No es posible que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, presente un plan de seguridad y defensa en el Congreso porque no lo tiene. Tampoco la Unión Europea (UE). El debate se encuentra en plena efervescencia en las capitales del continente y aún se está lejos de tener una posición común que pueda discutirse en Bruselas. De momento, hay iniciativas, a las que sí se les otorga relevancia, de París y Londres, que reúnen a los mandatarios del mundo, más allá de los de la UE, unidos en mantener la defensa de Ucrania frente a Rusia como símbolo del peligro que representa para todos la cabalgadura de Vladímir Putin. Sí existe la determinación y la voluntad política de Europa —siempre con la salvedad de Hungría y Eslovaquia, por su afinidad con Rusia, pero también con Donald Trump— de hacer lo imposible para poner en pie un proyecto europeo de defensa que lleve consigo la disuasión y la autonomía estratégica.
Sánchez, obligado a trabajar en dos frentes, la UE y la OTAN. El consenso europeo entre los grandes partidos, imposible en España
No es posible que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, presente un plan de seguridad y defensa en el Congreso porque no lo tiene. Tampoco la Unión Europea (UE). El debate se encuentra en plena efervescencia en las capitales del continente y aún se está lejos de tener una posición común que pueda discutirse en Bruselas. De momento, hay iniciativas, a las que sí se les otorga relevancia, de París y Londres, que reúnen a los mandatarios del mundo, más allá de los de la UE, unidos en mantener la defensa de Ucrania frente a Rusia como símbolo del peligro que representa para todos la cabalgadura de Vladímir Putin. Sí existe la determinación y la voluntad política de Europa —siempre con la salvedad de Hungría y Eslovaquia, por su afinidad con Rusia, pero también con Donald Trump— de hacer lo imposible para poner en pie un proyecto europeo de defensa que lleve consigo la disuasión y la autonomía estratégica.
Mucho por hacer, aún en plena tormenta de iniciativas unilaterales, no puestas en común, pero sí con la decisión irrenunciable de conseguir la Europa autosuficiente en defensa y seguridad, con o sin Trump, según las únicas conclusiones claras que salen de cada reunión formal o informal y de las declaraciones de principios de los mandatarios europeos. España en primer lugar, pero no solo este país, tiene que negociar con el resto de los socios europeos, y, por otro lado, con la OTAN. Las últimas escaramuzas han puesto de manifiesto que no tienen la misma línea de intereses, según explican diferentes fuentes gubernamentales y parlamentarias. Mientras que en la conversación política en las capitales europeas se introduce la hipótesis de que la OTAN se convierta en otra institución diferente, si es que Estados Unidos se mantiene contra los intereses del orden internacional nacido hace casi 80 años, su secretario general, Mark Rutte, aprieta para que sus miembros aceleren sus presupuestos de defensa.
Esta última semana, el Gobierno presionó y consiguió de la organización atlántica que desmintiera un supuesto compromiso de España de llevar hasta el 2% del PIB el gasto de defensa este mismo verano. El Libro Blanco de la Defensa no es tampoco la guía de actuación, aunque apunte la cifra de 43.000 millones de euros de presupuesto militar. El proyecto más elaborado para la creación de una industria armamentística europea está en el Parlamento de la UE y ha recibido en pocos días más de 1.500 enmiendas.
Aún está por ver si en la cumbre de la OTAN de junio, la gran cita internacional a la que todos miran como horizonte inmediato, se produce la unidad de criterio entre los europeos o enlaza esencialmente con Estados Unidos. Sánchez pasará hasta entonces un trimestre de enorme complejidad en su afán de ampliar el concepto de defensa a efectos de gasto y no reducirlo todo a compras de armamento. En apariencia, el presidente está más preocupado por las dificultades externas, que redundarán directamente en España, que por la fuerte oposición del PP, de un lado, y por su izquierda, de otro. En breve se asistirá a la presentación encadenada de iniciativas parlamentarias del PP —proposiciones no de ley, interpelaciones, mociones— sin consecuencias prácticas pero demostrativas de la falta de mayoría del Gobierno. Con ese arsenal, el PP puede perfectamente exigir al presidente que disuelva las Cortes y convoque elecciones, como este domingo reiteró el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, en la clausura de su conferencia interparlamentaria en Sevilla. En los paneles de debate de los populares no hubo ninguno sobre defensa y seguridad.
El español es una de las fuerzas principales del Partido Popular Europeo (PPE) por lo que tiene información al completo del intenso debate de sus homónimos en Europa, aún lejos de cualquier resolución. Sí se aprecia el esfuerzo del PPE, de socialdemócratas y liberales por tejer una fuerte alianza en medio de la convulsión geopolítica ante el portazo de Estados Unidos. A estos tres grupos se quiere añadir a Los Verdes.
Nada de esto tiene traslación en España. Ante la ausencia de relación entre PSOE y PP, nada cultivada por el Gobierno, los populares no se ven en la necesidad de entrar en el fondo del debate, sino que se quedan en la exigencia a Sánchez de que cumpla sus compromisos con la OTAN y a denunciar la discrepancia entre los socios y sus diferentes formas de afrontar el cambio en el orden mundial. No quiere ser Sánchez el campeón del rearme europeo, pero a enorme distancia se sitúan los grupos a su izquierda, aunque en ese lado también hay diferencias. En Sumar, constituido este fin de semana en partido político, se apuesta por “la unidad de la izquierda”, incluida Podemos. Los ciudadanos quieren esa unidad, proclamó este domingo la vicepresidenta segunda y número tres del partido, Yolanda Díaz. Pero a día de hoy, los puentes están rotos.
La división es descarnada en España y en Europa, con multiplicidad de opiniones. El jefe del Gobierno español señala que trabajará para que los países actúen en materia de defensa “con proporcionalidad y unidad”. Sobre la primera hay múltiples concepciones, esencialmente cuando se traduce en dinero.
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