Jesús Calleja y el dolor de Ana, la mujer que perdió a su hijo y a su marido en la DANA

Volando voy, volando vengo dio anoche una lección de humanidad a la que no estamos muy acostumbrados. Jesús Calleja dejó a un lado un programa de televisión y cruzó una frontera que sorprende, aunque no debería Leer Volando voy, volando vengo dio anoche una lección de humanidad a la que no estamos muy acostumbrados. Jesús Calleja dejó a un lado un programa de televisión y cruzó una frontera que sorprende, aunque no debería Leer  

«Este programa va dedicado a Javier Sánchez y a su hijo, Javi, fallecidos en Sot de Chera durante la DANA el 29 de octubre de 2024″. Este es el rótulo con el que anoche Volando voy, volando vengo arrancó su primera temporada en Telecinco. «Que no se olvide», fue la frase que Ana María Coll repitió anoche más veces mientras relataba a Jesús Calleja cómo su hijo y su pareja murieron el 29 de octubre durante la DANA. Un programa, una tragedia y la esperanza, la que dio anoche Jesús Calleja a todo el pueblo de Sot de Chera.

Hay veces que la televisión deja de ser televisión y traspasa una frontera que sorprende, aunque no debería ser así. La tele es más que entretenimiento, la tele puede ser lo que hizo anoche Jesús Calleja. No todo el mundo, ni todas las productoras son capaces. Jesús Calleja y Zanskar Producciones lo saben hacer muy bien porque deja de lado el objetivo de hacer un programa de televisión para convertirse en ese hilo de esperanza, en esa labor de servicio público, en esa humanidad que tanto reclamamos tantas veces. Porque lo de anoche de Volando voy, volando vengo fue humanidad con mayúsculas.

«Nunca jamás en mi vida televisiva hemos hecho algo así», advirtió Jesús Calleja al inicio del programa. No mentía el aventurero -no le llamaré presentador porque Jesús Calleja no es presentador es uno de esos seres humanos cuya virtud es el de saber escuchar, el de entender, el de compartir y el de sujetar. Anoche, Jesús Calleja sujetó a mucha gente; sujetó a un pueblo entero, a Sot de Chera; les dio esperanza; les alivió; les escuchó; les demostró que si no se quiere olvidar no se olvida. Ellos no quieren que se olvide, ni lo mucho que queda por hacer para reconstruir su pueblo ni la muerte de Javi y de Javier.

Con su helicóptero, con la ayuda de John Te lo Busca, una empresa de reformas y decoración con gran experiencia en el entorno rural y un fuerte compromiso social, con su capacidad para que todo al que se acerca a él, confíe en él, devolvió a Sot de Chera la ilusión: un parque infantil, un paseo, una zona de picnic… Lugares sencillos, que no llaman la atención porque los tenemos siempre, porque no los hemos perdido, fue lo que Jesús Calleja fue a hacer a Sot de Chera. Pero ese no era el objetivo. En realidad, el objetivo era lo que Ana le repitió tantas veces: «Que no se olvide».

Ana perdió a su marido y a su hijo de 3 años y 10 mesesla noche del desastre del 29 de octubre. Vivían en un edificio de cuatro alturas a la orilla del río que quedó totalmente destruido. Cerca de las diez de la noche, su marido dio la voz de alarma: «Empezaron a reventar todos los cristales, la puerta salió por los aires. Salimos al balcón y aquello era un mar. No había nada«, recordaba. «Nunca se me olvidará lo que me dijo mi marido en ese momento: «Vamos a morir los cuatro»». Javier Sánchez predijo lo que segundos después ocurriría, el edificio iba a colapsar. Él salió corriendo hacia la otra zona de la casa y en ese momento el edificio se partió por la mitad. El lado donde había ido Javier se derrumbó por completo. Minutos después, Ana, con sus dos hijos entre sus manos escuchó el crujir del edificio. El lugar donde estaban ellos tres se derrumbó por completo.

«A mi niño le cayó una viga y le mató en el acto. Sólo le dio tiempo a decir ‘mama’. Empecé a llamarle y supe que había fallecido, no contestaba. De repente oí a mi hija chillar, me di cuenta de que estaba viva. Llamaba a su hermano, y tuve que decirle a una niña de ocho años que no le llamara, que estaba muerto. Tienes que ser fría y pensar en que tu hija está viva y sacarla de ahí. No sé cómo lo hice, pero salí y saqué a mi hija«, contaba ante un Jesús Calleja que no pudo contener las lágrimas. Lo raro hubiera sido que las contuviera.

El cuerpo de su pequeño fue sacado de entre los escombros, pero el de su marido fue río abajo: «Mi marido fue como un animal, como una cabra, un perro, un conejo por ese río… Apareció al mes en Villamarchante, que estáa 50 kilómetrosde aquí».

«Yo lo he perdido todo. Mi familia eran cuatro y solo quedamos dos. Ya no les voy a tener más. Mi niño era el que siempre estaba conmigo, le echo mucho de menos. Es lo peor que llevo. Mi hija tiene pesadillas. Yo aguantando, aún no lo he asimilado», finalizaba. «Que no se olvide».

Lo extraordinario de Jesús Calleja y de Volando voy, volando vengo es mantener una capacida que da la sensación que la sociedad ha perdido: el escuchar. Sí, Jesús Calleja acude al programa para contar algo, para hacer algo, pero su verdadera labor es la de escuchar. Es la de sentarse con Ana, con Fina, con Francisco y Clara y con tantos otras y dejar que sean ellos los que hablen. Jesús Calleja sólo mira, pero con esa mirada de «te quiero escuchar», «te quiero entender», «te quiero ayudar».

Él lo ha dicho en infinidad ocasiones, no es presentador de televisión, es un tío normal que verdad no está interpretando ningún papel ni haciendo ningún trabajo. Por eso se mimetiza con el entorno, por eso se vuelve uno más, por eso los habitantes de los pueblos a los que va le acogen como uno más. Aunque suene exagerado, cuando Jesús Calleja llega a esos pueblos, cuando anoche llegó con su helicóptero a Sot de Chera es como si llegase un profeta, el salvador, el «milagro», como describió Fina la visita de Volando voy, volando vengo.

La mejor explicación de lo que se vio anoche y de lo que fue bestialmente aplaudido por los espectadores la dio Jesús Calleja con Carlos Franganillo minutos antes de que empezase el programa: «Yo me he roto. Yo ha habido un momento que no he podido ser lo suficientemente profesional para encajar y aguantar. Y no he podido continuar. Y he visto cosas. Pero, además de hacer televisión y ser un programa de entretenimiento, hagamos más, dejemos un legado, dejemos un poso, dejemos una huella. Que la televisión sea constructiva y sea muy poderosa y cambie cosas».

Han pasado nueve meses de la DANA, muchos pueblos, muchas personas se siente olvidadas. Programas como el de anoche de Jesús Calleja son como ese clavo ardiendo al que te agarras cuando crees que ya no hay más a lo que agarrarte. Jesús Calleja es ese clavo, pero también es el que hace. Mientras, el programa mostraba el antes y el después de cada rincón rehabilitado de Sot de Chera -devolvieron la playa fluvial con un paseo con jardineras, plantas, árboles y una escalera para bajar a la arena, con toallas y sillas-, en cada habitante de este pueblo volvía la esperanza. Parece poco, pero es tanto.

Volando voy, volando vengo no sólo quiso ayudar a Sot de Chera, no sólo quiso homenajera a Javier Sánchez y al pequeño Javi, quiso que el resto de España tampoco olvidara. Verlo te rompe. Te parte el escuchar a Francisco y Clara, te parte ver las terribles imágenes que grabaron la noche de la DANA. Ese día perdieron la casa y «todo» pues no solo el agua llegó hasta arriba inundando todos los rincones. Al día siguiente a las nueve de la mañana Francisco y Clara tenían a todo el pueblo y al Club de Escalada de Chulilla en la puerta de su casa: «Llegaron ellos antes que yo. Iba por la calle y yo decía «cuánta gente hay en la puerta de mi casa»».

Lo dijo el propio Jesús Calleja: «He hecho algo muy fuerte por la gente». Que no se olvide.

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