Hace cuatro años, Marianne Haverkamp sufrió un grave shock séptico que ha dejado huellas en su organismo en forma de daños cognitivos. Hoy lucha por llamar la atención sobre un problema que es «invisible» pesa a que mata cada año a 20.000 españoles Leer Hace cuatro años, Marianne Haverkamp sufrió un grave shock séptico que ha dejado huellas en su organismo en forma de daños cognitivos. Hoy lucha por llamar la atención sobre un problema que es «invisible» pesa a que mata cada año a 20.000 españoles Leer
«En menos de 24 horas pasé de encontrarme perfectamente bien a estar ingresada en la UCI con riesgo de morir». A Marianne Haverkamp aún le tiemblan un poco las manos cuando rememora aquel fatídico día de hace cuatro años en el que se encontró cara a cara con la sepsis.
«A las cuatro de la madrugada empecé a vomitar. Pensé que sería uno de esos virus tontos del verano, que pasaría mala noche y al día siguiente ya estaría bien. Pero enseguida me di cuenta de que aquello era algo más y que iba muy rápido», rememora. Con fiebre, la tensión por los suelos y un «malestar que nunca antes había sentido» consiguió llegar al hospital gracias a la intuición de su suegra, que supo ver que la situación era grave y llamó a emergencias. Aquello le salvó la vida, le dijeron después. Porque cuando ingresó, la infección era ya generalizada y algunos de sus órganos, como los riñones, habían dejado de funcionar. Nunca había oído el término que aparecía en el diagnóstico: shock séptico.
Cuando consiguió salir de peligro, le explicaron que la sepsis se produce cuando una infección, generalmente causada por una bacteria, se expande y provoca una respuesta anómala en las defensas del organismo. Esta reacción exacerbada puede conducir al fallo de uno o varios órganos, lo que implica un alto riesgo de muerte.
«Por suerte, en mi caso yo estaba fuerte y mis riñones enseguida comenzaron a funcionar de nuevo con el tratamiento que me aplicaron, así que conseguí salir», explica Haverkamp, esbozando una sonrisa que no llega a completar. «Pensé que la pesadilla acabaría ahí, que por suerte estaba viva después de un susto muy grande y que en unos días estaría otra vez haciendo vida normal. Pero no fue así», musita.
Tras el alta, esta holandesa que entonces vivía en Menorca y ahora reside en Castellón, quiso retomar sus rutinas, volver a ponerse al frente de su empresa, recuperar el deporte y el día a día habitual con su hija y su marido, pero se dio cuenta de que «no era la misma», que su cuerpo «no respondía» y que, por más que lo intentaba, no podía hacer cosas que antes apenas le suponían esfuerzo.
«Me costaba hasta caminar. No podía escribir o hablar bien porque no me salían las palabras correctas, estaba cansadísima…»
«Entonces yo tenía 40 años recién cumplidos. Y hasta ese momento estaba perfectamente bien, solía correr unos 10 km al día, afrontaba mucha responsabilidad con mi trabajo, iba de aquí para allá todo el tiempo. Sentía que no tenía ningún tipo de límite. Y de repente, de un día para otro, me encontré con que me costaba hasta caminar. No podía escribir o hablar bien porque no me salían las palabras correctas, estaba cansadísima, con muchos mareos, un cansancio tremendo y unas dificultades enormes para concentrarme», desgrana.
«Volví al hospital varias veces contando todos esos problemas», recuerda. Pero no solo no encontró soluciones, sino bastante incomprensión. «Al principio directamente me decían que era muy joven y que esos síntomas no podían deberse a lo que había pasado. Me mandaron al psiquiatra, pero yo me negué a tomar antidepresivos, así que ahí se cerró todo el apoyo», lamenta.
«Lo único que me decían es que debía sentirme afortunada por haber sobrevivido y que aceptara la nueva realidad, como si fuera fácil renunciar de ese modo a tu vida. Afortunadamente me informé y vi que lo que me pasaba era una realidad y que había cosas que podía hacer».
Recientemente, Haverkamp ha participado en el congreso que la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC) ha celebrado en Málaga para alzar la voz sobre la sepsis y reclamar medidas para mejorar tanto el diagnóstico como la asistencia integral y continuada de «un problema que sigue invisibilizado pese a que afecta a muchísimas personas».
«Frente a la sepsis, cada hora cuenta. Pero el diagnóstico es difícil porque los primeros síntomas son muy inespecíficos»
Según datos de la Sociedad Española de Urgencias y Emergencias (SEMES), entre 15.000 y 20.000 personas fallecen al año en España a causa de la sepsis. El organismo estima que entre el 6 y el 10% de los pacientes atendidos por procesos infecciosos en urgencias en nuestro país son catalogados como sepsis. No obstante, añade, existe un infradiagnóstico del problema que puede llegar hasta el 25 o 30% de los casos reales.
Según explica Federico García, jefe de servicio del Microbiología y Parasitología del Hospital Universitario Clínico San Cecilio de Granada y presidente de SEIMC hasta hace escasamente un mes, la sepsis entraña serias dificultades para la Medicina porque es un proceso difícil de diagnosticar y que puede resultar letal muy rápidamente.
«Frente a la sepsis cada hora cuenta», señala el especialista, quien apunta que «el porcentaje por el que se reduce la mortalidad al establecer un tratamiento adecuado es del 8% por hora». El problema es que, en los estadios iniciales, «la sintomatología es bastante inespecífica, lo que hace difícil sospechar que una persona tiene sepsis», coincide Jesús Rodríguez Baño, jefe del servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Universitario Virgen Macarena de Sevilla y miembro de SEIMC.
Ante pacientes que presentan fiebre y signos como hipotensión arterial o pulso débil; cuadros de confusión o aturdimiento; taquicardia; o piel moteada, entre otros síntomas, «hay que pensar en la sepsis», subraya Rodríguez Baño. «Son signos sutiles que en muchos casos no estarán relacionados con la sepsis, pero hay que tener en mente que pueden ser un indicador a tener en cuenta, que pueden ser relevantes para detectar el problema rápidamente y de forma precoz», añade.
«Precisamente hace unos años se puso en marcha un código sepsis para aumentar la conciencia sobre esta situación e instaurar programas que permitan detectar a los pacientes en esta fase inespecífica para que se puedan tomar las medidas necesarias», continúa. Pero su implantación en los hospitales todavía es irregular. «A pesar de que llevamos varios años incidiendo en esa cuestión, todavía se escapan pacientes», lamenta el especialista.
No disponer de herramientas para tener un diagnóstico rápido y certero y detectar al patógeno causante de la infección en poco tiempo también es una barrera importante a la hora de hacer frente a la sepsis, añade García.
«Ante una sospecha de meningitis, es posible hacer una punción lumbar y tener en una hora información de cuál es el microorganismo causante. Sin embargo, eso no lo tenemos en la sepsis, donde hay que esperar a llevar a cabo un hemocultivo que en el mejor de los casos exige bastantes horas. Y eso si el servicio de Microbiología del centro sanitario está disponible 24 horas, algo que no sucede en todos los hospitales pese a que sería necesario», reclama el microbiólogo.
Encontrar el modo de lograr diagnósticos de sepsis más rápidos, certeros y asequibles es precisamente una de las prioridades que un conjunto de especialistas, pacientes y familiares de afectados británicos reclamaba hace unos días en un artículo publicado en la revista científica Anaesthesia.
Entre otras cuestiones, como la necesidad de estudiar por qué la sepsis es capaz de desencadenar un cuadro grave de forma tan rápida, el documento también planteaba la importancia de estudiar los efectos a largo plazo del problema, lo que a menudo se denomina síndrome post sepsis; un cuadro que engloba secuelas como las que Haverkamp relata y que, según denuncian los especialistas, no ha recibido la atención que merece por parte de la Medicina.
«Es cierto que estas secuelas se han estudiado poco», confirma Rodríguez Baño. «A raíz de constatar que el Covid dejaba secuelas, que provocaba lo que se conoce como long Covid o Covid persistente, se ha puesto un poco más de manifiesto que cualquier enfermedad infecciosa grave puede tener efectos a largo plazo. También sucede con la sepsis, pero en general no se le ha prestado la suficiente atención a estas secuelas», continúa Rodríguez Baño, con quien coincide también García: «La sepsis puede dejar secuelas físicas, pero también cognitivas pero, en general, el abordaje solo se centra en el proceso agudo».
Asiente Haverkamp, que aunque en estos cuatro años ha recuperado una parte considerable de las capacidades perdidas, sigue arrastrando secuelas de la sepsis. «Estoy mucho mejor pero sigo notando dificultades por ejemplo en la concentración o con la memoria. Tengo que recurrir a trucos para no olvidarme de las cosas y, a veces, sobre todo cuando estoy cansada, todavía noto que me salen palabras equivocadas cuando escribo», expone. «Soy consciente de la suerte que he tenido, soy consciente de que podía haber muerto, pero las secuelas cognitivas y emocionales están ahí aunque no se vean a simple vista y necesitamos que se reconozcan y se atiendan. ¿Cuánta gente habrá en su casa sintiéndose sola e incomprendida después de haber sobrevivido a una sepsis?», plantea.
Haverkamp alza la voz para que mejoren tanto la prevención y la detección como la recuperación de la sepsis. «En primer lugar, todo el mundo debe saber lo que es la sepsis», reclama. «Hacen falta campañas que informen, como se ha hecho por ejemplo con el ictus, porque en esta enfermedad es necesario responder rápido y no esperar».
También se necesita intervenir para desterrar algunas ideas erróneas respecto a la sepsis en general, como la que presupone que si eres joven no puedes sufrir este problema, añade. Tanto García como Rodríguez Baño confirman que si bien este proceso afecta en mayor medida a individuos vulnerables, como personas mayores con enfermedades debilitantes o pacientes inmunodeprimidos, la sepsis también puede atacar a adultos jóvenes y a priori sanos.
«Existe una predisposición genética que aumenta las posibilidades de desarrollar una sepsis», comentan los expertos. Además, también se sabe que aunque casi cualquier patógeno puede desencadenar esa reacción anómala del organismo ante una infección, «es mucho más frecuente que la produzcan las bacterias gramnegativas, como el meningococo, porque en su pared bacteriana tienen una serie de sustancias que inducen con más facilidad la respuesta inflamatoria excesiva de la sepsis», señala Rodríguez Baño.
Se necesita más concienciación sobre la sepsis a todos los niveles», concluye Haverkamp. «Es un problema muy grave que no puede seguir invisibilizado. No podemos darles la espalda a miles de pacientes».
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