Guardias civiles encapuchados para reclamar sus derechos como trabajadores, un sindicato clandestino que se comunica con mensajes encriptados o que recurre a las esposas y familiares para denunciar lo que ellos no pueden por estar sometidos al régimen militar. La Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC) ha editado un libro en el que recuerda la historia de quienes comenzaron a luchar por los derechos de los agentes desde dentro de los cuarteles con una premisa que sigue vigente: los derechos no se conceden, se conquistan. El libro, titulado Guardias Civiles, 30 años de lucha por sus derechos, pretende celebrar las tres décadas de vida de la asociación, creada en 1994, con un homenaje a los compañeros que sembraron su germen y sacrificaron sus tricornios luchando por derechos todavía no alcanzados. “Es el testimonio de una batalla constante, a menudo clandestina y siempre valiente, por la dignidad de los derechos de quienes integran la Guardia Civil”, explica Pedro Carmona, secretario de Comunicación de AUGC y coautor del libro, junto a la periodista Paula Cuesta.
La Asociación Unificada de la Guardia Civil repasa sus 30 años de existencia y homenajea a quienes iniciaron la lucha por los derechos de los agentes desde dentro de los cuarteles
Guardias civiles encapuchados para reclamar sus derechos como trabajadores, un sindicato clandestino que se comunica con mensajes encriptados o que recurre a las esposas y familiares para denunciar lo que ellos no pueden por estar sometidos al régimen militar. La Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC) ha editado un libro en el que recuerda la historia de quienes comenzaron a luchar por los derechos de los agentes desde dentro de los cuarteles con una premisa que sigue vigente: los derechos no se conceden, se conquistan. El libro, titulado Guardias Civiles, 30 años de lucha por sus derechos, pretende celebrar las tres décadas de vida de la asociación, creada en 1994, con un homenaje a los compañeros que sembraron su germen y sacrificaron sus tricornios luchando por derechos todavía no alcanzados. “Es el testimonio de una batalla constante, a menudo clandestina y siempre valiente, por la dignidad de los derechos de quienes integran la Guardia Civil”, explica Pedro Carmona, secretario de Comunicación de AUGC y coautor del libro, junto a la periodista Paula Cuesta.
La obra viaja hasta 1976, en plena Transición española, cuando un grupo de agentes desafió al sistema organizando la primera movilización para reclamar que los agentes tuvieran derecho a la Seguridad Social, y que recorre otros momentos clave, como la creación del Sindicato Unificado de la Guardia Civil (SUGC) en 1986, después de que se aprobara la libertad sindical, pero se dejara fuera a las Fuerzas Armadas y a los institutos armados; o la persecución posterior de los agentes que formaban parte de este sindicato en la bautizada entonces como Operación Columna. El funcionamiento del SUGC era totalmente clandestino. “Los comités provinciales recibían nombres propios de personas para garantizar más cotas de seguridad”, recoge el libro, editado por Almuzara. Recuerdan las ruedas de prensa con guardias civiles encapuchados y con el tricornio encima del pasamontañas, con una pancarta con las siglas del sindicato. “Esta imagen impactó porque tenía cierta similitud a la de los comunicados de la banda terrorista ETA (…) de alguna forma transmitía la situación de estos guardias civiles de una forma satírica. Guardias civiles encapuchados para reclamar derechos como trabajadores”, recoge el texto. En ese ambiente de secretismo, los agentes usaban los teléfonos de sus vecinos, cabinas públicas o a familiares o enviaban mensajes cifrados que solo se podían resolver con unos cuadrantes.
“La Guardia Civil empleó grandes recursos, incluso se infiltraron a los propios guardias civiles para que vigilaran a los compañeros (…) los agentes se hacían pasar por falsos periodistas y animaban a los portavoces a convocar ruedas de prensa para proceder a su detención”, rememora el libro. La obra está dedicada a José Morata, uno de los socios fundadores de AUGC, detenido en 1990 en Toledo mientras tomaba café con un periodista en una cafetería como presunto autor de sedición militar y que finalmente fue expulsado del cuerpo. “A Morata no le tiembla la voz ni un solo segundo al afirmar que lo volvería a hacer, a sabiendas de las duras consecuencias”, recoge el texto.
Morata, que hoy tiene 71 años, se encontraba entre los agentes considerados como los “más peligrosos por su total implicación, ideología irrecuperable y especial grado de preparación“, junto al cabo Manuel Rosa y Alejandro Álvarez Borja, que también terminó fuera del cuerpo en 1996. Elena Martínez, esposa de este último, fue una de las voces que transmitían las inquietudes, esperanzas y reivindicaciones de los agentes. Tras el arresto de su marido, creó la llamada Asociación de Cónyuges de Guardias Civiles. “Entendí que era una causa justa y ayudé todo lo que pude (…) No entendía cómo se podía privar de libertad a una persona que simplemente quería mejoras para la Guardia Civil, era otro trabajador más”. Álvarez Borja quedó en libertad el 4 de julio de 1990, tras pasar más de dos semanas en la prisión militar de Cartagena.

“Hemos querido dar a conocer las condiciones en las que han estado trabajando las mujeres de los civiles, que no siempre son tan conocidas”, cuenta Paula Cuesta, que se encargó de recopilar sus testimonios. “Van acompañadas de historias de compañerismo, de dignidad y de resistencia, son historias reales”.
Cerca de 40 de los integrantes del sindicato fueron detenidos aquellos años, aunque finalmente la justicia sobreseyó las causas contra ellos. De los expedientes disciplinarios que abrió en paralelo Interior, la mayoría se archivó por defectos formales. Cuatro de ellos, entre ellos el de Morata, concluyeron con la expulsión del cuerpo. En julio de 2024, el Congreso redimió a José Morata Gargallo, Manuel Rosa Recuerda, José Piñero González y Manuel Linde Falero, este último fallecido, aprobando su readmisión en el cuerpo, 27 años después.
La ley no permite a los guardias civiles el derecho de sindicación ―del que también están privados, los jueces o los militares―, pero desde 2007 tienen reconocido el derecho de asociación con fines profesionales. Mariano Casado, asesor jurídico de AUGC y vinculado desde hace 23 años con la asociación, habla del valor que ha tenido en la historia de la asociación la “litigación estratégica” para ir conquistando derechos, como el de reunión o de manifestación, y que sigue teniendo a día de hoy para conseguir, por ejemplo, la equiparación salarial con otros cuerpos policiales. “A pesar de todo lo conseguido estos años, a veces hay nubarrones oscuros en el horizonte, hay gente que trabaja para volver a otro escenario, en el que el régimen disciplinario se aplique de otra manera, en el que las asociaciones profesionales no progresen”, valora.

La decana de las asociaciones de guardias civiles, y heredera del SUGC, tiene hoy 26.000 afiliados. Entre las reivindicaciones que se marcan a corto plazo están lograr la igualdad de condiciones profesionales y salariales con respecto a las policías autonómicas y el derecho de sindicación. “A los guardias civiles se nos ha atribuido una etiqueta de singularidad que creo que nos perjudica para adquirir derechos. Los partidos mayoritarios, PP y PSOE, deben entender que los guardias civiles tienen que adentrarse en el siglo XXI y tener los mismos derechos que el resto de ciudadanos”, reivindica Carmona.
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