“No hay nada deshonroso en dedicarse a la política y no tener un título universitario”, escribía en 2018 Xavier Coller (Valencia, 60 años) en un artículo en EL PAÍS titulado Los currículos de los políticos. Siete años después, en medio de un carrusel de revelaciones sobre currículos falsos que se ha cobrado ya tres dimisiones, parece obvio que no todos hicieron caso a aquel mensaje. Pero al menos Coller, catedrático de Ciencia Política en la UNED y autor de La teatralización de la política en España (Catarata, 2024), puede presumir de que su texto ha envejecido bien.
El catedrático, autoridad en el estudio de la élite dirigente, desgrana las causas profundas del vicio de los currículos falsos
“No hay nada deshonroso en dedicarse a la política y no tener un título universitario”, escribía en 2018 Xavier Coller (Valencia, 60 años) en un artículo en EL PAÍS titulado Los currículos de los políticos. Siete años después, en medio de un carrusel de revelaciones sobre currículos falsos que se ha cobrado ya tres dimisiones, parece obvio que no todos hicieron caso a aquel mensaje. Pero al menos Coller, catedrático de Ciencia Política en la UNED y autor de La teatralización de la política en España(Catarata, 2024), puede presumir de que su texto ha envejecido bien.
Publicado en pleno escándalo por las irregularidades en el máster de la entonces presidenta madrileña Cristina Cifuentes (PP), su autor advertía de la existencia de causas estructurales que hacen tentador el falseo de la trayectoria académica y proponía medidas preventivas. “No he tenido mucho éxito, la verdad”, afirma ahora en vista del panorama. Especializado en el estudio de las características de lo que se suele llamar “la clase política” —quiénes son, cuál es su origen, cómo ascienden, qué incentivos los mueven—, Coller hace un breve alto en sus vacaciones para esta entrevista telefónica, en la que profundiza en todo lo que el fenómeno de los currículos falsos dice sobre la política española.
Pregunta. Usted ha entrevistado para sus investigaciones a centenares de políticos. ¿Cree que mentir en el currículo es una práctica extendida?
Respuesta. Me resisto a creer que la mayoría miente. Seguro que quienes lo falsean son minoría entre nuestros 1.826 parlamentarios sumando Congreso, Senado y 17 cámaras autonómicas. Pero el problema es grave no por la cantidad, sino por su significado, al ser un engaño a la ciudadanía, y por su efecto, al generar desconfianza y dañar la democracia. Porque la gente piensa: ‘Si esta persona miente en su currículum, ¿no me estará mintiendo en lo demás? Si su partido lo cubre o minimiza, ¿no tengo motivos para desconfiar?’. Es especialmente dañino para los partidos, que no andan sobrados de simpatía popular. A perro flaco, todo son pulgas. Todo esto crea el caldo de cultivo perfecto para el populismo, la antipolítica y el desprestigio de los partidos, sobre todo del PP y del PSOE, que son los principales y andan ahora enredados en el ‘y tú más’.
P. Aparte de quienes falsean, ¿los partidos también son responsables?
R. Existe cierta picaresca social, y más en estos temas. ¿Quién no conoce a alguien que pone en el currículo que habla inglés sin hablarlo? En el ámbito académico también hay prácticas así, como el que va a un curso de inglés a una universidad y pone que ha sido profesor visitante. A esto se suma la cultura del postureo en las redes, donde por ofrecer una imagen ideal se llega a la falsedad. Y sí, en los partidos existe una cultura de tolerancia con el engaño con sus propios factores explicativos.
P. ¿Cuáles?
R. Es paradójico. La política es un oficio sin barreras de entrada. No se exige nada, solo leer y escribir. Sin embargo, por la selección que hacen los partidos, la mayoría de los cargos públicos tienen estudios [superiores]. Así que los que no los tienen pueden sentir que no encajan en las expectativas. Y algunos, en vez de aceptar que no hay nada deshonroso en dedicarse a la política sin título universitario, eligen el engaño. ¿Por qué? Por complejo de inferioridad, por no parecer tan dependientes de la política para ganarse la vida, por obsesión con la credencial… Y siempre porque ven en sus partidos tolerancia con el engaño, falta de control e impunidad. En los jóvenes se añade otro problema: los partidos los cargan responsabilidades desde muy pronto, dificultando su formación.
Quien engaña en el currículo es porque ve en su partido tolerancia con el engaño, falta de control. En los jóvenes se añade otro problema: los partidos los cargan responsabilidades desde muy pronto, dificultando su formación
P. Es el caso de la ya exdiputada Noelia Núñez, que además se presentaba como ejemplo de mérito y esfuerzo.
R. Es curioso dar lecciones desde el engaño. Pero el fenómeno al que me refiero tiene ramificaciones profundas, no solo afecta a Núñez o al PP. Ni solo a la política. Hay un extendido deseo de obtener un título solo para aparentar lo que uno no es, en la búsqueda de un estatus social o de un encaje en el círculo social más próximo.
P. ¿Hay universidades privadas dedicadas a atender esa demanda?
R. No generalizaría. No es lo mismo Deusto que la Francisco Marroquín, ni la de Navarra que otras [cita Deusto y la de Navarra como centros de prestigio]. Las universidades privadas necesitan lo mismo que los partidos: control. Si hay control, baja la impunidad y sube la calidad.
P. ¿Considera a Noelia Núñez irrecuperable para la política tras su engaño?
R. Por un lado, todo el mundo tiene derecho a enmendarse, a una segunda oportunidad. Por otro, es difícil que recupere la credibilidad, porque su explicación es que se ha cometido un error. No acepta su responsabilidad. En cualquier caso, ya ha vuelto a la televisión [ha fichado como colaboradora de un programa de Cuatro] y sigue en el PP, que no se opone a que aparezca ahí. ¿Qué credibilidad tiene ahora lo que diga? ¿Qué imagen se está dando?
Las universidades privadas necesitan lo mismo que los partidos: control. Si hay control, baja la impunidad y sube la calidad
P. ¿Aplica el PP distinto rasero a Núñez, cuya dimisión le ha parecido adecuada, y al presidente del Senado, Pedro Rollán, o a la vicepresidenta de la Asamblea de Madrid, Ana Millán, a los que defiende? Rollán figura como diplomado en la web del Ayuntamiento de Torrejón de Ardoz aunque no lo es. Y la propaganda electoral que el PP distribuyó en 2003 y 2007 en Arroyomolinos recogía que Millán es licenciada, cuando no lo es.
R. No quiero ahondar en casos particulares. Pero algo está claro: lo que pone en su web una administración lo pone porque tú se lo has dicho, no se lo inventa el funcionario; y el material electoral es importante y debe ser veraz, porque es tu canal directo con el votante. Pero yo no pongo el énfasis en la actuación después, sino antes. El control y la comprobación de los partidos deben ser previos y en detalle para evitar la sensación de impunidad que lleva al engaño. Y no solo del currículo, también de la declaración de la renta y de bienes de todo el que vaya en una lista. Hay que asegurarse de que todo está en orden. No se puede actuar solo cuando te cogen con el carrito del helado, o como ocurre ahora con todos esos diputados cambiando a toda prisa sus currículos. Los partidos deberían tener su propio control de veracidad, un órgano dedicado a comprobar todo lo que dice ser el político, y hacer un fact-checking preventivo y con detalle a todo el que vaya en una lista. Y las instituciones también deben certificar todo. ¡Si es muy fácil!
P. ¿Y por qué cree que no se hace?
R. Por lo de siempre: dejadez, exceso de confianza… Y porque se percibe que hay una tolerancia social al engaño ampliamente extendida. Esto no es una exigencia ciudadana. Es más, a Noelia Núñez la han premiado con exposición pública en televisión y no pasa nada. Es la prueba de que, a pesar de la dimisión, no hay una sanción social.
A Noelia Núñez la han premiado con exposición pública en televisión y no pasa nada. Es la prueba de que, a pesar de la dimisión, no hay una sanción social
P. ¿A qué países podríamos imitar?
R. A Canadá, donde los partidos se esmeran en el control previo para evitar dar munición a los rivales. ¿Por qué? Porque hay una cultura menos tolerante con el engaño.
P. Tras la dimisión de José María Ángel como comisionado del Gobierno para la dana por un posible título falso, la ministra de Ciencia, Diana Morant (PSOE), ha pedido no entrar en un “debate de titulitis”. ¿Cree que la reacción a este caso ha pecado de “titulitis»?
R. El problema no es la titulitis, es el engaño. Además, este caso, de confirmarse, demuestra algo que todos deberían saber: no es posible engañar a todo el mundo todo el tiempo. Al final, todo se sabe.
P. ¿Se parecen en España los representantes políticos al pueblo que representan?
R. No, o no lo suficiente. Y es normal, no pasa solo en España. Ninguna élite se parece a la sociedad que la elige. Por el llamado efecto aglutinación, cuando se sube en la escala jerárquica se van haciendo más frecuentes características sociales escasas en el conjunto de la población: alto nivel adquisitivo, estatus privilegiado, elevada formación…
P. Lo que pretende aparentar quien falsea un currículo.
R. Probablemente.
Los representantes políticos no se parecen lo suficiente al pueblo que representan
P. ¿Sería positivo que en España hubiera escuelas de formación de cuadros políticos como en Francia (École Nationale d’Administration), EE UU (Harvard, Yale, Berkeley, Stanford) o Reino Unido (London School of Economics, Oxford, Cambridge)?
R. Aunque es impopular, porque suena elitista, no lo veo mala idea. Ahora bien, hay otras prioridades. Por ejemplo, ¿cómo es que las Cámaras no tienen un curso introductorio para representantes noveles, no ya para ser líderes, sino para explicar cómo funciona la institución, qué hace un diputado? Es inexplicable que lo tengan que aprender sobre la marcha. Un curso así facilitaría que diputados rivales hablaran entre ellos, algo que nos hace mucha falta. Además, las habilidades básicas de los políticos no debería ser necesario aprenderlas en ninguna escuela de élite. A hablar en público, argumentar, a escuchar —sobre todo al que piensa diferente—, a organizar, a sintetizar, a planificar… se debería aprender más en escuelas, institutos y universidades.
P. ¿Es posible acabar con la espiral de zascas de la que advierte usted en La teatralización de la política en España?
R. Cuando analizas las leyes que se aprueban, hay más acuerdo del que parece entre tanto ruido. Pero sí, el nivel de crispación está desbocado, los decibelios son insoportables. Y los efectos sobre la visión que la ciudadanía tiene de la democracia son muy graves. La pregunta es: ¿quién es el primero que levanta el teléfono y dice ‘vamos a parar esto’? Nadie lo va a hacer, y es una pena. Si yo pudiera, llamaría a [Pedro] Sánchez y a [Alberto Núñez] Feijóo y los llevaría a tomar un café, o a comer una paella. Sería positivo que hablaran con calma. Es increíble que no hablen, que pasen meses sin contacto.
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