El ‘show’ de Vito Quiles tensiona a la Universidad

“¡No os rindáis!”, grita Vito Quiles al megáfono, a hombros de un guardaespaldas. ¿Rendirse ante qué? Ante los “nidos de ratas marxistas” en los que se han convertido facultades como Filología, en la Universidad de Valencia, contra la que lanzaba su diatriba del pasado lunes. “Es muy complicado sentirse patriota” allí, lamentaba. “¡Pero por eso sois los tíos con más cojones de España!”.

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Manifestantes contrarios a Vito Quiles en Pamplona, el jueves, jornada en la que el 'influencer' de extrema derecha suspendió el acto que tenía previsto en la Universidad de Navarra, la única privada en el recorrido cubierto hasta ahora. El agitador ultra, una celebridad en las redes sociales, lleva su mensaje victimista a los campus, donde organiza actos sin permiso que acaban en tumultos  

“¡No os rindáis!”, grita Vito Quiles al megáfono, a hombros de un guardaespaldas. ¿Rendirse ante qué? Ante los “nidos de ratas marxistas” en los que se han convertido facultades como Filología, en la Universidad de Valencia, contra la que lanzaba su diatriba del pasado lunes. “Es muy complicado sentirse patriota” allí, lamentaba. “¡Pero por eso sois los tíos con más cojones de España!”.

El gentío rugía ante la alusión testicular. Y coreaba “rojo muerto, abono pa’ mi huerto”, uno de los cánticos que acompañan a Quiles desde que el 16 de octubre inició en la Autónoma de Barcelona su ruta por un puñado de universidades, con paradas hasta ahora en Granada, Sevilla, Málaga, Valencia y Alicante, todas públicas.

Es una gira con la que el agitador de extrema derecha, a base de provocaciones, consignas, gritos y sin debate de ideas alguno, ha logrado tensionar a la universidad española, tan vulnerable al cuestionamiento de su compromiso con la libertad de expresión, nuclear en su función histórica, como a los discursos populistas diseñados para dividir a los estudiantes y ajenos a la tradición académica.

A Quiles (Elche, 25 años) le gusta presentarse como una especie de Charlie Kirk español, como un soldado del mismo ejército que el fundador de Turning Point, pilar juvenil del trumpismo, idea que subrayó al anunciar su gira universitaria: “Tras el asesinato de Charlie Kirk […], cobra más sentido que nunca abanderar la libertad donde más amenazada está”.

Así se presentaba en bandeja la comparación Kirk-Quiles, lista para repetirse en las redes sociales y en los medios atentos a las nuevas andanzas de uno de los activistas que llevó al Congreso a introducir una reforma para garantizar la normalidad del trabajo periodístico. Quiles, el más famoso de todos ellos, el que —con olfato para lo que vende— ha convertido al diputado de ERC Gabriel Rufián en la presa preferida de sus persecuciones micro en mano.

Esquemáticamente, no es una comparación disparatada. Los dos son —en el caso de Kirk, era— comunicadores de extrema derecha que acuden a la Universidad a confrontar con la izquierda y allí suscitan muestras de rechazo, a veces airado, de quienes los consideran propagadores de odio. En realidad, es un ciclo acción-reacción típico de EE UU. De Kirk a Ben Shapiro, de Michael Knowles a Richard Spencer, diversas celebridades ultraderechistas se han valido de los campus como teatro de operaciones de su guerra cultural, dando pie a manifestaciones contrarias y concitando una enorme atención, que a su vez ceba su número de seguidores. Hasta ahí, puro fenómeno Quiles.

Pero varios elementos distinguen al español. A diferencia de Kirk y el resto de citados, Quiles no ha dado durante su gira ninguna charla, ni establecido ningún debate, ni presentado ningún libro o proyecto. “A Quiles no se le conoce ni una tesis política, ni más argumentario que regurgitar lo que lee en Twitter”, señala Iago Moreno, sociólogo especializado en extrema derecha y política digital, que recalca que con eso le ha valido para conseguir una gran popularidad, primero como follonero en el Congreso y ahora en las universidades.

No ha habido nada remotamente académico o cultural en su tour. Es más, en puridad no cabe hablar de una gira por las universidades, sino junto a las mismas, porque su show tiene lugar a las puertas, desde donde arenga a los adeptos que consigue convocar y denigra a quienes se manifiestan contra él, generando la atmósfera de un graderío futbolístico, en las antípodas de un aula o un claustro.

Confrontación

En Granada, ciudad universitaria por excelencia junto a Salamanca, están acostumbrados a los altercados, como el que protagonizó en marzo la exdiputada de Vox Macarena Olona, sacada en volandas de un acto en la Facultad de Derecho. Pero Quiles rompe los esquemas al rector, Pedro Mercado: “Es completamente distinto a lo visto hasta ahora. Había muchísima gente, muchos muy jóvenes, el acto se desarrolló fuera, no se había pedido permiso, ni nadie de dentro lo había promovido. Y no había ningún carácter académico ni de discusión. Quiles instrumentaliza la Universidad para negar lo que en esencia es: un lugar de debate. Cualquier persona tiene derecho de reunión y libertad de expresión. Pero tiene que ser de acuerdo a los cauces y en los foros que corresponde”.

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La dinámica se repite una universidad tras otra. Siempre hay tensión entre partidarios y detractores. Siempre hay intervención policial. Quiles también publica imágenes de los contrarios que le parecen más ridículos, para que sus seguidores acudan a mofarse. Con todo ello va generando polémicas que engordan sus cuentas de redes sociales —más de medio millón de seguidores tanto en X como en TikTok, más de un millón en Instagram— y se cuelan en la parrilla de las televisiones. Después de los alborotos, difunde mensajes de sí mismo en medio del ambiente acalorado lanzando proclamas unas veces eufóricas y otras victimistas, acusando a las universidades de censurarlo.

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“Solo tiene como objetivo la provocación y sembrar dudas sobre la Universidad porque, en el fondo, le molesta que seamos una institución que promueve el pensamiento crítico, la formación en valores y el respeto a la pluralidad”, se revuelve la presidenta de los rectores (CRUE), Eva Alcón. “Y esto es extrapolable a lo que está en juego hoy en nuestra sociedad, nuestro modelo de convivencia”, prosigue la también rectora de la Jaume I (Castellón).

Ana Salazar, experta en comunicación política, sintetiza su modus operandi: “Quiles ha cogido un patrón que funciona para captar atención y le ha quitado la parte del debate, centrándose en obtener en cada ciudad una imagen que remite a un campo de batalla, perfecta para la viralidad. Es puro marketing de confrontación”. “Por eso”, añade la directora de la consultora Idus3, “elige universidades con movimientos estudiantiles fuertes, porque busca polarización y visibilidad a costa de la universidad, fácil de presentar ante su público como parcial, ideologizada. Todo se traduce en capital para Quiles y en riesgo para la reputación y tensión para la universidad”.

Coincide Andrea Donofrio, profesor de Historia del Pensamiento Político de la Complutense. “Quiles ni siquiera aparenta una confrontación de ideas para ridiculizar al rival, como hacía Charlie Kirk. Se limita a gritar ‘rojo’ y poco más”, añade. Pero claro, añade, todo su show se basa “en el victimismo”, siempre a costa del rectorado de turno. “Las universidades públicas me prohíben hablar”, ha denunciado Quiles en un vídeo. Es el corazón de su mensaje.

Sin permiso

Según un recuento de este diario, Quiles solo ha intentado él mismo conseguir el permiso para un acto una vez, en la Universidad de Navarra, del Opus Dei, la única privada de las siete cubiertas hasta ahora por su tour. Logró hablar con la jefa de gabinete de la rectora, que tenía ya preparada la respuesta negativa. “Somos un espacio de pluralismo, diálogo, controversia y discusión de ideas, en el que no tiene cabida el activismo político o intereses personales”, explicó en una nota la institución, que incluso suspendió las clases el jueves por la tarde. Quiles no llegó a aparecer, con lo que hasta ahora todos sus actos han sido en universidades públicas. Pero eso no evitó los problemas en Pamplona. La Policía Nacional terminó cargando contra un grupo de un centenar de manifestantes abertzales y antifascistas que estaban esperándolo.

En cuanto a los otros diez campus previstos en su gira, ya ha visitado seis y tiene pendientes cuatro. Solo en tres se han presentado solicitudes, y de forma indirecta. En la Universidad de Málaga, lo intentó Students For Liberty, que se presenta como “una asociación apolítica de estudiantes”. El rectorado no autorizó el acto vistos “los incidentes y altercados en otras universidades” y ante el incumplimiento de los protocolos que exige la institución para estos permisos. En la Pablo de Olavide, en Sevilla, intentó obtener la venia un estudiante. “Primero pidió organizar un acto al que iba a venir este hombre”, cuenta su rector, Francisco Olivas. “Y, obviamente, se le contestó que no. Lo único que buscaba era la provocación, la confrontación y, sobre todo, la propagación de mensajes de intolerancia, de odio, de miedo… Lo que desgraciadamente hemos podido ver”. Olivas quiso, además, que la negativa fuese una decisión pública para evidenciar que al mantener la convocatoria Quiles incurría en “un acto de desobediencia”. Mientras que en en CEU, la asociación de alumnos Club Abantos ha registrado la petición y el centro está “viendo la disponibilidad” para asegurar la seguridad de todos.

Este viernes, tras los altercados en la capital navarra, Quiles anunció que suspendía una semana su gira para “coordinar con las autoridades un escenario que garantice la seguridad de la gente” y su ”derecho constitucional a la libertad de expresión”. La decisión deja en suspenso sus visitas a la Complutense, Las Palmas, La Laguna y el CEU en Madrid, la otra privada del tour además de la de Navarra.

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Amparo Navarro, rectora de la Universidad de Alicante, se enteró por las redes de la visita de Quiles, para la que no se había pedido permiso. “La mayoría de quienes participaron no eran de la universidad, sino jóvenes preuniversitarios que venían a ver a un influencer”. Tampoco los que le plantaron cara eran del campus, asegura. “Estamos muy preocupados por la desinformación, las noticias falsas, los bulos en las redes. En nuestros espacios, los estudiantes o nosotros organizamos actividades académicas, culturales, deportivas… que tengan un sentido formativo“, recuerda. “La juventud está muy polarizada y les enseñamos a respetar a quien no piensa igual, valores de tolerancia, inclusión o argumentación”.

Quiles no respondió a las preguntas de EL PAÍS.

¿Cómo reaccionar?

Desde Estados Unidos, el investigador sobre extrema derecha Connor Mulhern, responsable del proyecto Internacional Reaccionaria, observa con un déjà vu el bum de popularidad de Quiles, que al igual que otros provocadores ultras en su país ve en la Universidad el “escenario ideal” para sus escenificaciones, de las que advierte que son complicadas de neutralizar. “Su estrategia de victimizarse parece simple, pero es difícil de desactivar y pueden surgir imitadores. ¿Qué haces? ¿Lo ignoras? En edades universitarias, es casi imposible”, reflexiona desde la Complutense el profesor Donofrio, al que le inquieta la penetración del ideario de Quiles en los campus, pero no le sorprende porque responde a una demanda de “identitarismo, encuadre y uniformidad” entre los jóvenes, “sobre todo chicos”, en un momento de “crisis de valores e incertidumbre”. “Sea por estrategia o intuición, Quiles sabe a qué juega”, concluye.

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El sociólogo Iago Moreno tampoco infravalora a Quiles. “Sabe cómo funciona la conversación digital. Sus líos en el Congreso son lo único que ha funcionado en España de la plataforma Estado de Alarma, de Javier Negre”, señala, advirtiendo contra la reacción mayoritaria ante su notoriedad, consistente en exhibir “pánico moral” y criticar a quienes “se autoorganizan para darle una respuesta” con el argumento de que “se le da visibilidad”. “Ese discurso —añade— podía valer hace 10 años con Vox. Ahora Quiles es una figura destacada de un movimiento que no para de avanzar. Cuando hay un rechazo a sus actos no solo va contra Vito, sino contra todo un modelo de propaganda del odio, de secuestro de la atención mediática y de devaluación de la universidad”.

¿Y políticamente? ¿Qué significado tiene Quiles? Tras haber ido en la lista de Alvise Pérez en las europeas, ahora se mueve en torno a Vox y al PP —sobre todo de Madrid— ante el silencio expectante de las direcciones de los partidos. Grupos con solera en el universo ultra como Hazte Oír, o en el antiindependentismo en Cataluña como S’ha Acabat, o en el conservadurismo duro como Atenea, el laboratorio de ideas del exportavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, así como canales afines con audiencia masiva están respaldando su gira. Quiles ha cosechado tal protagonismo que se ha grabado un vídeo para desmentir, con una sonrisita, su salto a la política. “Lo que nos dice Quiles sobre la ultraderecha es que, con muy poco, puedes hacerte un hueco. Ahora Vox parece consolidado como la fuerza que atrae ese voto, pero Quiles está logrando una atención que mañana será un capital político con el que podrá negociar, ya veremos con quién y para obtener qué”, analiza la politóloga Ana Salazar.

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El ‘show’ de Vito Quiles tensiona a la Universidad

“¡No os rindáis!”, grita Vito Quiles al megáfono, a hombros de un guardaespaldas. ¿Rendirse ante qué? Ante los “nidos de ratas marxistas” en los que se han convertido facultades como Filología, en la Universidad de Valencia, contra la que lanzaba su diatriba del pasado lunes. “Es muy complicado sentirse patriota” allí, lamentaba. “¡Pero por eso sois los tíos con más cojones de España!”.

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Manifestantes contrarios a Vito Quiles en Pamplona, el jueves, jornada en la que el 'influencer' de extrema derecha suspendió el acto que tenía previsto en la Universidad de Navarra, la única privada en el recorrido cubierto hasta ahora. El agitador ultra, una celebridad en las redes sociales, lleva su mensaje victimista a los campus, donde organiza actos sin permiso que acaban en tumultos  

“¡No os rindáis!”, grita Vito Quiles al megáfono, a hombros de un guardaespaldas. ¿Rendirse ante qué? Ante los “nidos de ratas marxistas” en los que se han convertido facultades como Filología, en la Universidad de Valencia, contra la que lanzaba su diatriba del pasado lunes. “Es muy complicado sentirse patriota” allí, lamentaba. “¡Pero por eso sois los tíos con más cojones de España!”.

El gentío rugía ante la alusión testicular. Y coreaba “rojo muerto, abono pa’ mi huerto”, uno de los cánticos que acompañan a Quiles desde que el 16 de octubre inició en la Autónoma de Barcelona su ruta por un puñado de universidades, con paradas hasta ahora en Granada, Sevilla, Málaga, Valencia y Alicante, todas públicas.

Es una gira con la que el agitador de extrema derecha, a base de provocaciones, consignas, gritos y sin debate de ideas alguno, ha logrado tensionar a la universidad española, tan vulnerable al cuestionamiento de su compromiso con la libertad de expresión, nuclear en su función histórica, como a los discursos populistas diseñados para dividir a los estudiantes y ajenos a la tradición académica.

A Quiles (Elche, 25 años) le gusta presentarse como una especie de Charlie Kirk español, como un soldado del mismo ejército que el fundador de Turning Point, pilar juvenil del trumpismo, idea que subrayó al anunciar su gira universitaria: “Tras el asesinato de Charlie Kirk […], cobra más sentido que nunca abanderar la libertad donde más amenazada está”.

Así se presentaba en bandeja la comparación Kirk-Quiles, lista para repetirse en las redes sociales y en los medios atentos a las nuevas andanzas de uno de los activistas que llevó al Congreso a introducir una reforma para garantizar la normalidad del trabajo periodístico. Quiles, el más famoso de todos ellos, el que —con olfato para lo que vende— ha convertido al diputado de ERC Gabriel Rufián en la presa preferida de sus persecuciones micro en mano.

Esquemáticamente, no es una comparación disparatada. Los dos son —en el caso de Kirk, era— comunicadores de extrema derecha que acuden a la Universidad a confrontar con la izquierda y allí suscitan muestras de rechazo, a veces airado, de quienes los consideran propagadores de odio. En realidad, es un ciclo acción-reacción típico de EE UU. De Kirk a Ben Shapiro, de Michael Knowles a Richard Spencer, diversas celebridades ultraderechistas se han valido de los campus como teatro de operaciones de su guerra cultural, dando pie a manifestaciones contrarias y concitando una enorme atención, que a su vez ceba su número de seguidores. Hasta ahí, puro fenómeno Quiles.

Pero varios elementos distinguen al español. A diferencia de Kirk y el resto de citados, Quiles no ha dado durante su gira ninguna charla, ni establecido ningún debate, ni presentado ningún libro o proyecto. “A Quiles no se le conoce ni una tesis política, ni más argumentario que regurgitar lo que lee en Twitter”, señala Iago Moreno, sociólogo especializado en extrema derecha y política digital, que recalca que con eso le ha valido para conseguir una gran popularidad, primero como follonero en el Congreso y ahora en las universidades.

No ha habido nada remotamente académico o cultural en su tour. Es más, en puridad no cabe hablar de una gira por las universidades, sino junto a las mismas, porque su show tiene lugar a las puertas, desde donde arenga a los adeptos que consigue convocar y denigra a quienes se manifiestan contra él, generando la atmósfera de un graderío futbolístico, en las antípodas de un aula o un claustro.

Confrontación

En Granada, ciudad universitaria por excelencia junto a Salamanca, están acostumbrados a los altercados, como el que protagonizó en marzo la exdiputada de Vox Macarena Olona, sacada en volandas de un acto en la Facultad de Derecho. Pero Quiles rompe los esquemas al rector, Pedro Mercado: “Es completamente distinto a lo visto hasta ahora. Había muchísima gente, muchos muy jóvenes, el acto se desarrolló fuera, no se había pedido permiso, ni nadie de dentro lo había promovido. Y no había ningún carácter académico ni de discusión. Quiles instrumentaliza la Universidad para negar lo que en esencia es: un lugar de debate. Cualquier persona tiene derecho de reunión y libertad de expresión. Pero tiene que ser de acuerdo a los cauces y en los foros que corresponde”.

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La dinámica se repite una universidad tras otra. Siempre hay tensión entre partidarios y detractores. Siempre hay intervención policial. Quiles también publica imágenes de los contrarios que le parecen más ridículos, para que sus seguidores acudan a mofarse. Con todo ello va generando polémicas que engordan sus cuentas de redes sociales —más de medio millón de seguidores tanto en X como en TikTok, más de un millón en Instagram— y se cuelan en la parrilla de las televisiones. Después de los alborotos, difunde mensajes de sí mismo en medio del ambiente acalorado lanzando proclamas unas veces eufóricas y otras victimistas, acusando a las universidades de censurarlo.

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“Solo tiene como objetivo la provocación y sembrar dudas sobre la Universidad porque, en el fondo, le molesta que seamos una institución que promueve el pensamiento crítico, la formación en valores y el respeto a la pluralidad”, se revuelve la presidenta de los rectores (CRUE), Eva Alcón. “Y esto es extrapolable a lo que está en juego hoy en nuestra sociedad, nuestro modelo de convivencia”, prosigue la también rectora de la Jaume I (Castellón).

Ana Salazar, experta en comunicación política, sintetiza su modus operandi: “Quiles ha cogido un patrón que funciona para captar atención y le ha quitado la parte del debate, centrándose en obtener en cada ciudad una imagen que remite a un campo de batalla, perfecta para la viralidad. Es puro marketing de confrontación”. “Por eso”, añade la directora de la consultora Idus3, “elige universidades con movimientos estudiantiles fuertes, porque busca polarización y visibilidad a costa de la universidad, fácil de presentar ante su público como parcial, ideologizada. Todo se traduce en capital para Quiles y en riesgo para la reputación y tensión para la universidad”.

Coincide Andrea Donofrio, profesor de Historia del Pensamiento Político de la Complutense. “Quiles ni siquiera aparenta una confrontación de ideas para ridiculizar al rival, como hacía Charlie Kirk. Se limita a gritar ‘rojo’ y poco más”, añade. Pero claro, añade, todo su show se basa “en el victimismo”, siempre a costa del rectorado de turno. “Las universidades públicas me prohíben hablar”, ha denunciado Quiles en un vídeo. Es el corazón de su mensaje.

Sin permiso

Según un recuento de este diario, Quiles solo ha intentado él mismo conseguir el permiso para un acto una vez, en la Universidad de Navarra, del Opus Dei, la única privada de las siete cubiertas hasta ahora por su tour. Logró hablar con la jefa de gabinete de la rectora, que tenía ya preparada la respuesta negativa. “Somos un espacio de pluralismo, diálogo, controversia y discusión de ideas, en el que no tiene cabida el activismo político o intereses personales”, explicó en una nota la institución, que incluso suspendió las clases el jueves por la tarde. Quiles no llegó a aparecer, con lo que hasta ahora todos sus actos han sido en universidades públicas. Pero eso no evitó los problemas en Pamplona. La Policía Nacional terminó cargando contra un grupo de un centenar de manifestantes abertzales y antifascistas que estaban esperándolo.

En cuanto a los otros diez campus previstos en su gira, ya ha visitado seis y tiene pendientes cuatro. Solo en tres se han presentado solicitudes, y de forma indirecta. En la Universidad de Málaga, lo intentó Students For Liberty, que se presenta como “una asociación apolítica de estudiantes”. El rectorado no autorizó el acto vistos “los incidentes y altercados en otras universidades” y ante el incumplimiento de los protocolos que exige la institución para estos permisos. En la Pablo de Olavide, en Sevilla, intentó obtener la venia un estudiante. “Primero pidió organizar un acto al que iba a venir este hombre”, cuenta su rector, Francisco Olivas. “Y, obviamente, se le contestó que no. Lo único que buscaba era la provocación, la confrontación y, sobre todo, la propagación de mensajes de intolerancia, de odio, de miedo… Lo que desgraciadamente hemos podido ver”. Olivas quiso, además, que la negativa fuese una decisión pública para evidenciar que al mantener la convocatoria Quiles incurría en “un acto de desobediencia”. Mientras que en en CEU, la asociación de alumnos Club Abantos ha registrado la petición y el centro está “viendo la disponibilidad” para asegurar la seguridad de todos.

Este viernes, tras los altercados en la capital navarra, Quiles anunció que suspendía una semana su gira para “coordinar con las autoridades un escenario que garantice la seguridad de la gente” y su ”derecho constitucional a la libertad de expresión”. La decisión deja en suspenso sus visitas a la Complutense, Las Palmas, La Laguna y el CEU en Madrid, la otra privada del tour además de la de Navarra.

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Amparo Navarro, rectora de la Universidad de Alicante, se enteró por las redes de la visita de Quiles, para la que no se había pedido permiso. “La mayoría de quienes participaron no eran de la universidad, sino jóvenes preuniversitarios que venían a ver a un influencer”. Tampoco los que le plantaron cara eran del campus, asegura. “Estamos muy preocupados por la desinformación, las noticias falsas, los bulos en las redes. En nuestros espacios, los estudiantes o nosotros organizamos actividades académicas, culturales, deportivas… que tengan un sentido formativo“, recuerda. “La juventud está muy polarizada y les enseñamos a respetar a quien no piensa igual, valores de tolerancia, inclusión o argumentación”.

Quiles no respondió a las preguntas de EL PAÍS.

¿Cómo reaccionar?

Desde Estados Unidos, el investigador sobre extrema derecha Connor Mulhern, responsable del proyecto Internacional Reaccionaria, observa con un déjà vu el bum de popularidad de Quiles, que al igual que otros provocadores ultras en su país ve en la Universidad el “escenario ideal” para sus escenificaciones, de las que advierte que son complicadas de neutralizar. “Su estrategia de victimizarse parece simple, pero es difícil de desactivar y pueden surgir imitadores. ¿Qué haces? ¿Lo ignoras? En edades universitarias, es casi imposible”, reflexiona desde la Complutense el profesor Donofrio, al que le inquieta la penetración del ideario de Quiles en los campus, pero no le sorprende porque responde a una demanda de “identitarismo, encuadre y uniformidad” entre los jóvenes, “sobre todo chicos”, en un momento de “crisis de valores e incertidumbre”. “Sea por estrategia o intuición, Quiles sabe a qué juega”, concluye.

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El sociólogo Iago Moreno tampoco infravalora a Quiles. “Sabe cómo funciona la conversación digital. Sus líos en el Congreso son lo único que ha funcionado en España de la plataforma Estado de Alarma, de Javier Negre”, señala, advirtiendo contra la reacción mayoritaria ante su notoriedad, consistente en exhibir “pánico moral” y criticar a quienes “se autoorganizan para darle una respuesta” con el argumento de que “se le da visibilidad”. “Ese discurso —añade— podía valer hace 10 años con Vox. Ahora Quiles es una figura destacada de un movimiento que no para de avanzar. Cuando hay un rechazo a sus actos no solo va contra Vito, sino contra todo un modelo de propaganda del odio, de secuestro de la atención mediática y de devaluación de la universidad”.

¿Y políticamente? ¿Qué significado tiene Quiles? Tras haber ido en la lista de Alvise Pérez en las europeas, ahora se mueve en torno a Vox y al PP —sobre todo de Madrid— ante el silencio expectante de las direcciones de los partidos. Grupos con solera en el universo ultra como Hazte Oír, o en el antiindependentismo en Cataluña como S’ha Acabat, o en el conservadurismo duro como Atenea, el laboratorio de ideas del exportavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, así como canales afines con audiencia masiva están respaldando su gira. Quiles ha cosechado tal protagonismo que se ha grabado un vídeo para desmentir, con una sonrisita, su salto a la política. “Lo que nos dice Quiles sobre la ultraderecha es que, con muy poco, puedes hacerte un hueco. Ahora Vox parece consolidado como la fuerza que atrae ese voto, pero Quiles está logrando una atención que mañana será un capital político con el que podrá negociar, ya veremos con quién y para obtener qué”, analiza la politóloga Ana Salazar.

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