La selección despierta tras el mazazo contra Georgia y muestra su mejor versión con una contundente victoria. Anuló a Nurkic, anotó 15 triples y repartió 25 asistencias Leer La selección despierta tras el mazazo contra Georgia y muestra su mejor versión con una contundente victoria. Anuló a Nurkic, anotó 15 triples y repartió 25 asistencias Leer
Otra España es posible. Un equipo que supera sus limitaciones, que se levanta tras el mazazo, que se libera y hasta se divierte. El toque de atención contra Georgia, tan duro por lo inesperado, no cayó en saco roto, fue resorte para un grupo que se reivindicó ante Bosnia, frente a la que encontró a sus líderes, tan demandados, y el también camino desde el que crecer. Un soberbio Santi Aldama comandó una victoria que también es un alivio clasificatorio. [88-67: Narración y estadísticas]
Aldama, cuatro triples, 19 puntos en 19 minutos (no hizo falta más), se sintió estrella. Abusó de un equipo huérfano de la suya propia, de un Dzanan Musa que cayó lesionado en la preparación. Anotó, especialmente cuando más hacía falta, y contagió. Como otros dos de los señalados, Darío Brizuela y Willy Hernangómez (31 puntos entre ambos). Porque es el colectivo quien merece los elogios, una transformación radical que trituró a Bosnia: al final del tercer acto se vio 28 abajo. Ahí están las 25 asistencias, síntoma de baloncesto del bueno. Había que ver a los ‘niños’ llevando las riendas, como si llevaran toda la vida De Larrea y Saint-Supèry. Lecciones para toda la vida, bases para una década.
Había pedido Sergio Scariolo «pronteza», amaneceres sin legañas ni bostezos, nervios fuera. Y no fue exactamente un comienzo lúcido el de España, a la que costó más de tres minutos su primera canasta en juego. Pero ese triple de Aldama era preludio de verbena, de noches de verano como las de antaño, de un equipo que rebotea, que corre, que comparte el balón. Que se siente seguro de sí mismo. Que defiende como si les fuera la vida en ello, pese a que enfrente se planten gigantes.
Tras ajustar algunas defensas sobre Jusuf Nurkic y los primeros movimientos del banquillo, Brizuela desató definitivamente los fuegos artificiales. Los líderes, reclamados, aparecían. Y el colectivo les seguía. Y los triples entraban. Aldama se había sentado con ocho puntos exprés, a los que el escolta del Barça dio continuidad, incluido un canastón sobre la bocina. Tampoco flaquearon los hermanos Hernangómez y la distancia creció y creció, porque el rival no anotaba (sólo un triple, el postrero del nacionalizado John Roberson, en la primera mitad) y hasta erraba los tiros libres. El mundo al revés. Hubo ratitos que las jugadas diseñadas en la pizarra de Scariolo se repetían en la pista como si fuera la Play Station.
Y tampoco importaba que después cuatro debutantes (entre ellos Yankuba Sima, que al fin apareció en el torneo) compartieran quinteto con Aldama un buen puñado de minutos: España llegó a mandar por 18, tras un mate en escorzo del canario (42-24) que culminaba una contra, que también las hubo.
A la vuelta de vestuarios hubo continuidad, síntoma de que no fue un espejismo. Ayudaron los cuatro triples para arrancar, dos de ellos de Joel Parra, el segundo, precioso, en una transición, sin bajar el balón al suelo. También la dimisión de Bosnia, tal era su frustración ante un rival al que veía volar como ven pasar las vacas al tren. Ahí fue donde apareció la versión más letal de Willy. Tan resuelto todo que dio hasta para repartir minutos: España debe refrendar este domingo (17.15 h.), ni 19 horas entre partido y partido), la victoria ante la local y débil Chipre. Y, después, martes y jueves, ante Italia y Grecia buscar incluso un cruce no tan fiero en Riga.
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