En el exuberante jardín botánico de Málaga la célebre primatóloga y etóloga Jane Goodall (Londres, 91 años) rebosaba este sábado entusiasmo y pujanza por la conservación de la biodiversidad mundial pese a su voz queda, a veces opacada por el canto de los pájaros. Con la perspectiva que da haber vivido de todo, incluida una guerra mundial, y los 300 días al año que pasa viajando por el mundo dando conferencias y entrevistas, Goodall mezcla política y los avances científicos sobre los chimpancés, con los que compartimos el 98,7% del ADN. La noche antes, frente a un auditorio entregado, Goodall, mensajera de la paz de Naciones Unidas desde 2003, recordó vehemente cómo Churchill impidió que Hitler conquistara el Reino Unido, al recordar las luchas vigentes hoy, para las que difunde e inspira esperanza. Sobre todo a los jóvenes, de los que siempre intenta rodearse.
La ilustre etóloga británica exalta la esperanza como la principal fuerza para la defensa mundial de la biodiversidad en la naturaleza
En el exuberante jardín botánico de Málaga la célebre primatóloga y etóloga Jane Goodall (Londres, 91 años) rebosaba este sábado entusiasmo y pujanza por la conservación de la biodiversidad mundial pese a su voz queda, a veces opacada por el canto de los pájaros. Con la perspectiva que da haber vivido de todo, incluida una guerra mundial, y los 300 días al año que pasa viajando por el mundo dando conferencias y entrevistas, Goodall mezcla política y los avances científicos sobre los chimpancés, con los que compartimos el 98,7% del ADN. La noche antes, frente a un auditorio entregado, Goodall, mensajera de la paz de Naciones Unidas desde 2003, recordó vehemente cómo Churchill impidió que Hitler conquistara el Reino Unido, al recordar las luchas vigentes hoy, para las que difunde e inspira esperanza. Sobre todo a los jóvenes, de los que siempre intenta rodearse.
Pregunta. Impresiona comprobar que mantiene su frenético ritmo de trabajo.
Respuesta. Bueno, se trata de dar vueltas, vueltas y más vueltas alrededor del mundo todo el tiempo. El ritmo ha empeorado porque cada vez me queda menos tiempo, así que tengo que hacer más y más. El año pasado visité 27 países, cuatro de ellos dos veces. Ahora pasaré una semana en casa antes de ir a Japón y Taiwán. Cuando no estoy cogiendo aviones o dando conferencias o entrevistas, intento ponerme al día con los correos y hablar por videoconferencia.
P. Usted demostró cómo los chimpancés usaban herramientas para alimentarse hace 60 años. ¿Cómo ha evolucionado el conocimiento sobre estos animales desde entonces?
R. Lo mejor es que podemos mirar atrás con varias generaciones y explicar lo que hizo un ejemplar y lo que antes hicieron sus abuelos. Así que probablemente [el conocimiento] es innato. Sabemos que pasó eso y lo otro con otras crías, así que la investigación a largo plazo está ayudando mucho. Y también herramientas como el análisis de ADN para saber quién es el padre de cada animal; cámaras trampa, que usamos en Senegal, donde trabaja el instituto español; y las imágenes de satélite, que nos sirven para mapear dónde se ubican los chimpancés.
P. Antes de sus descubrimientos era habitual decir que había que ser objetivo y nada empático para hacer buena ciencia. ¿Frenó esa creencia la comprensión de los chimpancés?
R. Puedes tener empatía y ser objetivo al mismo tiempo. No hay conflicto. Recuerdo una vez que una cría se había roto su brazo, así que cada vez que su madre se movía, el bebé lloraba. Su madre la agarraba con más fuerza, y dolía incluso más. Yo estaba llorando. Pero si lees mis notas, recogen al pie de la letra cada minuto. Puedes tener empatía y observar de manera objetiva.
P. ¿Diría que convenció a esos científicos que la miraban con condescendencia por ser joven y empática?
R. Ellos nunca lo admitieron. Pero al final, la ciencia ha cambiado sobre el comportamiento animal porque ahora estudiamos la personalidad y emociones de los animales. Y ciertamente encontramos inteligencia en los pulpos, algunos insectos y pescados. Con los años, la ciencia lo ha admitido. Sin embargo, algunos científicos aún quieren hacer investigación invasiva y para ellos es mejor simular que los animales no tienen emociones, porque si lo admitieran, entonces podrían ser acusados de crueldad al infligir dolor a los chimpancés y quedarían en mal lugar. Son evidentemente crueles.
P. ¿Tienen comportamientos espirituales los chimpancés?
R. No lo sé. Los hemos visto tirar piedras en la base de enormes cascadas. Y se sientan y ves cómo sus ojos siguen el agua. Y puedes imaginar que se preguntan ‘¿qué es esto? Siempre está viniendo, siempre está ahí’. Y si tuvieran palabras, se tornaría una de las primeras religiones animistas. Como cuando la gente veneraba al sol, la luna, las estrellas, cosas que no podían comprender.

P. ¿Aún se vende carne de chimpancé en las carnicerías del continente africano?
R. Sí, estamos trabajando para que no ocurra. Educamos a las personas y reforzamos las legislaciones porque en la mayoría de países los chimpancés están clasificados como en peligro, o incluso en peligro crítico, así que es ilegal matarlo. Pero la ley a veces es burlada por la corrupción y sobornos en el centro y oeste de África.
P. ¿Es la minería la mayor amenaza actual para preservar los territorios de los chimpancés?
R. En algunos sitios sí, pero en muchos otros es la destrucción de los hábitats en los bosques, otras veces es la construcción de casas que poco a poco se los come, y también se plantan cultivos. Y ahí surge el conflicto, porque los chimpancés tienen menos y menos que comer, y así es cuando pueden matar o herir a las personas.
P. ¿Mantiene diálogo con las compañías o los Gobiernos?
R. Sí, hablo con muchos consejeros delegados de compañías y les intento hacer comprender. Siempre está ese dilema ético sobre dar suficiente a las personas y familias, que siguen creciendo. La población mundial sigue creciendo, aunque se espera que caiga en algún momento. A veces el planeta está explotando sus recursos a más velocidad de la que se reponen. Y muchas empresas lo admiten.
P. Muchos biólogos y psicólogos ensalzan los beneficios sociales y para la salud mental que tiene el contacto con la naturaleza. ¿Hay manera de revertir que lo pierdan las nuevas generaciones, más urbanas?
R. En nuestro programa Raíces y Brotes intentamos llevar a los jóvenes a la naturaleza. Y si es en la ciudad, intentamos llevar algo de la naturaleza a las clases. Porque es un hecho científico que pasar tiempo en la naturaleza es bueno para el desarrollo psicológico de los jóvenes. En Japón y Canadá, al menos, quizás también en otros países, los médicos pueden prescribir tiempo en la naturaleza.
P. Eso es maravilloso.
R. ¿Verdad que sí? Para problemas mentales y físicos, te prescriben una hora al día en la naturaleza: ‘vete al bosque’. Da miedo el tiempo que los jóvenes pasan con sus teléfonos y tabletas. Incluso sentados en el autobús, se mensajean en vez de hablar entre ellos. Cuando llegan a sitios preciosos como este, los niños en sus carritos no miran a los árboles o escuchan a los pájaros, y los padres lo permiten.
P. En España el Gobierno ha vuelto a permitir matar lobos después de cuatro años y Rumanía ha pedido a la UE matar osos, como ya hace Eslovaquia. ¿Cómo lidiamos con estas especies salvajes?
R. Lo mismo ocurre en Estados Unidos y Canadá. Bueno, hay que intentarlo, aunque es muy difícil. Si tus hijos van andando al cole y se cruzan con lobos u osos, no hay certezas. Estamos intentando juntar a gente para discutir sobre este gran tema. Mi sentir es que si nunca has herido a los animales, no te harán daño. Así fue mientras estuve en Gombe (Tanzania), donde teníamos leopardos y búfalos. La gente me decía que debía llevar una pistola, pero nunca la llevé porque no sabía usarla y no fue tan estúpido, porque nunca me atacaron.
P. La derecha política suele apoyar a los ganaderos y cazadores, y la izquierda clama por los derechos de los animales. ¿Es posible destensar el debate?
R. Por eso necesitamos unir a la gente. No puedo solventar el problema, solo sé que necesitamos trabajar más duro. Hay gente que caza por trofeos, eso es terrible. La mayoría de países africanos lo han prohibido, pero no Tanzania. No es verdad que dejen dinero para la conservación, va para el organizador.
Un rey me llevó a una habitación con los trofeos de las cabezas de los animales. Le miré y le dije ‘veo todas estas cabezas, pero no hay ratones o ardillas’. Intenté hacerle ver que aquello era ridículo, pero entonces él me apresuró a salir de allí. Creo que no lo entendió.
P. ¿Hay alguna tecla que las ONG y los Gobiernos no tocan para seducir a la gente de la importancia de la emergencia climática y cómo combinarla con mantener esperanza?
R. La manera en la que nosotros trabaja funciona. A finales de los años ochenta fui a visitar diferentes hábitats de chimpancés en África para entender por qué su número estaba disminuyendo. Ahí aprendí sobre el tráfico ilegal de especies y cómo mataban a las madres para llevarse a los bebés, pero también sobre las exigencias de la gente que vivía alrededor de los hábitats de los chimpancés, con carencias en su salud y educación, pobreza y sobreexplotación de los suelos.
Cuando volé sobre el parque nacional de Gombe a finales de los años noventa me quedé impresionada. Me paralizó comprobar la deforestación respecto a los años sesenta, la gente había estado cortando los árboles para plantar y conseguir hacer dinero. Si no encontramos una manera de ayudar a la gente, no salvaremos a los chimpancés. Empezamos con programas para mejorar la vida de la gente en siete aldeas incluidas becas educativas, hoy son más de 104 en Tanzania y otros seis países africanos. Acabamos de perder 5,5 millones de dólares para los próximos cuatro meses por culpa de [Donald] Trump y [Elon] Musk. Ahora estamos rellenando los huecos en el presupuesto.
P. ¿Cómo se puede tocar el corazón de los negacionistas del cambio climático?
R. Historias, historias, historias… Dios mío, el año más caliente de la historia, el día más caliente, es obvio que el planeta se está calentando. Esa gente, desde el otro lado, dice que es parte de un ciclo, y es verdad, ha habido ciclos. Y una edad glaciar. Pero estamos acelerando la velocidad de las emisiones de dióxido de carbono en la atmósfera.
P. ¿Qué le parecen las luchas de las nuevas generaciones y activistas como Greta Thunberg?
R. Cuando yo era joven, no se hablaba sobre conservación, pero ahora no puedes tener ojos y orejas e ignorar lo que ocurre. Nuestro programa empezó en 1991 y ahora llega a 75 países y sigue creciendo para todas las edades de jóvenes. En Raíces y Brotes [un programa educativo del Instituto Jane Goodall], los niños eligen entre tres proyectos: si quieren ayudar a la gente, a los animales o al medio ambiente, porque está todo interrelacionado. Pueden hacer jardinería, limpieza de playas o proteger mariposas, pero también colectas para los sintecho. Cuando millones de personas acometen pequeñas acciones, genera un gran cambio.
De otro modo, cuando más oscuro y deprimente pinta todo, más gente tira la toalla y no hace nada. Y ese es mi trabajo ahora: voy por el mundo recordando que tenemos que tener esperanza, y la esperanza viene a través de la acción. Cuando logras parar un edificio en la naturaleza, te hace sentir bien. Y más gente gente ayudará. Cuanto peor pinta el panorama, más duro lucho.
P. ¿Se siente culpable por la cantidad de vuelos que coge para difundir su mensaje y las emisiones de dióxido de carbono que implican?
R. Ojalá alguien me diera una alfombra mágica. Al menos no voy en jet privado, es algo, y coger aviones es la única manera posible para difundir mi mensaje. Con nuestros programas hemos plantado millones de árboles, que han absorbido algo de mi huella de carbono.
P. Anoche cuando citó a Churchill habló de otros líderes actuales necesitados de apoyo. ¿Quién tenía en mente?
R. Estaba pensando en Zelensky, aunque ahora ha firmado el tratado de los minerales. No sé. También pensaba en otros políticos, no de primera línea.
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