El investigador ha sido galardonado por la FFBVA con el Premio Vicent Caselles 2025: «En los últimos años se ha apostado bastante por este mundo, pero todavía falta mucho por hacer» Leer El investigador ha sido galardonado por la FFBVA con el Premio Vicent Caselles 2025: «En los últimos años se ha apostado bastante por este mundo, pero todavía falta mucho por hacer» Leer
¿Quién dedicaría su vida a imaginar cómo sería poner coordenadas en un espacio con infinitas dimensiones? Se podría decir que pocos. Pero algunos hay; y uno de ellos es Rubén Medina (Pamplona, 1997), matemático e investigador y ganador del Premio Vicent Caselles 2025 por la Real Sociedad Matemática Española (RSME) y la Fundación BBVA por su tesis doctoral. El galardón lo reconoce como uno de los seis jóvenes talentos de las matemáticas en España.
Para Medina, este reconocimiento llega como fruto de un recorrido académico que comenzó casi sin darse cuenta. «Cogía la calculadora de pequeño y pulsaba botones sin entender qué hacían», recuerda. A día de hoy es profesor ayudante doctor en la Universidad Pública de Navarra, una figura académica que combina docencia e investigación. Su campo es el análisis funcional, una disciplina que estudia estructuras geométricas en espacios infinitamente complejos. «Lo que yo hago es buscar formas de construir sistemas de coordenadas en espacios con infinitas dimensiones. Como si quisieras extender el clásico eje X, Y, Z… pero en el infinito», explica.
Aunque la idea suene algo abstracta, su utilidad es más que real. Muchos modelos científicos requieren trabajar en espacios infinitos, donde las reglas conocidas dejan de funcionar: «Lo interesante es averiguar cómo trasladar la intuición que todos tenemos -la del espacio tridimensional- a estos mundos infinitos. Esa es mi tarea: dar ese salto».
El matemático lleva cinco años inmerso en el mundo de la investigación. Su experiencia le ha dejado alguna que otra cosa bien clara, y acerca del panorama de la investigación en España, Medina se muestra realista, pero optimista: los españoles vamos bastante bien. Por lo menos eso cree: «En los últimos 30 o 40 años se ha apostado bastante por este mundo y, además, tenemos investigadores buenísimos, pero todavía falta mucho por hacer». Aun así, destaca que en el campo de las matemáticas hay una ventaja poco evidente y es que, por contradictorio que pueda llegar a sonar, «no hay tanto dinero en juego, y eso limpia el campo. Te topas con menos intereses, con menos luchas de poder. Así que nos podemos centrar en investigar, simplemente investigar».
La financiación, sin embargo, sigue siendo un obstáculo para los benjamines del sector y Medina lo tiene más que asumido. «Conseguir una beca para hacer la tesis es muy complicado. Solo se dan unas 15 FPU (Becas de Formación del Profesorado Universitario) al año y todo el mundo quiere una». A pesar de ello, no hay victoria sin cierto sacrificio y por eso, el matemático mantiene que la dificultad que acarrea obtener las becas no es necesariamente algo negativo.
Lo deja claro: «No deberían facilitarse así sin más». De hecho, es algo que indudablemente tiene que costar, afirma: «Si fuera fácil, estaríamos jodidos. No porque haya que ser un genio, sino porque te tiene que encantar. Si no te apasiona, no aguantas».
Inspirado por figuras como el sueco Per Enflo, «el tipo que resolvió los dos problemas más importantes del análisis funcional del siglo XX», Medina bebe tanto de la tradición matemática como de una visión profundamente estética. Es un romántico empedernido y no lo esconde. ¿Quién diría que las matemáticas tienen algo de evocador?
«Para mí, las matemáticas son románticas. Es arte más que ciencia. Son verdades que, además, son bonitas», explica. Pero el sistema educativo, dice, no es de gran ayuda. Es rígido, demasiado estricto y no deja margen para la imaginación. «Te enseña a estudiar las tablas de multiplicar; te dice que te quitan tres sandías, te dan una sandía más y a ver, ¿cuántas te quedan?», ironiza.
Para él, de los ejercicios que se ven en el colegio a la esencia real de la disciplina hay un trecho abismal. Porque en realidad, las matemáticas son pura creatividad. «En el momento en que tienes que crear cosas nuevas, como relaciones entre conceptos y encontrar demostraciones… eso es algo que está ahí pero que no reconoces», reflexiona. Es algo así como un espacio entre el crear y el descubrir. Por eso, mantiene que «para jugar el juego de las matemáticas» se necesita una mente creativa; y si es posible, que se vaya un poquito de la norma, «porque si no, no vas a avanzar», advierte Medina. Esta idea de las «matemáticas estéticas» la arrastra desde sus inicios.
Al hacer memoria, el pamplonés vuelve sobre sus primeros pasos en el mundo de los números: «Yo veía un resultado, alguien me lo explicaba bien, y me quedaba con la boca abierta. Y desde siempre he querido provocar esa sensación en los demás». A día de hoy, su vocación se mantiene firme: «Ojalá dentro de unos años alguien diga que aprendió algo importante trabajando conmigo. Con eso, me daría por satisfecho». Su carrera investigadora comenzó en 2020 y su trayectoria ya le ha llevado a lugares como Praga, donde residió durante un año y medio. «Allí aprendí muchísimo.
No tanto por los contenidos, sino por las formas de aprendizaje y de ejecución. Ver a alguien dibujar en la pizarra un concepto que tú llevabas años oyendo sin visualizarlo… lo cambia todo. Dibujar, imaginar: eso es clave. Nuestra herramienta más poderosa es la imaginación». Ahora, en su faceta docente, Medina ya empieza a ejercer como mentor para sus propios estudiantes. Todavía no dirige tesis, pero participa como instructor en másteres y prácticas, y se toma muy en serio el trato humano: «Compartes dudas, decisiones, momentos difíciles. Ser un buen mentor es tan importante como ser buen matemático».
Con un pie siempre en su ciudad natal, cerca de su familia, el plan de Rubén Medina es quedarse en Pamplona. Lo que busca, dice, es simpleza. Nada de grandes reconocimientos. A él le basta con contribuir, inspirar, enseñar: «Las matemáticas están llenas de cosas invisibles. Y la verdad es que yo solo quiero ayudar a verlas un poco mejor».
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