La crisis en torno a Irán marca el primer G-7 de Donald Trump

Las graves tensiones en Oriente Próximo, tras el ataque de Israel a Irán el pasado jueves y la respuesta de Teherán, marcan el arranque de la cumbre del G-7 que comienza este domingo en Kananaskis (Canadá). La reunión de las mayores economías es la primera tras el regreso de Donald Trump, y debe servir para dar pistas acerca de hasta qué punto los líderes mundiales pueden mantener una relación funcional con el impredecible presidente de Estados Unidos, en un panorama de conflictos geopolíticos —de Ucrania a Gaza— y económicos, tras la guerra comercial desatada por el republicano.

Seguir leyendo

 Encauzar la relación con el presidente de Estados Unidos será uno de los objetivos de los líderes en la cumbre que arranca este domingo en Kananaskis (Canadá)  

Las graves tensiones en Oriente Próximo, tras el ataque de Israel a Irán el pasado jueves y la respuesta de Teherán, marcan el arranque de la cumbre del G-7 que comienza este domingo en Kananaskis (Canadá). La reunión de las mayores economías es la primera tras el regreso de Donald Trump, y debe servir para dar pistas acerca de hasta qué punto los líderes mundiales pueden mantener una relación funcional con el impredecible presidente de Estados Unidos, en un panorama de conflictos geopolíticos —de Ucrania a Gaza— y económicos, tras la guerra comercial desatada por el republicano.

La situación en Oriente Próximo, reconocen los diplomáticos que van llegando al idílico enclave en las Montañas Rocosas, es muy volátil. El anfitrión de la cumbre, el primer ministro canadiense Mark Carney, afirmó que el conflicto “amenaza la paz regional”.

El objetivo ahora de los líderes en el G-7 es concentrarse en conseguir una desescalada. Después, intentar retomar la vía diplomática, descarrilada por el momento, para que Irán cese sus actividades de enriquecimiento de uranio. Pero esa perspectiva parece ahora muy lejana. Trump ha alabado los bombardeos israelíes y ha avisado a Teherán de que habrá ataques aún más brutales si el régimen no acepta de inmediato un recorte radical a su programa nuclear.

La interacción con Trump sobre este asunto, y sobre el resto de temas de la agenda, dará pistas sobre cómo será la relación de los líderes internacionales en los próximos tres años y medio. Los observadores estarán pendientes de las interacciones —muy especialmente sobre la amenaza de aranceles a partir del 9 de julio contra la UE— entre Trump y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, para la que el republicano aún no ha encontrado un hueco en la agenda del Despacho Oval.

En el primer mandato de Trump, “las cumbres previas del G-7, así como las cumbres de la OTAN, fueron una especie de reuniones familiares incómodas”, considera Max Bergmann, analista de asuntos europeos en el think tank CSIS. “Los europeos trataban de minimizar los temas a abordar, para tratar de llegar, hablar y terminar la cumbre sin trifulca. Ahora la cuestión no es tanto si va a ser una reunión familiar incómoda, sino si esto todavía es una familia”, subraya. Los europeos, en su opinión, querrán comprobar “si Estados Unidos sigue compartiendo los mismos valores y percepción del mundo que los socios transatlánticos y Japón”.

“Ahora mismo, la percepción entre los europeos es que el país que es una gran fuente de inestabilidad en los asuntos económicos mundiales es Estados Unidos”, apunta Bergmann. “Del lado europeo hay esperanza de que se pueda lograr cierto progreso para aliviar al menos en parte el conflicto en torno a la economía y el debate sobre los aranceles”.

Ucrania será otro tema clave. El presidente Volodímir Zelenski es uno de líderes invitados por Canadá, como la mexicana Claudia Sheinbaum, el nuevo líder surcoreano, Lee Jae-Myung, o el indio Narendra Modi. Zelenski aspira a cerrar un encuentro con el estadounidense para convencerle de que Washington se sume a la nueva ronda de sanciones europeas contra Rusia y ejerza presión sobre el presidente Vladímir Putin para que acepte una tregua.

La Unión Europea ha aprobado esta semana una reducción del límite de precio al que Rusia puede vender su petróleo, para reducir sus ingresos sin expulsar del mercado al país invasor y recortar con ello drásticamente la oferta mundial. No está claro que Trump vaya a dar su visto bueno; y menos ahora, cuando los precios del crudo se han disparado por los acontecimientos en Oriente Próximo. El republicano, que ve con simpatía a Putin, tiende a darle a él la razón mientras acusa a Ucrania de provocar la guerra. Y aunque ha amenazado en varias ocasiones con imponerle castigos si no acepta un alto el fuego, periódicamente extiende el plazo dos semanas.

En el terreno geopolítico, es probable que los miembros del G-7 aborden también asuntos como la situación humanitaria en Gaza y la llamada a un alto el fuego en la Franja, así como los conflictos en la República Democrática del Congo o Haití.

China, que no estará presente en la reunión, será uno de los protagonistas en los debates económicos y geopolíticos, para llamar a la estabilidad y la paz en el estrecho de Taiwán o a un “Indo-Pacífico seguro, libre y abierto”, una referencia velada a la influencia de Pekín en la región.

La cumbre llega apenas cuatro días después de que Estados Unidos haya cantado victoria en sus conversaciones con el gigante asiático para el suministro de minerales críticos e imanes de tierras raras, de los que China mantiene un cuasi monopolio, y haya asegurado que a partir de ahora Washington impondrá aranceles del 50% a los productos de su rival y Pekín, del 10% a los bienes estadounidenses.

La protección de las cadenas de suministro, muy especialmente los minerales críticos, y las tecnologías fundamentales, serán otras de las prioridades del retiro geopolítico de los líderes occidentales.

Carney ha seleccionado como prioridades oficiales “proteger las comunidades y el mundo, construir seguridad energética, acelerar la transición digital y acelerar las asociaciones del futuro”, todos ellos asuntos tan vagos como poco polémicos. Sabedor de a quién tiene enfrente, ha desechado incluir referencia alguna al cambio climático o al género, dos de los asuntos que el estadounidense desprecia.

También para evitar desacuerdos muy públicos, y fotografías poco halagüeñas, es posible que el antiguo gobernador del Banco de Inglaterra y de Canadá fomente menos tiempo de reuniones plenarias y más de conversaciones informales entre grupos de líderes, o reuniones bilaterales. Lo más importante, apuntan fuentes diplomáticas, es que los dirigentes intercambien impresiones.

Una cosa es segura: si el martes 17, en la clausura de la cumbre, Trump se encuentra aún allí, la reunión habrá tenido más éxito que la anterior en Canadá. Si se han evitado agarrones o insultos, el balance será aún mejor.

 Feed MRSS-S Noticias

Noticias Similares