Los mercados vislumbran ya los estragos de los aranceles de Trump a la economía global

El día de los aranceles estadounidense ha abierto este viernes un nuevo episodio en el castigo del presidente Donald Trump al resto del mundo. La orden ejecutiva firmada en la noche del jueves establece nuevos gravámenes a 69 países y a la Unión Europea y reafirma un suelo del 10% para los demás. Como en los episodios previos, muy especialmente el llamado Día de la Liberación del 2 de abril, el de este viernes ha desatado la incertidumbre sobre las perspectivas económicas mundiales. Ahora, la consumación de su nuevo orden arancelario —que entrará en vigor el próximo 7 de agosto— coincide con los primeros signos tangibles de debilidad económica de EE UU. El súbito aumento de los aranceles en grandes partes del mundo amenaza con debilitar el crecimiento de la economía mundial, que no atravesaba un momento especialmente boyante. Los analistas de DWS consideran que la economía estadounidense será la más golpeada, “ya que el crecimiento en los sectores protegidos por los aranceles reducirá la eficiencia”.

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 El anuncio de los gravámenes, recibido con caídas en las Bolsas y un debilitamiento del dólar, coincide con un enfriamiento de la economía estadounidense  

El día de los aranceles estadounidense ha abierto este viernes un nuevo episodio en el castigo del presidente Donald Trump al resto del mundo. La orden ejecutiva firmada en la noche del jueves establece nuevos gravámenes a 69 países y a la Unión Europea y reafirma un suelo del 10% para los demás. Como en los episodios previos, muy especialmente el llamado Día de la Liberación del 2 de abril, el de este viernes ha desatado la incertidumbre sobre las perspectivas económicas mundiales. Ahora, la consumación de su nuevo orden arancelario —que entrará en vigor el próximo 7 de agosto— coincide con los primeros signos tangibles de debilidad económica de EE UU. El súbito aumento de los aranceles en grandes partes del mundo amenaza con debilitar el crecimiento de la economía mundial, que no atravesaba un momento especialmente boyante. Los analistas de DWS consideran que la economía estadounidense será la más golpeada, “ya que el crecimiento en los sectores protegidos por los aranceles reducirá la eficiencia”.

A medida que se acumulan los indicios de deterioro de las perspectivas, los mercados, hasta ahora excesivamente complacientes ante el nuevo marco proteccionista, corrigen los excesos: la semana se cierra con caídas de más del 2% en las Bolsas europeas, descenso en los rendimientos de la deuda y un nuevo repliegue del dólar. Los analistas de UBS calculan que el crecimiento de la UE podría contraerse un 0,3% en los próximos 12 meses. Sin embargo, el proteccionismo de Trump ya ha empujado a Europa a tomar medidas para incentivar su economía, como el plan de estímulo fiscal de Alemania y el aumento del gasto en defensa en la UE, que podrían aplacar parte del golpe arancelario.

Con muchos detalles aún por definir, solo una cosa está clara: la gran mayoría de las importaciones en Estados Unidos son ahora más caras que en enero, cuando el republicano juró su cargo en la rotonda del Capitolio en Washington. Entonces, la media arancelaria estadounidense rondaba el 2,3%. Ahora se sitúa en torno al 18%, según los cálculos de la consultora Capital Economics. Si se combinan los aranceles impuestos a cada país con los sectoriales a productos como el acero o el aluminio, “el porcentaje será más cercano al 20%, el más alto desde el siglo XIX”, considera Josh Lipsky, director del centro de estudios geoeconómicos del think tank Atlantic Council.

El golpe arancelario llega en un momento en el que la economía de EE UU empieza a mostrar sus costuras. En julio, se frenó en seco la creación de empleo. El número de nuevos puestos de trabajo se redujo a 73.000, muy por debajo de los 104.000 esperados por el consenso de Bloomberg. Pero lo más revelador ha sido la fuerte revisión a la baja de los datos anteriores: los 139.000 empleos inicialmente estimados para mayo han pasado a 19.000, y los 147.000 de junio, a apenas 14.000. “Esto arroja una luz completamente diferente sobre lo que ha estado sucediendo en la economía estadounidense tras los anuncios del pasado 2 de abril”, apunta James Knightley, economista jefe internacional de ING. La debilidad se extiende también a la industria.

Estos datos refuerzan la incertidumbre sobre el impacto real que puede tener el nuevo marco arancelario sobre el tejido productivo y sobre la confianza empresarial. Los mercados financieros reaccionaron con ventas generalizadas. El Euro Stoxx 50 se dejó un 3% y el S&P 500, que venía de coquetear con máximos históricos, cedió más de un 1%. La presión fue aún más visible en la renta fija: la rentabilidad del bono estadounidense a dos años cayó 23 puntos básicos hasta el 3,7%, y la del bono a diez años retrocedió al 4,2%, en una de las mayores fluctuaciones del año. El dólar también acusó el golpe. El euro se apreció un 1,1%, hasta las 1,15 unidades, borrando buena parte del terreno perdido en junio y julio.

La creciente fragilidad del mercado laboral estadounidense abre la puerta a una respuesta más decidida por parte de la Reserva Federal. Esta misma semana, la institución presidida por Jerome Powell optó por mantener las tasas sin cambios y evitó dar una hoja de ruta clara para los próximos meses, alegando que aún era pronto para decidir si los datos justificaban un giro.

En el mercado, las casas de análisis ya anticipan un giro de timón. Los expertos de ING ven probable un recorte de tipos en septiembre, al que seguirían otros dos en las reuniones de octubre y diciembre. Mientras tanto, Trump sigue intensificando su ofensiva política contra la Fed. En redes sociales volvió a cargar contra su presidente: “Jerome el tardón Powell debe bajar sustancialmente los tipos, ¡Ya! Si sigue negándose, la junta directiva [de la Fed] debería asumir el control y hacer lo que todos saben que debe hacerse”, voceo en las redes sociales.

Trump se mostró el viernes exultante. Sin otros actos en su agenda oficial más que un desplazamiento a su club de golf en Bedminster (Nueva Jersey) para pasar allí el fin de semana, aseguró que la imposición de aranceles “va muy bien, va como la seda” en una entrevista a la cadena de televisión NBC.

Esas declaraciones llegaban poco después de haber firmado la orden ejecutiva que establece un suelo de aranceles del 10% para la mayoría de los países, del 15% para otros Estados o bloques que hayan negociado con Washington (la Unión Europea, Japón y Corea del Sur, entre otros) y hasta del 41% para las naciones en desgracia a los ojos de Trump, incluido un 39% para Suiza —hasta ahora en el 15%— o el 50% para un Brasil que no cede a las exigencias del republicano para que no juzgue por golpismo al expresidente Jair Bolsonaro.

El presidente estadounidense también matizó que los aranceles que entren en vigor el próximo jueves no tienen por qué ser los definitivos. “No quiere decir que alguien pueda aparecer en cuatro semanas y decir que podemos cerrar algún tipo de acuerdo”, apuntaba.

Aunque, dada la volátil personalidad del inquilino de la Casa Blanca, esos hipotéticos ajustes no necesariamente ocurrirían a la baja. Sobre cada acuerdo pende una espada de Damocles: la posibilidad de que Trump pueda decidir en cualquier momento, y con el argumento más insospechado, una nueva subida de los gravámenes. Los términos de los pactos ya cerrados, incluido el alcanzado con la Unión Europea, “no están nada claros porque los textos no se han hecho públicos, y parece probable que puedan descartarse en cualquier momento a voluntad del presidente”, apunta Mark Linscott, exrepresentante adjunto de Comercio Exterior de EE UU y ahora en el Centro para el Sureste de Asia del Atlantic Council.

De momento, los llamamientos a nuevas negociaciones ya están en marcha. Suiza, conmocionada por su nuevo régimen arancelario y cuyas empresas se desplomaban en Bolsa, pide abrir conversaciones. También la India, castigada con un 25% y que afronta la perspectiva de tasas aún mayores si Trump acaba cumpliendo su amenaza de penalizar a los socios comerciales de Rusia por las acciones de Moscú en la guerra en Ucrania. Otros países ya tenían previsto continuar sus contactos con Washington para tratar sobre sus respectivos porcentajes arancelarios. México ha obtenido una prórroga de 90 días; China, el mayor exportador del mundo, encara un plazo que expira el próximo día 12.

Canadá, junto con México, socio de Estados Unidos en la zona de libre comercio de Norteamérica, afronta gravámenes del 35%. Un dato menos escandaloso de lo que parece: el 94% de sus exportaciones quedan exentas de ese impuesto, al estar protegidas por el acuerdo comercial trilateral. Algo similar ocurre con Brasil: aunque el porcentaje que se le ha impuesto es punitivo, muchas de sus principales exportaciones hacia el gigante del norte están excluidas, entre ellas las naranjas o los aviones.

Pase lo que pase, haya posibles modificaciones en el horizonte o no, el sistema de comercio mundial será a partir de ahora diferente del que existió, “cada vez más frágil”, desde el final de la II Guerra Mundial y hasta el 20 de enero pasado, según Lipsky. “En un plazo de siete meses, Trump ha rehecho un sistema global de comercio que llevó 70 años construir”, apunta este experto. Ahora “no hay ya vuelta al viejo sistema de hacer negocios”, considera.

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