¿Quién gana? ¿Quién pierde? Balance geopolítico de la era Trump

El mundo experimenta una fase de cambio profundo y turbulento. Varios factores marcan esta transición. Al asombroso ascenso de China —que cuestiona la hegemonía estadounidense— y a la brutal lucha de Rusia para reconstruir su imperio, se ha sumado la metamorfosis de EE UU que, bajo Trump, está abandonando el modelo que apuntaló su primacía, retirándose del sistema global que construyó, optando por un unilateralismo descarnado y abriendo grietas en sus alianzas tradicionales. Revolución tecnológica, calentamiento global y otros factores se añaden en la definición de este tiempo hiper competitivo e hiper conflictivo. ¿Quién está ganando y quién está perdiendo en esta agitación?

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 Radiografía de la posición de los principales actores en un mundo que se desliza hacia el uso descarnado de la fuerza como clave de las relaciones internacionales  

El mundo experimenta una fase de cambio profundo y turbulento. Varios factores marcan esta transición. Al asombroso ascenso de China —que cuestiona la hegemonía estadounidense— y a la brutal lucha de Rusia para reconstruir su imperio, se ha sumado la metamorfosis de EE UU que, bajo Trump, está abandonando el modelo que apuntaló su primacía, retirándose del sistema global que construyó, optando por un unilateralismo descarnado y abriendo grietas en sus alianzas tradicionales. Revolución tecnológica, calentamiento global y otros factores se añaden en la definición de este tiempo hiper competitivo e hiper conflictivo. ¿Quién está ganando y quién está perdiendo en esta agitación?

Estos días jalonados de cumbres —recién celebradas las del G-7 y la OTAN, a punto de celebrarse las de la ONU sobre financiación para el desarrollo, BRICS y UE/China— y de atronadores acontecimientos geopolíticos —como el bombardeo de EEUU en Irán— espolean esa pregunta y ofrecen elementos de respuesta. A continuación, un repaso a algunos elementos que pueden ayudar a conformar un juicio sobre esa cuestión.

Estados Unidos

La presidencia Trump se aproxima a cumplir su primer semestre en medio de un auténtico vendaval de acciones. Carlota García Encina, investigadora principal de Estados Unidos y Relaciones Transatlánticas del Real Instituto Elcano, destaca algunos episodios que pueden considerarse como favorables para Washington: “El primero es la reafirmación del gasto de defensa en la cumbre de La Haya hasta el 5% —como pedía Trump—. Otro punto favorable puede ser la operación militar en Irán, seguida del cese al fuego entre Israel e Irán mediado por Qatar. Una operación presentada como un éxito quirúrgico para frenar el programa nuclear iraní sin escalar el conflicto regional”, señala la experta.

Esa operación tiene un valor que transciende la región, según García Encina. “Ha vuelto a reafirmar el gran poderío militar de EE UU. Es el único país que puede librar acciones militares a miles de kilómetros de sus costas. En general, esta Administración ha puesto en evidencia la indispensabilidad de EE UU, no se puede actuar sin él, al menos por ahora.

A pesar de décadas de advertencias sobre su declive, el poder estadounidense sigue siendo formidable. Cuando estallan las crisis, los aliados siguen recurriendo a Washington: para hacer respetar la libertad de navegación en el mar de China Meridional frente a las agresiones de Pekín, para armar a Ucrania contra Rusia o para proteger el transporte marítimo de los ataques hutíes en el mar Rojo”.

Trump se ha anotado este sábado un notable éxito con un acuerdo en el G-7 para evitar que las grandes multinacionales estadounidenses paguen más impuestos en otros países en virtud de un acuerdo fiscal multilateral aprobado por más de 100 países en 2021 bajo los auspicios de la OCDE.

Estos y otros posibles elementos positivos del balance estadounidense deben, sin embargo, yuxtaponerse a pesados elementos negativos.

García Encina destaca entre ellos “el deterioro de la reputación de EE UU”. Es consecuencia de “decisiones como la imposición de aranceles, los recortes de los programas de ayuda exterior, la retirada de la OMS y del acuerdo climático de París, entre otros. Ese deterioro está jugando a favor de otros competidores, como China. Por esa vía está perdiendo competición geopolítica por la influencia. De alguna manera sus acciones están empoderando a China y Rusia”, apunta García Encina.

Además, añade la experta de Elcano, “los cimientos estructurales de su poder global se están erosionando. La capacidad de EE UU para actuar como líder mundial estable y creíble se cuestiona cada vez en parte debido a su disfunción interna (uso excesivo de su poder legislativo y presidencial, guerra contra las universidades y la ciencia…)”.

Alicia García-Herrero, economista jefa para Asia Pacifico del banco de inversión Natixis, cree que también es negativo el balance de Trump en un aspecto fundamental: el de la guerra comercial con China. “Creo que Estados Unidos está perdiendo todas estas guerras. Vemos anuncios de acuerdos con China, ya llevamos tres. Pero son miniacuerdos, son simplemente señales lanzadas para que los mercados no se pongan muy nerviosos. Es una manera de reducir la tensión sobre, los tipos a largo, las perspectivas de inflación y todo esto. Y, por el lado chino, pues no tienen que dar casi nada para obtener mucho”, apunta García-Herrero.

La política polarizadora de Trump fomenta las tensiones internas en la sociedad estadounidense hasta niveles peligrosos; la volatilidad de su acción gubernamental erosiona la previsibilidad necesaria para las inversiones; su política exterior ha minado la confianza de los aliados tradicionales, que hoy siguen necesitando a Washington pero trabajan para no depender de EE UU en el futuro y reconsideran relaciones con otras potencias; la capacidad de atracción de cerebros se erosiona; el PIB se contrajo un 0,5% en el primer trimestre; las guerras comerciales amenazan con desatar la inflación; la retirada de organismos internacionales reduce su influencia.

El conjunto de los elementos visibles muestra unos EE UU todavía poderosos, pero cuya senda actual tiene el potencial de debilitar más que de fortalecer su posición en el mundo.

Unión Europea

La dirección en la que se mueve el mundo es, en sí misma, profundamente desfavorable para la UE. En un marco en el que multilateralismo y relaciones basadas en reglas van muriendo en favor del descarnado uso del poder y de la fuerza, en el que el comercio se va fragmentando, y en el que EE UU ya no es valedor confiable de su seguridad, el bloque afronta una dura cuesta arriba. Su persistente dependencia militar y tecnológica de potencias extranjeras, además, la expone peligrosos riesgos.

No obstante, como muchos han observado, precisamente esta situación de peligro puede ser el estímulo a través del cual conseguir un salto integrador que dote de mayor fuerza al grupo. La situación perdedora actual podría convertirse en una ganadora en el futuro. Pero el camino para lograrlo no se presenta llano.

“La UE está atrapada en un bucle melancólico: trata de ir deprisa hacia la autonomía estratégica, pero reforzarse en ciertos ámbitos, como el militar, lleva tiempo”, dice Vicente Palacio, director del Observatorio de Política Exterior de la Fundación Alternativas.

Al margen de este marco general, el balance europeo en este nuevo tiempo precisa un desglose interno. Ilke Toygur, directora del Global Policy Center y profesora de Política Europea en la Escuela de Política, Economía y Asuntos Globales de IE University, ofrece algunos elementos de juicio.

“Entre los ganadores de esta época en Europa veo en primer lugar los países y las fuerzas que desafían la democracia liberal, con Hungría como ejemplo principal, pero no solo. Es importante tener en cuenta el impacto transformador de esta tendencia sobre la UE”, dice Toygur.

“Por otra parte, creo que los países bálticos, nórdicos y del Este también son ganadores en el sentido de ver satisfecho su interés en una mayor atención a la defensa. Francia, Alemania y, fuera de la UE, el Reino Unido, se están sumando a este esfuerzo. Por supuesto, pesa sobre su balance la inseguridad que sienten. Pero creo que están consiguiendo una creciente influencia”, considera Toygur.

En el lado de los perdedores, Toygur cree que “todos los europeos liberales están en un momento de dificultad, porque ya no pueden contar con una contraparte en Washington. Al contrario, es posible un mandato de Trump seguido de otros cuatro u ocho más parecidos, con Vance o Rubio. Podemos estar solo en el principio de los EE UU del movimiento MAGA, y esto iría bastante en detrimento del proyecto de integración europea”.

La UE busca reaccionar a estos cambios reconfigurando su proyección en el mundo. Dos ejemplos son el renovado impulso al acuerdo comercial con Mercosur y el proyecto para reformar la Organización Mundial del Comercio (OMC) con países del Pacífico. El grupo puede encontrar nuevas y valiosas sinergias. Pero el mundo de instituciones y reglas en el que la UE está cómoda se desmorona; se impone uno de fuerza bruta, y abundan los elementos que señalan que esta época es una cuesta arriba para una Europa que no dispone ni de verdadera capacidad operativa militar ni de posición de vanguardia en las tecnologías clave.

China

El asombroso ascenso económico de China en las últimas décadas es un elemento crucial de interpretación de nuestro tiempo. A paridad de poder adquisitivo, su PIB ya es superior al de EE UU. No obstante, su economía experimenta una ralentización, su curva demográfica empieza a ser desfavorable y, en términos militares, según los expertos, aún no ha alcanzado a su rival. Sus avances tecnológicos son espectaculares, y en algunas áreas amenaza la primacía de EEUU, pero, según un reciente informe del Belfer Center de Harvard, sigue en segunda posición en las tecnologías más estratégicas.

Sin embargo, como señala García-Herrero, Pekín parece estar saliendo airosa de la embestida de EE UU. La Casa Blanca mira con honda preocupación a riesgos de desabastecimiento de productos, inflación, subida de tipos de interés y del coste de la deuda que van vinculados a la guerra comercial extrema que lanzó. Pekín también tiene mucho que perder, pero tal vez menos. Y, probablemente, cuenta con un mayor umbral de aguante del dolor, también por las condiciones propias de un régimen autoritario frente a las de una democracia.

A escala global, China busca aprovechar el terreno libre que deja EE UU. Trata de perfilarse como un actor responsable y una fuerza estabilizadora. Lo es hasta cierto punto en el plano económico, cuya conservación desea ya que le permitió prosperar, pero no en el político, donde busca marginalizar la referencia a valores como los derechos humanos universales. En concreto, busca maniobrar para reconfigurar las relaciones con Europa de manera más favorable a sus intereses, tanto para estrechar el lazo, como para alejar a Europa de EE UU. García-Herrero alerta ante riesgos e ilusiones ligadas a la idea de relanzar la relación económica con el gigante asiático.

“China cada vez importa menos de Europa, y esto no va a cambiar con ningún tipo de acuerdo. El mercado chino, además de hipercompetitivo, también es hipersubsidiado, y las empresas tienen pérdidas. Es un mercado que no se va a abrir y, en todo caso, uno en el que es difícil tener ganancias”, dice García-Herrero. “En cuanto a la inversión china en Europa, hay muchos anuncios, pero llega poco, y con subsidios brutales que salen de los Next Generation”, añade en referencia a los fondos de recuperación pospandemia.

El ámbito económico es un aspecto clave, pero no el único, de una competición feroz y multidimensional para el dominio global. China puede exhibir grandes progresos, aunque ante sus ambiciones cada vez más evidentes y ante un EEUU volátil, países relevantes de su entorno y del mundo están al mismo tiempo despertando a la necesidad de fortalecerse y reducir dependencias.

Rusia

“La victoria de Trump en EE UU es un respiro. Un factor enorme de presión —como lo era la administración Biden— se le ha ido, y esto le permite tener las manos bastante más libres”, dice Palacio. Hay un amplio consenso entre los expertos de que la era Trump es un giro considerablemente beneficioso para la Rusia de Putin. A lo largo de estos casi seis meses de presidencia, Trump ha ejercido fuerte presión sobre Ucrania, pero ninguna sustancial sobre Rusia. Además, el envalentonamiento de las fuerzas nacionalpopulistas europeas en el era Trump es ventajoso para el Kremlin, ya que obstaculiza el proceso de integración europea que permitiría al club hacer mejor frente a Rusia.

“Sobre el campo de batalla de Ucrania, la situación es un bloqueo”, apunta Palacio. Uno que a Rusia le cuesta una auténtica hemorragia de recursos humanos y materiales. La economía da señales de sufrimiento. Ciertos ajustes en la aplicación de las sanciones mejoran sus efectos. La dinámica no es ni mucho menos ideal para Putin, que ve, además, a los europeos tomar consciencia de la necesidad de configurar una capacidad disuasoria propia. Pero es indudable que, en el corto plazo, el segundo advenimiento de Trump ha mejorado su situación.

Israel e Irán

La evolución del balance de fuerzas entre los dos archienemigos se perfila como actualmente favorable a Israel. “Todo podría hacernos pensar que tiene las cartas ganadoras, una vez constatada su abrumadora superioridad militar frente a sus rivales y el respaldo incondicional por parte de Trump”, apunta Ignacio Álvarez-Ossorio, Catedrático de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Complutense de Madrid.

“No obstante, una lectura más detallada nos hace ver algunas señales alarmantes”, prosigue el experto. “Ese respaldo incondicional occidental también puede ser contrario a los propios intereses nacionales israelíes, dado que da alas a los sectores mesiánicos y supremacistas al otorgarles una absoluta sensación de impunidad, lo que está llevando al Gobierno de Netanyahu a una huida hacia adelante en la que es necesario perpetuar la guerra para mantener cohesionada a la coalición de gobierno y a la propia población. Por otra parte, el intento de Netanyahu de redibujar las fronteras de Oriente Medio y de imponer por la fuerza de las armas la hegemonía israelí en la región conducirá a la región a un ciclo interminable de violencia”.

Irán atraviesa un momento de extrema debilidad. “Evidentemente es el gran perdedor por la llegada de Trump a la Casa Blanca y por las ofensivas militares desencadenadas por Israel desde el 7 de octubre de 2023, que han descabezado a sus tradicionales aliados regionales y decapitado al Eje de la Resistencia”, comenta Álvarez-Ossorio.

Pero en este caso también la foto del momento no tiene por qué perpetuarse. “En el caso de que se impongan las tesis de los sectores más duros, podría acelerarse la apuesta por el programa nuclear, como un instrumento de disuasión para frenar eventuales ataques por parte de EEUU o Israel y para blindar en el poder a la facción más radical. De ahí que la campaña militar desatada por EEUU e Israel podría tener un efecto boomerang”, concluye Álvarez-Ossorio.

Sur Global

Los países del sur del mundo afrontan varias consecuencias amenazantes de las turbulencias de la era Trump. El desinterés de la primera potencia mundial por la lucha contra el cambio climático, las instituciones internacionales o la ayuda al desarrollo son una pésima señal.

Las guerras comerciales pueden elevar precios. Los instintos nacionalistas levantan barreras contra los fenómenos migratorios. De nuevo parece agudizarse el riesgo de efectos aversos para el Sur Global de las acciones de potencias del norte. Salvo quienes, como la India, tienen visos de poder erigirse como polo autónomo en un mundo multipolar conflictivos, los demás asumen grandes riesgos.

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