa, Ramírez va a tener que cambiar la hora al cruzar el Miño hacia el norte. Tostado como un lobo de mar, o de estuario, Magalhães levanta los pulgares y presume: “Soy un profesional, el río es mi vida”.
Feed MRSS-S Noticias