Un hombre de 73 años se suicidó ayer jueves después de ser desahuciado en el barrio del Raval, en Barcelona. La comitiva llevó a cabo el lanzamiento a las once de la mañana, y por la tarde, el hombre reocupó el piso. Ante la presencia policial, y con la excusa de recuperar ropa, el hombre corrió al balcón y saltó desde la tercera planta. Los Mossos investigan ahora lo ocurrido.
La víctima, de 73 años, ya había advertido a los vecinos de que se quitaría la vida si le echaban
Un hombre de 73 años se suicidó ayer jueves después de ser desahuciado en el barrio del Raval, en Barcelona. La comitiva llevó a cabo el lanzamiento a las once de la mañana, y por la tarde, el hombre reocupó el piso. Ante la presencia policial, y con la excusa de recuperar ropa, el hombre corrió al balcón y saltó desde la tercera planta. Los Mossos investigan ahora lo ocurrido.
La víctima, N. B., ocupaba un piso de la calle de Robadors desde hacía un tiempo. “Siempre le veíamos por aquí, solo. Caminaba con la ayuda de una muleta”, recuerda una mujer, que forma un corrillo con otras mujeres a solo unos metros del lugar donde vivía N. B. Aseguran que había dormido en la calle, y que en los últimos tiempos, sin precisar desde cuándo, “alguien le metió o ahí o se metió él”, en referencia a la vivienda de un estrecho edificio, en un tramo de la calle en el que apenas asoma el sol.
El desahucio, programado por la mañana, no se preveía problemático, y ni siquiera se pidió apoyo policial para garantizar que la comitiva judicial pudiese llevarlo a cabo sin incidentes. Pero dado la actitud muy nerviosa y poco colaboradora de N. B., finalmente sí que acudieron Mossos d’Esquadra, explican fuentes policiales. A pesar de eso, a mediodía, el lanzamiento ya había terminado sin problemas graves.
Las vecinas de la zona vieron salir entonces a N. B. sin camiseta del piso, nervioso. “Iba diciendo que entraría otra vez, y si le echaban, se tiraría”, explican las mujeres, que le recuerdan como un hombre con problemas, con el que ninguna de ellas tenía una relación estrecha. “En realidad, nadie sabe lo que ha pasado”, aseguran, mientras especulan sobre los motivos que llevaron a N. B., originario de Argelia, a saltar por el balcón.
Poco antes de las seis de la tarde, la alarma instalada en la vivienda después de la desocupación saltó. Cuando de los Mossos d’Esquadra se presentaron allí, encontraron a N. B. dentro del domicilio del que le habían echado solo unas horas antes. Los agentes hablaron con él y le indicaron que debía irse. En ese momento, el hombre les pidió recoger su ropa, momento en el que aprovechó para salir corriendo, y saltar por el balcón.
Los Mossos intentaron sujetarlo y contenerlo, pero no lo lograron, explican fuentes policiales. “A uno de los policías se lo tuvieron que llevar, se le veía muy nervioso”, asegura una de las mujeres de la calle de Robadors, que asistieron desde la puerta al desenlace. La calle se llenó entonces de ambulancias y más policías. “Hace falta un poco de conciencia social”, tercia otra de las allí reunidas, mientras abren un debate sobre los problemas de la vivienda.
“Esto ha cambiado mucho”, reflexiona José Antonio García, de 74 años, que vive en la finca colindante. No conocía a N. B., con el que era casi de la misma edad. Desde la azotea de su casa se ve el piso en el que vivía N. B. Sin cortinas, ni ningún otro elemento decorativo, luce como una vivienda que siempre hubiese estado vacía. García se enteró de lo ocurrido porque escuchó un ruido muy fuerte. Él veía en ese momento la comparecencia del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, por la crisis abierta con el ‘caso Cerdán’, y corrió a asomarse.
Desde allí vio a un montón de policías que trataban de auxiliar a N. B., pero que claramente ya no podían salvarle la vida. Mientras baja por las angostas escaleras de su edificio sin ascensor, García asegura que en el barrio ya no hay un tejido como antes, en el que todo el mundo se conocía. “Esto era un narcopiso”, dice, señalando una de las viviendas de su escalera. “Este también está ocupada”, indica, mientras repite que ya no queda casi nada de El Raval que conoció cuando se mudó a vivir ahí, hace 50 años.
El piso donde vivía el hombre es propiedad de un particular, que presentó una demanda para desalojarlo de sus ocupantes. El juzgado admitió la demanda y lo comunicó a Servicios Sociales del Ayuntamiento de Barcelona para elaborar un informe sobre la situación del hombre, que renunció a recibir asistencia, según ha informado este viernes el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC). Ni el juzgado ni los servicios sociales (que acudieron en tres ocasiones a la vivienda) lograron localizarle. El lanzamiento se ejecutó el jueves por la mañana; el hombre (que según el TSJC “no es la persona a la que se había identificado anteriormente”) salió al exterior y los Mossos le entregaron algunas pertenencias, como la documentación y el teléfono móvil.
Las personas con conductas suicidas y sus familiares pueden llamar al 024, una línea de atención del Ministerio de Sanidad. También pueden dirigirse al Teléfono de la Esperanza (717 003 717), dedicado a la prevención de este problema. En casos que afecten a menores, la Fundación Anar dispone del teléfono 900 20 20 10 y del chat de la páginahttps://www.anar.org/de Ayuda a Niños/as y Adolescentes.
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