El G-7 inaugura su cumbre en Canadá con una meta: evitar el cisma entre Trump y sus socios occidentales

La última vez que Canadá presidió una cumbre del G-7, una fotografía pasó a la historia. Era 2018, en Charlevoix. La canciller alemana, Angela Merkel, se inclinaba sobre una mesa, aparentemente furibunda, en dirección a un Donald Trump que la miraba con desdén, entre las caras de preocupación o circunstancias del presidente francés, Emmanuel Macron; el primer ministro japonés, Shinzo Abe, o el entonces consejero de Seguridad Nacional de EE UU, John Bolton. Ningún comunicado ni ninguna filtración pudo describir mejor cómo se desarrolló aquella cita, en la que Trump acusó al anfitrión, Justin Trudeau, de ser “deshonesto” y se marchó de sopetón antes de la clausura.

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 Los líderes de las economías desarrolladas abordarán en su reunión la crisis en Oriente Próximo, Ucrania y el comercio  

La última vez que Canadá presidió una cumbre del G-7, una fotografía pasó a la historia. Era 2018, en Charlevoix. La canciller alemana, Angela Merkel, se inclinaba sobre una mesa, aparentemente furibunda, en dirección a un Donald Trump que la miraba con desdén, entre las caras de preocupación o circunstancias del presidente francés, Emmanuel Macron; el primer ministro japonés, Shinzo Abe, o el entonces consejero de Seguridad Nacional de EE UU, John Bolton. Ningún comunicado ni ninguna filtración pudo describir mejor cómo se desarrolló aquella cita, en la que Trump acusó al anfitrión, Justin Trudeau, de ser “deshonesto” y se marchó de sopetón antes de la clausura.

Siete años más tarde, Canadá vuelve a acoger a partir de este domingo y durante tres días una cumbre de las economías desarrolladas, esta vez en Kananaskis, un idílico -y aislado- emplazamiento en sus montañas Rocosas. Para muchos, como el japonés Shigeru Ishiba, el alemán Friedrich Merz o el propio anfitrión, Mark Carney, es su primer G-7. También es la primera cumbre de Trump tras su regreso a la Casa Blanca. Pero como entonces, la reunión llega bajo el temor a un cisma entre Washington y sus socios occidentales por asuntos como las amenazas arancelarias del presidente estadounidense, a los que ahora se suman Ucrania o la aportación a la OTAN. Los ataques entre Israel e Irán y el peligro de una escalada en Oriente Próximo, un asunto que se ha agregado a los temas prioritarios a abordar, añaden nueva urgencia a la situación.

Evitar rupturas perceptibles, y que la cumbre se cierre sin encontronazos memorables será la gran misión del flamante primer ministro de Canadá, que tiene ante sí el papel de anfitrión de un Trump que repite una y otra vez su ambición de anexionar a este país como parte de Estados Unidos. Otros quieren dejar claro que no se dejarán amilanar por las bravuconadas o presiones del republicano. De camino a Kananaskis, el francés Emmanuel Macron visitaba este domingo Groenlandia, otro territorio que Trump también tiene interés en controlar. Su parada, declaraba el presidente galo, buscaba demostrar la solidaridad de su país y de la UE sobre la “integridad territorial” y la “soberanía” de la isla ártica bajo soberanía danesa.

“El mejor escenario posible que puede emerger, en mi opinión, es que al final de la cumbre no haya habido verdaderas peleas”, opina el presidente para economía internacional del think tank Atlantic Council, Joseph Lipsky. Un enfrentamiento público entre Trump y los líderes aliados “solo causará más división y no beneficiará a ningún país a medio o largo plazo”, agrega.

No habrá un comunicado final, como solía ser el caso en cumbres pasadas, para minimizar el riesgo de desacuerdos o espantadas. En su lugar, Carney emitirá al cierre de la reunión, el martes, una “declaración del presidente” de resumen de lo abordado en las dos jornadas de sesiones. También habrá varias declaraciones del grupo sobre los asuntos que la presidencia canadiense ha elegido como prioridades, desde la seguridad en las cadenas de suministro de minerales críticos a la lucha contra la injerencia extranjera en los procesos electorales.

Los líderes también examinarán la situación creada por los bombardeos que empezó Israel y a los que ha replicado Irán, un intercambio del que este domingo llegaba una nueva andanada. “Este tema figurará muy arriba en la agenda de la cumbre”, declaraba Merz antes de comenzar su viaje. Las metas, explicaba, son evitar que Teherán logre hacerse con armamento nuclear, garantizar el derecho de Israel a defenderse, evitar una escalada y abrir espacio para la negociación.

Además de la situación en Oriente Próximo, o Ucrania, el comercio será uno de los grandes asuntos a tratar, tanto en las plenarias -la primera sesión se dedicará a ello- como en las conversaciones informales, en grupo o bilaterales. Los aranceles de Trump, estén ya en marcha o se perfilen en el horizonte, no forman parte de la agenda formal, pero sí están presentes en las mentes de todos.

Trump, apunta Lipsky, querrá hablar sobre un frente común con el que hacer frente al auge de China. “Los líderes pueden contestarle que este tipo de coordinación… sería más fácil si él no estuviera imponiendo gravámenes a sus aliados”, apunta el experto.

Para evitar posibles tropezones en las conversaciones bilaterales entre los líderes – esas charlas en petit comité que son la razón de ser del G7-, los mandatarios y sus delegaciones celebraban toda una gama de contactos y llamadas previas, antes de sus llegadas a Kananaskis a lo largo de este domingo.

Trump y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, trataban en una conversación telefónica el sábado las negociaciones sobre aranceles, “la tensa situación geopolítica en Oriente Medio y la necesidad de una coordinación más estrecha sobre el impacto en los mercados de energía”, según explicaba la dirigente europea en un mensaje en redes sociales. La líder también reiteraba el compromiso de la UE para lograr un acuerdo arancelario favorable antes del 9 de julio, la fecha que ha fijado el estadounidense para imponer gravámenes del 50% al bloque.

Conversaciones similares se producían también entre las delegaciones de Estados Unidos y de Japón, uno de los países invitados a la cumbre, como Sudáfrica (anfitrión de la cumbre del G-20 este año), Corea del Sur, India, Ucrania, Brasil o Australia. El primer ministro nipón, Shigeru Ishiba, espera mantener una bilateral con el estadounidense para convencerle de que retire los aranceles a los vehículos japoneses. Por su parte, la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, también invitada, aseguraba que se reunirá con Trump durante los días de conversaciones en Kananaskis.

“El presidente está deseoso de promover sus metas en todas las áreas que se van a tratar, incluido hacer que las relaciones comerciales de Estados Unidos sean justas y recíprocas”, declaraba un alto cargo estadounidense el viernes al repasar la cumbre.

Ucrania

Una de las citas que se analizará más de cerca será la posible bilateral entre el estadounidense y el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, la segunda reunión entre ambos después de su infausto encuentro en el Despacho Oval en febrero, que degeneró en una bronca pública sin precedentes de Trump hacia el líder del país invadido.

Los líderes del G-7 tienen previsto abordar la situación en el país en sus sesiones; los europeos tratarán de lograr el respaldo estadounidense a sanciones más duras contra Moscú, especialmente en su fundamental sector petrolero. Pero dada la posición del estadounidense, más proclive a apoyar a Moscú que a Kiev, y el impacto que ya está dejando la crisis en Oriente Próximo en los precios del crudo, es probable que no se logre un resultado sustancial. Los representantes ucranios parecen conformarse con que los contactos con Trump se desarrollen de manera amistosa.

La cumbre en Kananaskis se celebrará apenas una semana antes que la reunión anual de la OTAN, en La Haya el 24 y 25 de junio, donde buena parte de los participantes de la cita canadiense se volverán a ver las caras para tratar de Ucrania, las contribuciones europeas a la Alianza y el futuro de Estados Unidos en la organización. Ambos encuentros marcarán la pauta sobre hasta qué punto Trump está dispuesto a colaborar con un sistema multilateral sobre el que se ha declarado profundamente escéptico.

“La gran cuestión aquí es si Estados Unidos sigue comprometido con formatos como el del G-7. Esa va a ser la gran prueba”, apunta Max Bergmann, especialista en asuntos europeos del centro de estudios CSIS.

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