“En Madrid hemos conseguido muchas cosas que no llenan titulares”. La frase, fruto de una conversación tan agradable como trivial con una voz en contacto con Carles Puigdemont adepta a la política de peix al cove, rebrota en la mente del articulista cuando escucha al líder de Junts arengar a los simpatizantes en el quinto aniversario del partido. Recuerda el expresident que su voto ni es “previsible” ni “se puede dar por descontado” en el Congreso, afirmaciones de autoestima acariciadas por las esteladas que ondean en Prats de Molló el último domingo de julio. Una suma de mensaje y coreografía que sintetiza la ambivalencia de la fuerza heredera de Convergencia.
Su batalla en el quinto aniversario de Junts es la pugna partidista para no perder comba, un cometido alejado de las luces de institucionalidad que en su día chispearon en Waterloo
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos
Su batalla en el quinto aniversario de Junts es la pugna partidista para no perder comba, un cometido alejado de las luces de institucionalidad que en su día chispearon en Waterloo

“En Madrid hemos conseguido muchas cosas que no llenan titulares”. La frase, fruto de una conversación tan agradable como trivial con una voz en contacto con Carles Puigdemont adepta a la política de peix al cove, rebrota en la mente del articulista cuando escucha al líder de Junts arengar a los simpatizantes en el quinto aniversario del partido. Recuerda el expresident que su voto ni es “previsible” ni “se puede dar por descontado” en el Congreso, afirmaciones de autoestima acariciadas por las esteladas que ondean en Prats de Molló el último domingo de julio. Una suma de mensaje y coreografía que sintetiza la ambivalencia de la fuerza heredera de Convergencia.
Porque el de Junts es un lustro de recorrido practicando el arte del contorsionismo: la reivindicación pública de la inflexibilidad negociadora en las Cortes es compatible con la defensa de los intereses empresariales catalanes en la capital -basta recordar las felicitaciones de Foment del Treball por el freno a la reducción de la jornada laboral-, a la vez que se retiene a la parroquia con un discurso de esperanza independentista de horizonte difuso. Nadie como Puigdemont, orador experimentado y magnético, para elaborar el mejunje y proyectar algo más que autonomismo con ingredientes -y resultados- semejantes a los que maneja ERC. Es innegable que la pócima tiene su público: insuficiente hasta el momento para recuperar la Generalitat, pero productiva para reclutar a fieles y liderar la oposición.
Junts, que se ha hecho mayor superando metas volantes electorales y posponiendo debates ideológicos que finalmente han cristalizado en una fuerza de talante conservador y relato nítidamente independentista, centra la atención completa de Puigdemont. Hace tiempo que se desmarcó del fallido Consell de la República, que ni los más crédulos -y los hubo- podían imaginar como el instrumento alternativo a la Generalitat que se alumbró desde Waterloo. Y con los esfuerzos puestos en el partido, el líder ha parido una organización a su semejanza. La marca del centro derecha soberanista, definición ideológica actualizada en el último barómetro del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO) y que ya no se discute, porque la reivindicación pública de Jordi Pujol dejó de ser un tabú en la campaña de las elecciones al Parlament.
Una formación más ortodoxa de lo que transmite, orientada desde Bélgica por un liderazgo indiscutido y con una fuerte capilaridad territorial, por el esmero de Jordi Turull, que trabaja en la prueba de estrés de las municipales de 2027 y el duelo con los ultras de Aliança Catalana, bautizada por Puigdemont como “arquitectos del caos” en contraposición a la “esperanza” que dice definir a la renacida maquinaria convergente. La batalla política que afronta el expresident en el quinto aniversario de Junts es precisamente esta, la pugna partidista para no perder comba. Un cometido legítimo, pero alejado de las luces de institucionalidad que en su día chispearon en Waterloo. Y los venideros intereses electorales pueden motivar decisiones después del verano, habida cuenta de que la relación con Pedro Sánchez en el ecuador de la legislatura suma poco más que una amnistía encallada por el Tribunal Supremo. Velas sopladas, reflexión abierta.
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